Mikel Arizaleta
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La ciudad soy yo

El viejo alcalde Sr. Azkuna dejó marcada su huella en el Bilbao de hoy, en las calles, la ría y las gentes. Murió de alcalde tras arrastrar durante años, como caracol su caparazón, un cáncer que ni le abandonaba ni terminaba de matarle, hasta que un día la arena de la ampolleta que medía su vida dejó caer su último grano. Azkuna se sintió el alcalde y como tal fue desparramando su agonía, anunciada visiblemente en su cuerpo, por las calles de Bilbao. De eso ha hecho un año.

Cuenta la historia que el edificio de la Alhóndiga, convertida hoy en centro cultural y de ocio, tiene sus orígenes a inicios del S. XX. En los meses de julio y agosto de 1905 el arquitecto bilbaíno Ricardo Bastida realizó un viaje de estudios a Bruselas, Amberes, Hamburgo, Bremen, entre otros lugares, para conocer los depósitos comerciales que tenían construidos. Así, en noviembre de ese mismo año, aplicando los conocimientos adquiridos en su viaje, redactó el proyecto con los planos que fueron aprobados por la corporación.


Ricardo Bastida diseñó un proyecto arquitectónico, que vestía el nuevo edificio con un estilo modernista, acorde con el momento histórico y las corrientes artísticas de la época.
Los trabajos se prolongaron hasta 1909. En las actas del Ayuntamiento de Bilbao figura un acuerdo adoptado por la corporación municipal el 14 de mayo de 1909 disponiendo que a partir del 30 de junio debían quedar completamente desalojadas las demás alhóndigas y almacenes de espíritus, que por entonces eran cinco las que ofrecían los servicios de almacenaje y trasiego de vinos, aceites, petróleo, bebidas espirituosas, licores y aquellos artículos sujetos al pago de los arbitrios municipales.


La Alhóndiga de Bilbao ha sido testigo de los tiempos, los avatares, las alegrías y las tristezas vividas en la villa de Bilbao por sus habitantes. Por ejemplo entre 1936 y 1937 los sótanos de la Alhóndiga sirvieron de refugio a los vecinos de la villa para tratar de sobrevivir a los ataques aéreos que infligían sobre la capital bilbaína los aliados de las tropas franquistas durante la Guerra Civil Española.


Y en 1977 el edificio fue cerrado y clausurado definitivamente como almacén de vinos. Terminó la función de ese magnífico edificio ubicado en una gran manzana bilbaina circunscrita entre las calles Fernández del Campo, Rivero, Alameda de Recalde, Alameda Urquijo y la plaza Arriquibar.
Con el cerrojo echado y sin la vieja función, ese gran punto de referencia bilbaino, tras proyectos varios, seguía estático y vacío en medio de la ciudad esperando futuro. Y es a partir del año 2000 cuando Iñaki Azkuna, Alcalde de Bilbao, apuesta por un nuevo proyecto: «convertir la Alhóndiga en un gran centro deportivo y cultural con una gran biblioteca». A pesar de las contingencias e impedimentos encontrados el tiempo jugó a favor de este proyecto y, por fin, la Alhóndiga encontró la inversión económica e intelectual necesaria para realizar un ingente proyecto millonario hasta llegar a lo que hoy podemos disfrutar. El centro fue inaugurado al público el 20 de mayo del 2010.


Y tras 106 años de existencia y recuerdo otro Ayuntamiento en el 2015 dicta sentencia: «en adelante la Alhóndiga de Bilbao cambia de nombre, y donde se decía Alhóndiga ahora debe decirse Az – Azkuna Zentroa, el Centro Azkuna». Y me viene a la memoria aquel comentario de Fermín de Iriberri ante el cambio de nombre de una revista a la que estaba suscrito: «¿Cómo, que Verdad y caridad en adelante pasa a denominarse Familia nueva? Por favor denme de baja. Esto no es serio. Es como si mi mujer en adelante cambiara de nombre». Y el hombre se dio de baja.


Es verdad, el alcalde Azkuna se merece un recuerdo en Bilbao, tal vez una calle de nuevo cuño, tal vez una columna, un árbol, una pieza de piano escrita e interpretada por el gran pianista Joaquín Achúcarro o quizá, en el recuerdo de algunos, una estatua en aquel solar cultural arrasado de Rekaldeberri y llamado Kukutza.


Pero el que la vieja Alhóndiga bilbaina, tras 106 años de referencia e historia prieta bilbaina, pase a denominarse Az – Azkuna Zentroa me suena  a algo parecido  a aquello que un día dijera Luis XIV: «L´État, c´est moi», el Estado soy yo.

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