Jesús Valencia

La dura vida de López, el Conspirador

En una cosa coinciden ambas sensibilidades; opositores y chavistas se siguen apretando el cinto y sufren los rigores de un bloqueo implacable que el mismo López promovió

Fue el 30 de marzo cuando la policía municipal de Cambados identificó a los dos conocidos antichavistas: Jesús Silva y Leopoldo López. El primero fue embajador español en Venezuela; removido del cargo hace unos meses por su notoria beligerancia contra el Gobierno de Caracas. El segundo, quintaesencia de la burguesía criolla, pieza clave de la agresiva política yanqui y verdugo de su propio pueblo. Cuando fueron identificados, ambos presentaron una serie de papelotes que no convencieron a los agentes; estos les incoaron un expediente sancionador por haberse saltado el vigente cierre perimetral.

No era la primera vez que Silva le ofrecía hospedaje al sedicioso López. Cuando este transgredió la prisión domiciliaria que generosamente le había concedido la justicia de su país, buscó refugio en la Embajada española. El entonces embajador, ofreció al prófugo mucho más de lo que los cánones diplomáticos permiten: hostal de lujo, rancho abundante e infraestructuras conspirativas. Desde la sede diplomática denigró al Gobierno venezolano, organizó el frustrado golpe militar de mayo, intrigó y preparó el viaje que terminaría en el barrio Salamanca de Madrid. Durante los días de Cambados, Jesús Silva volvió a ofrecer al conjurador venezolano otro alojamiento de lujo: una mansión cercana al mar gallego; tan cercana que está pendiente de demolición por no respetar la Ley de Costas.

Si el sevillano Silva demuestra una complicidad escandalosa con el intrigante Leopoldo, no es menor la que le profesa un paisano nuestro. Iñaki Anasagasti disfruta de doble nacionalidad. En marzo de hace cinco años viajó a Madrid para promocionar el libro “Preso pero libre” escrito por un cautivo (naturalmente, Leopoldo López); compartió promoción con Mariano Rajoy, Felipe González, Soraya Sáenz de Santamaría, Cristina Cifuentes, Isabel Presley; lo más granado de la España reaccionaria. Desde entonces, el Sr. Anasagasti ha condenado con pertinacia, y de forma enérgica, la existencia de presos políticos (se sobreentiende, que en Venezuela). Un día, mientras contemplaba la prisión militar de Ramo Verde, lamentó lo duro que debe de ser para las madres o las esposas visitar a sus parientes encarcelados (estaba aludiendo a Lilian Tintorini, la esposa de López). Anasagasti, como hiciera Silva en Cambados, incurrió en comportamiento delictivo según los cánones españoles y el sentir de su propio partido: el 25 de octubre lanzó un público ongi etorri al prófugo López cuando este consiguió eludir la justicia venezolana y aterrizar en Barajas.

Pero, ¿cuál es el perfil de este polémico personaje? Para la justicia venezolana un conspirador sanguinario. Bajo la denominación “Plan Salida” (¿sería un preludio de su fuga?) instigo a la delincuencia, promovió motines, avivó desmanes y ocasionó crímenes: 43 muertos, 800 heridos y millones de estragos contra el patrimonio público. Sus admiradores lo consideran un héroe nacional, un Bolívar reencarnado. Bueno, puede que esa valoración pertenezca ya al pasado.

Las imágenes de Cambados han tenido amplia difusión en Venezuela. Los partidarios de la Revolución Bolivariana consideran refrendada la opinión que siempre han tenido de López: que es un niño rico y vividor. Quienes lo exaltaron con delirio han quedado bastante mal parados. En una cosa coinciden ambas sensibilidades; opositores y chavistas se siguen apretando el cinto y sufren los rigores de un bloqueo implacable que el mismo López promovió. Mientras sus estómagos se arrugan y sus carencias crecen, contemplan atónitos las imágenes gallegas que les provocan legítima rabia. Su héroe legendario reaparece convertido en el señor de los mariscos. Una vez más, incumpliendo leyes; en este caso, en Cambados: paraíso de los percebes frescos regados con Albariño.

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