Mikel Arizaleta

La ertzantza: otra perversión

Días atrás Rafael Silva se preguntaba en un bello artículo en  Rebelión: «A ver: ¿para qué estudia un odontólogo? ¿Para qué estudia un arquitecto? ¿Para qué lo hace un Abogado del Estado, que además tiene que superar una de las oposiciones más duras y exigentes de todas las que existen para los Cuerpos de la Administración General del Estado?

Pues un Abogado del Estado se supone que estudia y ejerce su profesión (de abogado) para defender los intereses del Estado, convirtiéndose en un auténtico especialista en comprender los vericuetos y especificidades de todo el entramado del funcionamiento del Estado, en sus diferentes empresas, organismos, departamentos y administraciones. Bien, pues resulta que los datos nos dicen que tenemos un alto número de Abogados del Estado en excedencia, trabajando ¡sorpréndanse! para las más grandes empresas privadas del país… ¿para qué pueden necesitar estas empresas a tantos Abogados del Estado? Pues la conclusión está clara: para que defiendan sus intereses ante posibles demandas del Estado… bien, pero… ¿estos profesionales no habían sido preparados para actuar a la inversa? ¿Su misión no era defender al Estado? ¿Dónde nos hemos perdido? ¿En qué momento pidieron la excedencia para representar otros intereses? ¿Es eso normal en una sociedad madura y democrática?»

Y remitiéndose a los datos aportados  por Antonio M. Vélez y publicado  en el medio eldiario.es se respondía que «uno de cada diez Abogados del Estado acaba en una empresa del IBEX-35.» Según el último listado, (marzo del año 2012), de los 657 Abogados del Estado, que tenían asignada plaza en dicho año, hay 70 que son altos directivos, asesores o consejeros de las grandes empresas del país. Las empresas que más fichajes de este tipo poseen son Iberdrola y el Banco Santander, con 8 cada una; les siguen Telefónica (con 7), BBVA y CaixaBank (con 5), y ACS, Bankinter, Gas Natural e Inditex, con 4 cada una.
Y su conclusión era meridianamente clara: una auténtica perversión democrática.

b.-

El 30 de junio de 1995 moría Rosa Zarra Marín en el hospital Arantzazu de Donosti, a consecuencia de un pelotazo disparado a escasos metros por la ertzantza en medio de una  concentración de protesta por la brutal e incívica actuación de la ertzantza con motivo del entierro de los cuerpos calcinados de Lasa y Zabala, asesinados por los aparatos estatales en 1983. El consejero de Interior, Juan María Atutxa, explicando el hecho dijo: «En la Ertzantza no teníamos ni denuncia ni conocimiento de este hecho. Nos hemos puesto a disposición del juzgado para colaborar con absoluta voluntad en el esclarecimiento de los hechos.» Y en nota difundida por el departamento de Interior calificó de «calumnia» culpar a la Ertzaintza de la muerte de Zarra.

En la noche del 5 de abril del 2012, de nuevo la ertzantza por orden de sus jefes de la comisaría de Deustu: «Le repito las órdenes para que queden bien claras (…) Entren al callejón con todo lo que tenemos, entren a la herriko (…)», y entró la ertzantza a pelotazos de goma en el callejón de María de Haro de Bilbo. A consecuencia de un pelotazo mortal y su gravísima herida, tres días y medio después moría en el hospital de Basurto el joven Iñigo Cabacas. Esta vez el consejero de Interior era otro, Adolfo Ares. Y su manida y mendaz frase de: «en la Ertzantza no teníamos ni denuncia ni conocimiento de este hecho. Nos hemos puesto a disposición del juzgado para colaborar con absoluta voluntad en el esclarecimiento de los hechos.» Y en nota difundida por el departamento de Interior calificó de «calumnia culpar a la Ertzantza de la muerte de Cabacas» fue, una vez más excusa y tinta de calamar. Inocentada perversa y de mal gusto. Nunca se esclarecieron los casos, ni hubo destituciones, ni colaboración, ni cambios en el comportamiento de la ertzantza. Sus jefes siguieron siendo tan siniestros y mendaces como siempre, eso sí, con distinto nombre, y los ertzainas siguieron  tan brutos y sanguinarios como de costumbre. Fuerzas constituidas para la defensa de las gentes no tiemblan ante la muerte provocada por ellas. Jamás una crítica por su actuación perversa, siempre una justificación de baja ralea por parte de sus jefes. Sus relatos ante la muerte ocasionada: mentiras urdidas en despachos, nada que ver con lo acontecido.

Al agente 10.514 de la ertzantza en su atrevimiento y desvergüenza le salió el tiro por la culata. Y su relato mendaz, apoyado por los demás compañeros y asesores, su cuento, se vio que era fabricado, marca usual de la casa: coloreado, inventado, adobado a su gusto. La defensa de Edurne Martínez llegó con un vídeo bajo el brazo, que apoyaba la versión de la acusada y no la del agente 10.540: se vio que fue levantada violentamente del suelo agarrándola bestialmente de la coleta, la apartaron unos metros del grupo colocándola boca abajo y sentándose un ertzaina sobre ella. Nada de patadas en la rótula como decía el agente gigantón 10.514, invento suyo y de sus compañeros. En el vídeo se observa cómo el agente 10.514 se acerca ya cojeando a Edurne Martínez, ya tumbada boca abajo y apartada del resto. Pero porque con un video bajo el brazo pudo demostrarse la trola, de lo contrario el agente 10.540, con su cuento montado, pedía 15 meses de cárcel para la agredida y apaleada: Edurne Martínez. Una vez más: La perversión de la ertzaintza y su consejería.

c.-

Luis Beroiz se dio cuenta «por qué los ertzainas no cuelgan sus trajes de faena en los balcones de la vecindad y viven en un pueblo pero trabajan en otro a distancia», porque no son queridos. Beroiz descubrió la mentira reiterada y contumaz en los partes oficiales de la ertzantza acusando a su hijo a sabiendas de actos no cometidos en lugares imposibles con el visto bueno del Consejero vasco de Interior (por entonces Javier Balza) y el silencio cómplice de su gobierno y su lehendakari (entonces Ibarretxe). Y descubrió en juicios una colaboración mendaz en red: ertzantza, gobierno vasco, Audiencia Nacional. Y lo plasmó, con datos y fechas, en aquel ilustrativo libro suyo, titulado “Entre ceja y ceja” y publicado por Txalaparta. La ertzaintza ha perdido su palabra, su honestidad, la categoría de pedir colaboración ciudadana.

Luis Beroiz se dio cuenta de una verdad, que creía imposible. Descubrió que la ertzantza jugaba en nuestro pueblo el mismo papel mamporrero que la Guardia Civil o la Policía Nacional española:

«Jorobados y nocturnos,
por donde animan ordenan
silencios de goma oscura
y miedos de fina arena»
(Romancero gitano de García Lorca).

Rafael Silva, si un Abogado del Estado se supone que estudia y ejerce su profesión (de abogado) para defender los intereses del Estado, la ertzantza se supone que para defender a las gentes y no para matarlas.

¡Sí, una verdadera perversión!

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