Alfonso Ríos Y Santi Martinez
Responsable de euskara y salud laboral y secretario de comunicación de CCOO respectivamente

La gratuidad en el aprendizaje del euskera frente a la brecha de clase

Quienes residimos en Euskadi debemos percibir, en cuanto al euskera como factor de empleabilidad y relacional, que tenemos puentes que atravesar (ayudas para el aprendizaje) y no muros que saltar (algunos excesos en el necesario sistema de perfiles). Es importante, en este sentido, el incentivo que las personas que desconocen el euskera puedan sentir para animarse a aprenderlo.

La convivencia del castellano y el euskera constituye un valor a preservar en nuestra sociedad. Quien pretenda negar la presencia de alguno de los dos idiomas en nuestros pueblos, barrios y ciudades cae en el sinsentido. Por esta razón, es responsabilidad de los poderes públicos garantizar esa convivencia y que no se generen susceptibilidades entre las comunidades lingüísticas.

La atención a la ciudadanía en los servicios públicos ha de garantizar la posibilidad de recibir el servicio que se solicite en cualquiera de los dos idiomas. Frente a la pretensión de situar como algo ajeno el euskera o el castellano necesitamos generar consensos y un clima de entendimiento.

Desde el punto de vista de nuestro mercado de trabajo, en la actualidad podemos decir que el euskera es un factor de empleabilidad. Tradicionalmente lo ha sido en la administración pública, pero también lo es en la empresa privada porque se está convirtiendo en algo necesario para determinados puestos de trabajo, por ejemplo los relacionados con la atención al público.

En la actualidad la población que afirma dominar el euskera hablado lleva años en una progresión ascendente (33,9%). Además hay un número muy significativo de personas que podemos calificar como vascohablantes pasivos, es decir, personas que dicen poder entender una conversación en euskera. En total, más de la mitad de la población de Euskadi tiene algún conocimiento del euskera, constituyendo las y los vascohablantes pasivos un nicho evidente de personas sobre el que incidir a la hora de extender el uso del euskera, puesto que el hecho de tener conocimientos de euskera hace que puedan ser las más motivadas a la hora de comenzar a utilizarlo, para lo que pueden precisar de un periodo de aprendizaje más o menos amplio según los casos.

Pero los datos que ofrece Lanbide muestran que el conocimiento de euskera influye en lo que podemos denominar brecha de clase, es decir las muy desiguales oportunidades a la hora de acceder al empleo. Según estos datos, el 90% de las personas paradas no domina el euskera, por lo que urge hacerlo accesible para todo la población.

La superación de esa brecha de clase justifica una inversión económica oportuna por parte del Gobierno Vasco. Se lleva tiempo hablando desde las instituciones, partidos y el movimiento euskaltzale de la necesidad de posibilitar el aprendizaje gratuito. De hecho ya está tramitándose en el Parlamento vasco una ley en ese sentido.

Tomando el euskera como factor de empleabilidad hay personas que sufren una discriminación en la medida en que no pueden acreditar su conocimiento. Es necesario un abaratamiento de los precios de las matriculaciones en euskaltegis. Es posible dar pasos hacia la gratuidad estableciendo un precio máximo de 72’36 euros (tasa de Escuelas Oficiales de Idiomas) por curso, que incluso puedan ser reembolsados tras un aprovechamiento satisfactorio del curso.

Planteamos este modelo hasta el nivel C1, justificando su necesidad en la existencia de decenas de miles de puestos en la administración pública que requieren ese nivel de acreditación. Es asumible debido a que determinados niveles se están acreditando ya en la educación reglada, con lo que el impacto económico de la medida se aminora de forma considerable.

Pero el único obstáculo no está en la cuantía económica de la matrícula, sino en los cientos de horas, durante años, necesarias para el aprendizaje del euskera. Por ello planteamos en el mercado laboral privado un sistema sostenido con fondos públicos de reducciones de jornada y excedencias, similar al aplicado en las Administraciones públicas.

Quienes residimos en Euskadi debemos percibir, en cuanto al euskera como factor de empleabilidad y relacional, que tenemos puentes que atravesar (ayudas para el aprendizaje) y no muros que saltar (algunos excesos en el necesario sistema de perfiles). Es importante, en este sentido, el incentivo que las personas que desconocen el euskera puedan sentir para animarse a aprenderlo.

La convivencia lingüística puede peligrar si los que conocen el euskera no lo utilizan, pero peligrará más todavía si quienes lo desconocen no se animan a aprenderlo. Sobra actitud, esfuerzo y predisposición de la sociedad, la reciente experiencia del Euskaraldia así lo demuestra.

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