Jeannette Ruiz Goikotxeta
Psicóloga especialista en Psicología Clínica, Máster en Trastornos Postraumáticos

La manada

Qué sucede cuando no puede huir ni defenderse, cuando no le son de utilidad ni el miedo ni la ira, sencillamente una parte de su cerebro, la amígdala, le indica que si quiere sobrevivir lo que mejor puede hacer es paralizarse y eso es lo que hizo la víctima. Por cierto también lo hacen muchos animales.

Estimados jueces y juezas, vaya por delante que entiendo su absoluta ignorancia respecto a los procesos de afrontamiento a las situaciones de adversidad extrema, y entiendo que no estaría de más que profesionales de la psicología les formasen en esa materia para que estuvieran más preparados a la hora de dictar sentencias justas.

Pero aún así hay cosas que no entiendo de su decisión final. No me refiero tanto a los 9 años de condena a cada uno de los procesados, ya que no soy quien para valorar si es poco o mucho y todo es relativo dependiendo de en qué lado estés y vaya por delante que no soy partidaria de medidas punitivas ya que se ha demostrado que por mucho que se endurezcan las leyes y se aumenten las penas, el número de delitos y delincuentes no sólo no se reduce sino que va en aumento. No creo que nadie que vaya a violar a una mujer se lo piense dos veces porque la pena vaya a ser de 9 o de 40 años.

Con esta sentencia, con su contenido, ustedes han legitimado la conducta de la violación.

Lo indignante, dentro de, repito, mi desconocimiento en materia de leyes, es el contenido de la sentencia ya que el mensaje que se está mandando a los hombres es: «Puedes violar, no pasa nada, ojo que no te pillen o si te pillan, búscate un buen abogado que minimice el hecho hasta parecer puramente anecdótico, vamos como un roce en el coche al aparcar».

Tenían ustedes la oportunidad de dictar una sentencia que hiciera historia, que nos hiciera a las mujeres creer en la justicia pero se ha perdido esa oportunidad y yo me hago una pregunta: ¿Por qué? (A ver si alguien me la puede contestar).

Como mujer y como psicóloga clínica experta en trauma me llaman la atención varios fragmentos de la sentencia, en concreto: «Al encontrarse en esta situación, en el lugar recóndito y angosto descrito, con una sola salida, rodeada por cinco varones, de edades muy superiores y fuerte complexión, conseguida conforme a lo pretendido y deseado por los procesados y querida por estos, la denunciante se sintió impresionada y sin capacidad de reacción. En ese momento notó como le desabrochaban la riñonera que la llevaba cruzada, como le quitaban el sujetador sin tirantes abriendo un clip y le desabrochaban el jersey que tenía atado a la cintura; desde lo que experimentó la sensación de angustia, incrementada cuando uno de los procesados acercó la mandíbula de la denunciante para que le hiciera una felación y en esa situación, notó como otro de los procesados le cogía de la cadera y le bajaba los leggins y el tanga. La denunciante sintió un intenso agobio y desasosiego, que le produjo estupor y le hizo adoptar una actitud de sometimiento y pasividad, determinándole a hacer lo que los procesados le decían que hiciera, manteniendo la mayor parte del tiempo los ojos cerrados. Los procesados conocieron y aprovecharon la situación de la denunciante en el cubículo al que la habían conducido, para realizar con ella diversos actos de naturaleza sexual con ánimo libidinoso, actuando de común acuerdo. En concreto y al menos la denunciante fue penetrada bucalmente por todos los procesados; vaginalmente por Alfonso Jesús Cabezuelo y José Ángel Prenda, éste último en dos ocasiones, al igual que Jesús Escudero Domínguez quien la penetró una tercera vez por vía anal, llegando a eyacular los dos últimos y sin que ninguno utilizara preservativo».

¿Y no es violación?

Cuando el ser humano se enfrenta a una situación en la que peligra su integridad y su vida tiene dos opciones: una es huir y escapar para lo que se sirve de su respuesta automática de miedo y la otra es defenderse para lo que le sirve su respuesta de ira. Pero qué sucede cuando no puede huir ni defenderse, cuando no le son de utilidad ni el miedo ni la ira, sencillamente una parte de su cerebro, la amígdala, le indica que si quiere sobrevivir lo que mejor puede hacer es paralizarse y eso es lo que hizo la víctima. Por cierto también lo hacen muchos animales.

Y siguiendo con el texto de la sentencia nos encontramos esta joya: «De mayor relevancia me parece el hecho de que, en ninguna de las imágenes percibo en su expresión, ni en sus movimientos, atisbo alguno de oposición, rechazo, disgusto, asco, repugnancia, negativa, incomodidad, sufrimiento, dolor, miedo, descontento, desconcierto o cualquier otro sentimiento similar. La expresión de su rostro es en todo momento relajada y distendida y, precisamente por eso, incompatible a mi juicio con cualquier sentimiento de miedo, temor, rechazo o
negativa. Tampoco aprecio en ella esa ‘ausencia y embotamiento de sus facultades superiores’ que se afirma por la mayoría de la Sala; por el contrario, lo que me sugieren sus gestos, expresiones y los sonidos que emite es excitación sexual».

¿Entienden ahora por qué necesitan unos cursos de psicología?

¿Qué hacía falta para que les condenasen por violación?

Como mujer que se ha sentido violada con esta sentencia les digo señores jueces; «váyanse sus señorías a tomar por donde se joden los cestos». Siento la expresión pero entenderán que es producto de mi indignación.

Bilatu