Mikel Arizaleta
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La memoria. ¿Qué memoria?

1.- En 2010 Juan Luis Olaran Sustatxa de Lemoiz publicó “El contubernio nuclear, Lemoiz”: “Un mal día todo cambió. ¡Nos hicieron famosos! Una Central Nuclear desembarcó en el pueblo, sin pedir permiso, sin escrúpulos. Con razones de peso, más de tres mil toneladas de acero y doscientos mil metros cúbicos de hormigón armado. Razones de muchísimo peso, tendréis tanto dinero que no podréis ni contarlo, repitieron por todos los lados. La Central se hizo y nunca funcionó. Ahí sigue todavía hoy su esqueleto, un gigantesco monumento a la estupidez humana, a la indecencia empresarial y política”.

Recoge el libro que las obras de la central nuclear de Lemoiz se desarrollaron en dos periodos políticos diferentes y dos ayuntamientos distintos, con un comportamiento diametralmente opuesto. De 1972 a 1979, bajo la dictadura y con ayuntamientos franquistas que aceptaban la central, y de 1979 y 1982 –año de la paralización definitiva de las obras- con consistorios elegidos en las urnas y contrarios al proyecto nuclear.

El comportamiento de la prensa del régimen franquista fue de silencio cómplice. Sólo esporádicamente aparecía alguna información o artículo sobre la energía nuclear, pero siempre en tono laudatorio, con artículos periodísticos en los que Iberduero y sus lacayos exponían las excelencias de sus proyectos, títulos como “Iberduero disipa los temores sobre los efectos radiactivos” encabezaban sus ditirambos. Dos destacan en su apostolado: Miguel Barandiarán, ingeniero jefe del Departamento Técnico, y Pedro Areitio, presidente de Iberduero.

En Euskal Herria todos los partidos con responsabilidad de gobierno estaban a favor de la energía nuclear. Sabían poco del tema pero su apuesta por ella fue inmensa. El rechazo unánime venía de un amplio sector social, de los partidos de la oposición, la mayoría de izquierda y extraparlamentarios, y de los sindicatos. Y en Lemoiz se logró el objetivo: La paralización de la central nuclear. “¿Nuclear? ¡No, gracias!”, fue el eslogan más popular y coreado. ¿Quién no recuerda aquella enorme manifestación por las calles de Bilbao reclamando su paralización aquel 27 de abril de 1979?

Todos los acuerdos municipales tomados, denegando licencias o exigiendo la paralización de las obras, fueron anulados por instancias superiores. Se incurrió en multitud de irregularidades por parte de las más altas instituciones del Estado, comenzando por la Diputación de Bizkaia y el Gobierno civil. Estaban volcados en la construcción de la central nuclear de Lemoiz a costa de lo que fuera, incluso de ir contra la ley. Estaba decidido que si fuera necesario, el proyecto siguiera adelante incluso por la fuerza de las armas, incorporando al ejército en la vigilancia y custodia de la central.

El golpe definitivo contra la central lo dio ETA el 5 de mayo en el barrio bilbaino de Begoña. El nuevo director de la central, en sustitución de Ryan, Ángel Pascual Múgica, recibió un disparo en la cabeza, que le causó la muerte instantánea. Cinco días después de este atentado los técnicos abandonaron sus puestos de trabajo.

Los abanderados de la empresa eléctrica Iberduero en su proyecto de central nuclear en Bizkaia fueron la Diputación y el Gobierno civil, además de la Administración de Justicia y del Gobierno español, en suma, las más altas instancias del Estado.

El 28 de marzo de 1979, en Harrisburg (EEUU), sufrió un grave accidente la central nuclear de Three Mile Island, se produjo una importante fuga de radiactividad a la atmósfera. Ocurrió un siniestro considerado imposible por los poderes públicos y técnicos. El 26 de abril de 1986, 7 años después, ocurrió el de Chernobil, mucho más grave. La cantidad de material tóxico liberado fue unas 500 veces superior al de la bomba atómica lanzada en Hiroshima en 1945. Chernobil provocó alarma internacional. El accidente nuclear más grave registrado en el Estado español ocurrió en la central de Vandellós I (Tarragona) el 19 de octubre de 1989. Se cerró la central. El 11 de marzo del 2011 un terremoto, que devastó una parte de la larga costa japonesa, provocó graves daños en las vasijas de contención de los reactores de la central nuclear de Fukushima.  Y esto fue ya el acabose: incalculables los daños, inmensas las muertes, las enfermedades, impredecibles las consecuencias a lo largo de los siglos. Los daños a cargo de la humanidad, de las gentes, del medio ambiente y de los ciudadanos. No hay seguro que responda de los daños nucleares y sus consecuencias.


2.- Escribía el 21 de febrero del 2015 Carlos C. Borra en el periódico “Deia”: “Urkullu insta a hacer autocrítica sobre la actitud ante la violencia. Exige a ETA y a quienes la ampararon que admitan la 'injusticia' que provocó el terrorismo… Queremos mirar al pasado de un modo autocrítico”, insistió durante la lectura de la declaración institucional del Consejo de Gobierno “en recuerdo, reconocimiento, homenaje y agradecimiento” a los dirigentes socialistas y miembros del Gobierno vasco Fernando Buesa y José Ramón Recalde, de cuyos atentados a manos de ETA se cumplen 15 años.

Del mismo modo, Urkullu emplazó a todos aquellos que ejercieron la violencia y a quienes les ampararon a solventar la “deuda política” que tienen con la sociedad: “reconocer la iniquidad de esta mentalidad y la injusticia que la misma provocó”. “Nunca debieron ocurrir estos atentados, ni ningún otro. No hay justificación. Fue radicalmente injusto”, aseguró en un acto solemne en el que estuvo acompañado por la totalidad de sus consejeros. Agregó que “se trata de crímenes amparados en una estructura ideológica perversa que considera que matar a un semejante que piensa diferente es un medio legítimo para obtener fines políticos”. Según el jefe del Ejecutivo, “el mal causado se extiende a toda la sociedad, pero se concentra en el sufrimiento inmenso, radical e irreversible causado a las familias de Fernando y José Ramón, así como a la formación política a la que pertenecían, el PSE”.

Mañana se cumplirán tres lustros del atentado que acabó con la vida de Fernando Buesa -que fue vicelehendakari y consejero de Educación- y su escolta, el ertzaina Jorge Díez, a quien el Gobierno vasco extendió su homenaje. Y el 14 de septiembre se cumplirá idéntico aniversario del atentado en el que José Ramón Recalde, que fue consejero de Educación y de Justicia, resultó gravemente herido. “El Gobierno vasco quiere hacer memoria, brindar homenaje y ofrecer un reconocimiento” a estas víctimas, tal y como recoge la declaración. “Con ellos, recordamos a todas las víctimas del terrorismo en toda su expresión -asesinadas, secuestradas, amenazadas, extorsionadas o acosadas-, que nunca debieron producirse”, agrega.

Urkullu añadió que el tiempo ha demostrado que “el error no estaba en las imperfecciones del sistema democrático”, sino “en la pretendida pureza del dogmatismo que amparó y promovió el recurso sistemático al terrorismo”. Insistió en que “el terrorismo en cualquiera de sus expresiones” fue posible porque hubo quienes “consideraron que la defensa de una convicción tenía más valor que la dignidad humana. Nunca más, ni una causa política o razón partidaria deben situarse por encima del valor de los derechos humanos, la persona y la vida”.

“Matar o herir a un semejante, incluso amenazar, extorsionar o acosar, es siempre una crueldad. Nadie es nadie para violar el derecho a la vida ni la dignidad de nadie”, concluyó, expresando su “agradecimiento más sincero y profundo” a Fernando Buesa, José Ramón Recalde y sus familias, “por su contribución a este Gobierno y por su aportación a la construcción democrática de esta sociedad. Su compromiso ha sido semilla de convivencia democrática”.

3.- A la vista de lo ocurrido en estos accidentes y de la multitud de muertes causadas, y en especial en Fukushima, con el placet y visto bueno de las instituciones, hoy, que de nuevo  se habla de renovar el permiso de explotación y prolongar su actividad de la vieja central nuclear de Garoña, y se repite en parte la misma triste historia de Lemoiz, el lehendakari Urkullu, que dijo el viernes “el tiempo ha demostrado que el error no estaba en las imperfecciones del sistema democrático sino “en la pretendida pureza del dogmatismo que amparó y promovió el recurso sistemático al terrorismo”, debiera haber dicho con más justeza que gran parte (no sé si todas) de las muertes del mundo y de entre nosotros, también las de ETA, se hubieran ahorrado con más democracia, más respeto a la voluntad de la gente y con gobiernos menos plegados a intereses de pocos. No debiera olvidar que hace ya años medios de comunicación, como “Diario 16” del 22 de enero de 1980, el runrún popular y un tesorero nada sospechoso, burukide del PNV, confesó que la nueva Sabin Etxea, sede y sustento del PNV, está amasada con favores económicos de Iberduero y bancos beneficiarios del proyecto en pago al apoyo y defensa del PNV de Lemoiz.

El lehendakari en 2015 debiera ser más crítico, sobre todo y con lo que está cayendo con su propia labor, con el papel de las instituciones en la vida pública y en pro de los ciudadanos, con los intereses de pocos en contra de los intereses y derechos de muchos, tener palabras de apoyo para quienes critican tejemanejes y actuaciones opacas, incluso dentro de su gobierno, en nuestras instituciones, en entramados empresariales y grupos sociales, palabras de aliento hacia quienes reivindican más transparencia y claridad en cuentas, negocios, talantes y actuaciones, debiera ser persona que abogara en pro de  escuchar más y sin trampas al ciudadano, más que en lanzar balones fuera o exigir sólo a otros o señalar a determinados grupos como causantes del mal, como Maroto y su RGI. Porque la memoria, si no se examina con honradez y talante social, tiende a ser selectiva y tergiversadora.

Porque Lemoiz pudo convertirse en tragedia y holocausto de nuestro pueblo con el permiso de las instituciones y la empresa privada. Lemoiz  formaba parte de un proyecto eléctrico, con centrales en Deva, Tudela e Ispaster, impulsada por gente ambiciosa, sin escrúpulos, de la mano de instituciones sumisas a la propiedad privada y contrarias a los intereses más elementales de la civilización y del bien común. Algunos a eso llaman democracia. Y puesto que el lehendakari olvida en sus discursos uno está obligado a recordarle.

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