Isidoro Berdié Bueno
Profesor de Ciencias de la Educación, doctor en Historia y Filología Inglesa

La partitocracia trajo el estado totalitario a España

El capitalismo no puede suministrar bienes y servicios para una población en crecimiento malthusiano, los va a reducir drásticamente y a crear la nueva «máscara del diablo», que es el Estado totalitario.

Al estudiar la Revolución de 1868 en España, muchos historiadores hemos visto que aquella llevaba dentro la semilla de la República. Bien es cierto que las Cortes Constituyentes de 1969 votaron por abrumadora mayoría Monarquía y un grupúsculo testimonial la República, pero unos años mas tarde, 1973, el Rey dimite y se proclama la I República en España.

De la misma manera, muchos historiadores hogaño pensamos que la partitocracia, con el lábaro de Alfonso Guerra, PSOE, «el que se mueve no sale en la foto», llevaba en su seno la semilla del Estado Totalitario, y en ellas estamos.

Pero el tema no es algo novedoso, incluso para un historiador hagiógrafo, de medio pelo o plumilla subvencionado, es mas bien antiguo y porqué no, hasta rancio. Comenzaremos por decir que España no tuvo un siglo XVIII y XIX, cual los hubo en los países europeos de su entorno, sino más bien una Edad Media alargada, caracterizada por la superstición, dominio de la clericalla, herejías, gente desilustrada y desamparada, que para sobrevivir recurrió a la picaresca, de la cual está llena toda la literatura española. Sin obviar a personajes como Fray Gerundio, alias «Zotes», que decía barbaridades desde el púlpito.

Por eso, las actualizaciones, ponerse al día en España ha sido asaz abrupto y mayormente revolucionario, acabando en múltiples guerras civiles, que influyeron decisivamente en el atraso económico y cultural del país, siendo en muchos casos la Iglesia el único órgano cultural del que se disponía, por esa precisa razón atrajo el odio de los revolucionarios contra ella, acabando en la quema de Iglesias y conventos en el periodo 1931-36 de la II República. Periodo en que la vulgaridad sustituyó al ingenio, la democracia era principalmente propaganda para vender su «moto», pues propaganda es un cuento disfrazado de realidad, que a su vez esta se disfraza de cuento. Porque la realidad repele y la propaganda atrae, por eso en la actualidad estamos en el reino de la mentira, moneda usada entre las diferentes autonomías.

La partitocracia, desde principios de la Transición, fue un error deliberadamente buscado para colmar las ambiciones de los partidos y la mala administración de la riqueza nacional. El Rey venía a representar la legitimación de la partitocracia y aunque la soberanía se le atribuye al pueblo, este nunca fue soberano y siempre delegó todos sus poderes en el Partido de turno. Las ovejas y el pastor.

La izquierda no se sentía suficientemente fuerte y fingió aceptar las reglas del juego, como era un sistema de autonomías, la monarquía y la Constitución de 1978, a la espera de tiempos mejores y esos tiempos ya han llegado. El estado de alarma ha servido para anular los derechos fundamentales de los españoles que ya no se devolverán, y que han sido asumidos por el Gobierno. Así mismo ha asumido el Parlamento, y los partidos políticos apenas tienen otra opción o derecho que el del pataleo impotente. Las Fuerzas Armadas se han puesto al servicio del Gobierno, así como el sistema judicial.

La partitocracia ha sido el camino que nos ha traído hasta aquí, ha sido un camino fácil. Una vez organizada piramidalmente, sin democracia interna, y aceptada por sus bases, por el electorado y por el pueblo español, crédulos de que nos encontrábamos en una democracia que nunca existió, ya era cuestión de tiempo que el Estado totalitario hiciese acto de presencia, consecuencia lógica de estos cuarenta años de engaños, colmados de corrupción de partidos y de la misma monarquía. Todos participaron.

¿Tenemos que ir pensando y preparándole un hueco a la ya próxima república, que quiere sustituir a una ya moribunda monarquía histórica por la república bolivariana española, con deseos a ser longeva?

Con la nueva normalidad vendrá la nueva verdad que no es otra cosa que la vieja mentira, porque el nuevo diario Pravda (Boletín Oficial del Estado), que aunque en ruso significaba verdad, en realidad no era otra cosa que la mentira oficial ante la cual no cabía contradicción. El Estado totalitario destruye la división de poderes, el Gobierno asume todos ellos: Ejecutivo, Legislativo y Judicial, los ministros y las Fuerzas del Estado obedecen al Jefe del Estado, que identifica su pensamiento con el de la Nación, a la que no tiene que rendir cuentas.

Como la lluvia de langostas en Egipto (Biblia), estamos aquí viviendo una distopía real, en absoluto literaria, comparable a "La Metamorfosis" de Kafka, con un retroceso histórico de las conquistas sociales desde Napoleón, volviendo a una época precontemporánea, pero utilizando tecnología de última generación, con lo cual el despotismo oriental aparece en todo su esplendor quedando amenazado hasta nuestro último reducto que es nuestra propia conciencia.

Cuando una guerra acaba, en este caso la del coronavirus, la primera sensación es de alivio, la segunda de decepción: trincheras en el Parlamento, el Poder Judicial en pie de guerra, ante un Gobierno de las tres «M»: mentira, manipulación y malversación de la riqueza y derechos. Los tres jinetes del Apocalipsis a los que habrá que rendir pleitesía, vuelta a las monarquías absolutistas del siglo XVII.

Zapatero dio paso a Sánchez que era aún peor que él, y Sánchez se ocupará de que cuando se vaya venga otro que sea más malo que él. Caminamos hacia el mundo social comunista, que promete ser todavía más abyecto que lo fue el comunista, pero se enfrenta a tres borrascas: cambio climático, contaminación general de tierra, aire y agua, tres elementos esenciales de la vida, con la degradación de la Biosfera, la eliminación de todos los residuos y basura que hemos generado en la sociedad de consumo.

Por lo que el Gobierno puede acabar bunkerizado frente a masas salvajes que querrán destruirlo, de poco le valdrá su ideología, como de poco le ha servido frente al virus. El actual gobierno social comunista, al igual que don Quijote, anda loco protegiendo viudas y «desfaciendo entuertos», que en realidad son molinos de viento, mientras que el cuerdo: Sancho, la tercera España, acabó loco, contagiado por la enajenación de su señor. Esto es una profecía a ojos vista, se cumplirá, de hecho se está cumpliendo ya, ante nosotros se desarrolla la distopía. El Estado totalitario en el que entramos carece de fecha de caducidad, no acepta cambios y será siempre fiel a si mismo.

Stalin, tras la II Guerra Mundial y el triunfo sobre el nacional socialismo, trató de imponer un Estado totalitario mundial, aparentemente nadie podía pararlo, solo la bomba atómica le detuvo, pues los americanos no tiraron la bomba contra Japón sino contra Stalin, para disuadirle de sus intenciones.

Para sorpresa de todos, el Estado totalitario ha sido adoptado hogaño por el propio capitalismo globalista internacional, y con eso no contaba nadie. El capitalismo no puede suministrar bienes y servicios para una población en crecimiento malthusiano, los va a reducir drásticamente y a crear la nueva «máscara del diablo», que es el Estado totalitario o gobierno del Anticristo (del diablo), que según las tres religiones monoteístas: judía, cristiana e islámica, sucederá en los momentos previos al Juicio Final.

La sinceridad aligera la carga, y nosotros llevamos mas peso que los maleteros de Atocha (Madrid) o de King's Cross (Londres) en la era Victoriana.

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