Ander Jiménez Cava

La Polla Records: resurrección y última cena

Ciudadanos que no saben cómo se llama el marido de la oveja les denuncian por incoherencia manifiesta desde el soporte vital que constituye su portátil. Y yo me pregunto: ¿En qué canción dicen eso de que los músicos no tienen derecho a la jubilación? ¿Es Evaristo una estrella del rock?

El generalísimo Battiato se dirige a las masas en "Up patriots to arms" con esta soflama: «El imperio de la música se extiende alrededor, cargado de mentiras/ pongamos bajo llave al personal artístico y a la falsa cultura/ No tengo yo la culpa si existen espectáculos con humo y rayos láser/ y el escenario está lleno de necios que se mueven». Esto lo cantaba alguien que fue a Eurovisión, pero a él nadie le acusó de venderse. A La Polla Records sí, solo hay que ver la polémica creada en torno al modo en que ha organizado su regreso. Pero, ¿quién, en el fondo de su corazón, piensa realmente que La Polla Records se parece en algo a eso que describe el siciliano? Que suba al estrado y lo afirme sin rubor. ¿Nadie? ¿Ni el más acérrimo de sus críticos? Lo imaginaba. Que La Polla Records adquiera la forma de producto no significa que mienta. Y Evaristo se mueve, mucho, pero de necio no tiene nada.

Que haya que adoptar una postura política ante el hecho de que un grupo de música se vuelva a juntar para dar unos conciertos, evidencia que La Polla Records no es un grupo cualquiera. Es precisamente esa aura de iconos del punk, la que provoca un malestar generalizado entre las filas del underground: Recintos con capacidad para 18.000 personas, entradas excesivamente caras, canales de distribución capitalistas, etc. Entonces muchos se preguntan, indignados: ¿Pero qué se han creído? ¿Dónde quedó ese hombre que se tiraba katxis por la cabeza? ¿Era un hombre y ahora es…? Nada. En el mismo sitio. No. Creo que esa sacudida entre la gente políticamente comprometida tiene más de emocional que de racional, y es el mundo simbólico del punk el que se agita, más que el material de las tachuelas con las que se forja el descontento.

Ciudadanos que no saben cómo se llama el marido de la oveja les denuncian por incoherencia manifiesta desde el soporte vital que constituye su portátil. Y yo me pregunto: ¿En qué canción dicen eso de que los músicos no tienen derecho a la jubilación? ¿Es Evaristo una estrella del rock? A juzgar por su aspecto no parece que a los cuarenta se hiciera una cirugía. Y tampoco que su clase social sea la que ostentan esas estrellas. Hablando de clases, yo en mis clases de la universidad, estudiando Ciencias Políticas, no he aprendido tanto sobre clases como oyendo La Polla. Porque una cosa es estar en clase y otra que ésta sea explicada. Y es que poniendo la oreja en las letras de la banda de Agurain, yendo un poco más allá del «Uouoo Laralala», y a pesar de que sean los más rápidos diciendo «Dubidubidubi», encontrarás auténticos manifiestos políticos, crítica social y cultural en el lenguaje del pueblo y apto para todos los públicos. Sinceramente, no creo que haya una banda de punk que haga semejante análisis de la sociedad con su propio lenguaje, y le basten cuatro frases para sentar cátedra. ¡Anda! A ver si va a ser por eso que sus fans son tan críticos y no dejan títere con cabeza, ya lo dice el refrán: Cría cuervos… En realidad se han ganado a pulso que les critiquen tanto. Yo creo que, precisamente por eso, deberían estar muy orgullosos. Porque su público es gente rabiosa que no se conforma y no puede obviar el tufo comercial que hay detrás de esta gira. Y en parte tienen razón, pero creo que yerran el tiro.

Más allá del shock anafiláctico que nos supone ver La Polla en semejantes calzoncillos, preguntémonos honestamente si existen canales no comerciales, autogestionarios y anticapitalistas que permitan llevar a cabo conciertos de esta envergadura, y cómo se venden 50.000 entradas en dos horas con los medios alternativos existentes, y en qué gaztetxe caben 18.000 personas… Debería existir un contrapoder con una estructura cultural capaz de cubrir tan descomunal evento, y podemos pelearlo; pero mientras tanto no podemos responsabilizar a Sumé, ni a Abel, ni a Evaristo, de su inexistencia (a pesar del trabajo desinteresado de muchos). En todo caso: ¿Por qué no enfocar la crítica contra el estercolero de la industria musical? ¿Por qué no denunciar a los dueños del chiringuito: empresas de publicidad, de comunicación, de distribución, etc.? Intentemos desentrañar por qué la gente concibe exclusivamente como un producto lo que es en realidad un vehículo de expresión cultural, sin culpar a unos individuos concretos, y menos sin tener en cuenta sus condiciones materiales de existencia. Aunque sea más fácil y cómodo personalizar el problema y señalar a un tipo para cargarle toda la culpa, tratemos de analizar los intrincados mecanismos de la falsa cultura, para inventarnos otra cosa.

Algunos opinan que se podría hacer de otra manera, que deberían multiplicarse y descentralizarse para que La Polla les dé el gusto en cada valle de esta bonita tierra. A mí también me gustaría ver este concierto en el gaztetxe de mi pueblo junto a otros cien paisanos, pero que sean de los nuestros no significa que sean nuestros muñecos. Y entre las muchas causas por las que han tocado sin cobrar (por los presos, por la insumisión, o por ingenuos) no está el derecho a dar botes medio piripi. En serio, no sé qué tendrían que haber hecho esos señores para ser coherentes. Supongo que algunos dirán que debían haberse tomado la música como hobby y destinar el dinero de los conciertos a la causa, mientras trabajaban honradamente en cualquier centro de explotación. No estoy de acuerdo. Creo que existen formas honestas de ganarse la vida con la música, aunque sea complicado hasta que no socialicemos los medios de distorsión.

Al hilo de su gira mundial, la única crítica que me parece válida es a nivel artístico, y es muy obvia. Un grupo de música debería hacer canciones. Una nos parece poco. Sobre todo teniendo en cuenta todo lo que hay que decir. Porque un concierto pensado sobre lo que fue puede quedarse en una mera representación. Aun con todo y con eso, la diferencia entre un directo y una representación está marcada por la capacidad del conjunto de dejarse el pellejo sobre el escenario. Por la pasión que le pongan a lo que cantan.

No sé si en todo este tocho que he escrito hay razones de peso, o simplemente es el delirio de un fanático formado políticamente en la escuela de La Polla Records que se saltó la clase de fuck your idols, y necesitaba justificar su emoción incontrolada ante la perspectiva del concierto. En todo caso yo iré a Barakaldo y pienso chuparla entera. ¿Dónde si no voy a oír un llamamiento masivo a la destrucción del Sistema?

Bilatu