Raúl Zibechi
Periodista

La UE se acerca a China y se distancia de EEUU

La consolidación de un nuevo orden mundial que sustituya al que nació al final de la Segunda Guerra Mundial, con la creación de las Naciones Unidas y los acuerdos de Bretton Woods que dieron vida al FMI y al Banco Mundial, será lenta y tortuosa.

Un reciente estudio del Consejo Europeo de Relaciones Exteriores en 11 países del continente, revela que «el 67% ya no se fía de que el país (Estados Unidos) vaya a protegerlos militarmente y cree que Europa debe desarrollar sus propias capacidades para defenderse» ("El Diario", 31 de enero de 2021).

Pero esta opinión no revela en toda su magnitud la creciente desconfianza de los europeos con Washington. Un 60% considera que el sistema político estadounidense «está roto» y un tercio cree que no se puede confiar en los votantes de Estados Unidos después de haber elegido a Donald Trump.

La mayoría absoluta de los europeos (un 60%), está convencida que China será más fuerte que Estados Unidos esta misma década, siendo los ciudadanos del Estado español los más proclives a pensar que el Dragón será el nuevo hegemón global (casi un 80% apuestan que Beijing será la nueva primera potencia).

En un eventual conflicto militar entre China y Estados Unidos, la mayoría absoluta de los europeos (en torno al 60%) sostiene que la UE debe mantenerse neutral. Este dato supone un cambio fenomenal respecto a la posición europea de apoyo a Washington que se manifestó durante toda la Guerra Fría, cuando la mayoría de la población desconfiaba de la Unión Soviética.

En consonancia con la desconfianza creciente con su viejo aliado, los europeos apuestan a que la UE debe construir defensas independientes, ya que no confían en su actual dependencia de la OTAN y el Pentágono.

Como señala Martín Jacques, miembro del Departamento de Política y Estudios Internacionales de la Universidad de Cambridge, se trata de «un cambio profundo en las actitudes europeas como consecuencia del declive de Occidente desde la crisis financiera de 2008, la presidencia de Trump y el ascenso de China» ("Global Times", 31 de enero de 2021).

Algunos datos confirman este creciente acercamiento de la UE con China. Por un lado, la reciente firma del Acuerdo Integral sobre Inversiones UE-China. Por otro, el creciente involucramiento de varios países europeos en la Iniciativa de la Franja y la Ruta con la cual China apuesta a unir por vía marítima y terrestre ambas partes del mundo acelerando los intercambios comerciales. Los primeros en adherirse a la iniciativa china fueron los países de Europa Central y Oriental, poco después Portugal y los mediterráneos Grecia e Italia, donde China está utilizando sus puertos como nodos comerciales.

No hay ningún secreto escondido detrás de este viraje europeo. El centro de gravedad de la economía mundial se está trasladando a Asia, pero lentamente también el centro geopolítico habrá que buscarlo en ese continente, en particular en el entorno de China.

En 2020 China se convirtió en el mayor socio comercial de la Unión Europea, desbancando a Estados Unidos. El mercado chino se ha vuelto estratégico para la UE, particularmente en los sectores manufacturero y automovilístico.

Dos datos más habría que sumar para visualizar el impacto del ascenso de China en Europa y en el resto del mundo.

El más importante es el cambio brusco en la inversión extranjera directa. Por primero vez en décadas, Estados Unidos dejó de ser el país que más inversiones recibe siendo desplazado por China, algo que nunca en la historia reciente había sucedido.

En el año de la pandemia la inversión extranjera directa mundial colapsó, al caer 42%, de 1,5 billones de dólares en 2019 a 859.000 millones el año pasado. Para tener una idea de la magnitud de la caída, las inversiones globales están 30% por debajo del peor momento de la crisis de 2008-2009 (Inter Press Service, 28 de enero de 2021).

Mientras la inversión directa que llega a Estados Unidos cayó un 49%, la que llega a China creció un 4% (“El Economista”, 25 de enero de 2021). El diario agrega que la UE sufrió una caída en las inversiones del 71%, en tanto Asia oriental atrae un tercio de toda la inversión extranjera a nivel mundial, la mayor cifra desde que se tienen registros.

Una segunda cuestión se relaciona con la «guerra de las vacunas», en la que la UE está sufriendo problemas con el laboratorio británico AstraZeneca por los plazos de entrega. Un informe de France24 señala que mientras «los occidentales compraron el 90% de las dosis de las dos vacunas estadounidenses», lo que «dejará huellas y rencor entre los países del Sur», China hizo lo contrario y definió sus vacunas como un «bien público mundial» (France 24, 29 de enero de 2021).

China tiene tres ventajas: puede producir enormes cantidades de vacunas en poco tiempo, no tiene prisa por vacunar a toda su población ya que apenas tiene cien contagios diarios y sus vacunas son baratas y de fácil traslado, aunque la seguridad de las mismas aún no está clara.

En Brasil la vacuna Sinovac está siendo administrada a millones de personas, pese a que inicialmente el gobierno de Bolsonaro la rechazaba y de que se trata de uno de los principales aliados de Washington en la región. Las vacunas chinas están siendo adoptadas especialmente por los países con menos recursos del tercer mundo, particularmente en África, el continente abandonado por Occidente. Algunos medios consideran que de no mediar un fracaso estrepitoso, China podrá ser considerada «la ganadora de la guerra mundial de las vacunas» (“El Confidencial”, 30 de enero de 2021).

La consolidación de un nuevo orden mundial que sustituya al que nació al final de la Segunda Guerra Mundial, con la creación de las Naciones Unidas y los acuerdos de Bretton Woods que dieron vida al FMI y al Banco Mundial, será lenta y tortuosa.

El riesgo principal es que la transición se gestione a través de guerras, como en los casos anteriores. China apuesta a la Franja y la Ruta para evitar el conflicto militar, pero se está armando a gran velocidad. Estados Unidos puede desencadenar un conflicto serio, centrado en el Mar del Sur de China y Taiwán.

Sin embargo, en el pasado las guerras nunca impidieron que las potencias ascendentes siguieran su rumbo, sino que aceleraron las transiciones.

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