José Luis Orella Unzué
Catedrático senior de Universidad

La Unidad de España. En el espacio y en el tiempo

A partir del siglo XVII comenzó el proceso de desanexión. En efecto durante el siglo XVII España fue gobernada por los Austrias que delegaron su poder político en validos, por lo que se llegó a la crisis de 1640 que supuso el ocaso del imperio español en Europa aunque brilló con el esplendor cultural del siglo de Oro.

Y sin embargo hubo un momento en el que nació España. Pero ¿cuándo? Es difícil señalar el hecho histórico del nacimiento de España, la cual ha tenido en su historia dos procesos sucesivos contradictorios. Uno de crecimiento asumiendo e incorporando tierras, razas, lenguas y naciones. Y un segundo momento de desanexión de tierras, razas y naciones. Los dos movimientos conllevaron un sinfín de guerras y enfrentamientos bélicos. El punto de inflexión de estos dos movimientos contradictorios fue el año 1640.

Comencemos por el proceso de crecimiento. San Isidoro de Sevilla muerto en Sevilla en el año 636, hijo de padre hispanorromano y de madre goda elevaba a España a la categoría de primera nación de Occidente en su libro "Historia Gothorum": «De cuantas tierras se extienden desde el Occidente hasta la India, tú eres la más hermosa, oh sagrada y feliz España, madre de príncipes y de pueblos».

A lo largo de la Edad Media, España se expandió asumiendo el reino de Galicia y de Toledo, con la conquista de Guipúzcoa en 1200 y la asunción de los dos territorios vascos, y al final de la Edad Media con la conquista del reino de Granada en 1492 y del reino de Navarra entre 1512 y 1521.

Siguiendo con los siglos, los enlaces matrimoniales estaban destinados a recuperar la unidad peninsular y así dice el hispanista Joseph Pérez que la boda de Isabel de Castilla y Fernando de Aragón, en 1469, puso los cimientos de ese proceso de unidad peninsular y no duda en otorgar una configuración, identidad y conciencia de España a partir de la unión dinástica. Otros historiadores esperan a la muerte de Juana, la de Tordesillas, para hablar del nacimiento de España.

De una forma u otra, la palabra España perdió su significado meramente geográfico con la unión dinástica y, sobre todo, con el descubrimiento de Colón.

Durante el siglo XVI y tras el descubrimiento en América, España se expandió con la conquista y sometimiento de los imperios azteca, maya e inca, por lo que el imperio español extendió sus dominios desde la actual California hasta el río Biobío en Chile, siendo el imperio global más extenso durante 300 años.

España se erigió como la superpotencia de ese siglo y reunió un imperio gigantesco, con posesiones por todo el mundo. Alcanzó su apogeo al anexionar el imperio portugués. Dominó extensísimos territorios americanos, desde los actuales Estados Unidos hasta la zona de Chile y Argentina, posesiones alrededor de África, numerosas colonias en Asia fruto de la conquista de Portugal. Además de heredar media Italia, los Países Bajos, la Borgoña, etc. Es decir, España era una unidad de razas, naciones y lenguas.

Pero a partir del siglo XVII comenzó el proceso de desanexión. En efecto durante el siglo XVII España fue gobernada por los Austrias que delegaron su poder político en validos, por lo que se llegó a la crisis de 1640 que supuso el ocaso del imperio español en Europa aunque brilló con el esplendor cultural del siglo de Oro.

El enorme esfuerzo militar que para la Monarquía suponía las continuas guerras europeas como la de los treinta años y la demanda de sacrificios a los reinos que componían la Corona realizada por la «Unión de Armas» propuesta por el Conde-Duque de Olivares en 1632 precipitaron la crisis de 1640 con dos escenarios principales: Cataluña y Portugal. La crisis de 1640 fue la más grave que vivió la monarquía hispánica de los Austrias ya que estuvo a punto de acabar con ella cuando se seccionó el reino de Portugal. Pero a pesar de la secesión portuguesa, España seguió siendo una unidad de naciones y lenguas.

La designación de Felipe de Borbón como heredero por Carlos II, provocó en el siglo XVIII el estallido de la Guerra de Sucesión Española. La guerra terminó en 1713 con la Paz de Utrecht en la que las grandes potencias reconocieron a Felipe V como rey de España pero, a cambio, se repartieron las posesiones que España aún tenía en Europa. Austria recibió los Países Bajos, Milán, Nápoles y Cerdeña. Saboya obtuvo Sicilia. Pero la más beneficiada fue Inglaterra que, además de recibir Gibraltar y Menorca, obtenía importantes privilegios comerciales en América. Al finalizar el siglo la España amputada de los territorios europeos y aun peninsulares, seguía siendo una unidad de naciones, razas y lenguas.

A comienzos del siglo XIX el vacío de gobierno en España, causado sucesivamente por la guerra con Napoleón y por el Trienio Liberal que ocupó la revolución del constitucionalismo español, abrió la oportunidad para que la clase dominante hispanoamericana, formada por criollos europeos, dieran impulso y sostuvieran el movimiento y la guerra por la independencia como medio definitivo de conservar y mejorar su estatus, disminuido o en riesgo de perderse por el liberalismo.

La independencia de la Patria fue el carácter esencial del movimiento que finalmente predominó en todos los lugares de América, por encima de otros movimientos independentistas que, como el fallido de Hidalgo en México, se pretendían acompañar también de una verdadera revolución social.

Llegaron a la independencia de España en sucesivas y repetidas veces en 1811 Venezuela, Colombia y Ecuador, en 1813 Argentina y Bolivia y luego Paraguay y México, en 1815 Uruguay, en 1816 Argentina, en 1818 Chile, en 1819 Colombia, Venezuela, Ecuador y Panamá, en 1820 Ecuador, en 1821 Perú, Guatemala, El Salvador, Honduras, Nicaragua, Costa Rica, México y Panamá y finalmente, en 1824, Bolivia.

Durante estas Guerras de Independencia en América, «patriotas» fue la forma común con la que se denominaron a sí mismos los combatientes a favor de la independencia de la Corona española, combinando la independencia con sentimientos de liberación y de arraigo por su patria, la tierra natal o adoptiva a la que se sentían ligados por unos determinados valores, cultura, historia y afectos.

Las guerras de independencia hispanoamericanas generaron la pérdida de los virreinatos y las capitanías generales que formaban parte del imperio español, el cual quedó muy reducido territorialmente y diezmado económicamente. Ello significó un desastre para la Monarquía española y para la corona. Pero tras la desanexión de los reinos hispanoamericanos, España seguía siendo la unidad de razas, naciones y lenguas.

El tratado de París, del 10 de diciembre de 1898, obligó a España a conceder la independencia a Cuba y a ceder Puerto Rico, Filipinas y Guam a Estados Unidos, que se convirtió en una potencia colonial.

En 1993 Andorra, antigua posesión del reino de Navarra, aprobó su constitución y fue admitida en la ONU. Andorra y España, junto con Francia, suscribieron un tratado tripartito de Buena Vecindad, Amistad y Cooperación. ​La defensa de Andorra, que no cuenta con fuerzas armadas, corresponde a España y a Francia, según indica el texto del tratado.

Y si llegamos a nuestros días, España en el siglo XXI, aun en la hipótesis de la segregación de Cataluña, seguirá manteniéndose como unidad de razas, naciones y lenguas.

Bilatu