Mikel Etxeberria
Militante de la izquierda abertzale

La unilateralidad que genera movimiento

La renovación táctica de la unilateralidad representó ese  «movimiento inesperado» que descolocó radicalmente las pretensiones  del enemigo, e hizo que quienes estábamos en posición desfavorable pasáramos a estarlo en favorable

En el largo desarrollo de una lucha de liberación nacional y social es esencial entender la táctica de renovarse porque en ella puede estar la fina línea entre alcanzar los objetivos o ser bloqueado. En ocasiones se da la circunstancia de estar estancado frente al enemigo, y entonces es mala táctica hacer una y otra vez lo mismo tratando de sacar la situación adelante. Alguna vez se puede repetir, pero no se debe insistir en ello si no funciona. Si algo no funciona hay que hacer algo completamente diferente, algo que cambie el ritmo de los acontecimientos, que coloque al enemigo en situación de desventaja obligándole a una recolocación.

Cuando una lucha como la que Euskal Herria se queda estancada y no genera avances políticos se impone necesariamente una renovación estratégica que provoque nuevas condiciones en el desarrollo del proceso. El principio de unilateralidad adoptado por el conjunto de la izquierda abertzale ha supuesto esa táctica de renovación que alterara los parámetros y diera la vuelta a los valores sobre los que se venía desarrollando el camino hacia la independencia.

De todos los intentos de resolución negociada del conflicto llevados a cabo hasta el momento sacamos la enseñanza de que frente al enemigo que nos ha tocado, su inercia histórica, su idiosincrasia, centrar todo el interés en alcanzar acuerdos bilaterales dejaba en poder de la otra parte el desarrollo del propio proceso. Poniendo toda la atención en llegar a acuerdos con España nos colocábamos en sus manos, pues la capacidad de maniobra y veto de un Estado es infinitamente superior a la del movimiento de liberación. La mentira, la manipulación, la propaganda, la disponibilidad a incumplir los acuerdos firmados les daba una posición de ventaja. Eso únicamente podía ser neutralizado implementando acción política, activación social y movilización de masas. No teníamos más capacidad disuasoria frente al Estado, por lo que el feliz desarrollo del proceso quedaba en gran medida en las maquinaciones de la otra parte.

Del análisis del camino hecho derivaba una gran enseñanza: La posibilidad de realizar movimientos unilaterales desde nuestro propio diseño táctico privaría al Estado de su inicial posición de ventaja, lo que unido a la activación de la sociedad y a la presión social y política podría alterar radicalmente las condiciones del desarrollo del proceso. Podría incluso generar unas condiciones tales en las que fuera el propio Estado quien acabara llamando a la puerta que antes renegó. La cuestión era, pues, cambiar los parámetros de tal manera que la otra parte se fuera sintiendo tan incómoda que se viera obligada a mover por pura supervivencia política. Una unilateralidad que no consiste en dar pasos hacia sus posiciones sino que ellos se vean en la necesidad de acercarse. Esto es muy importante no olvidar.

Tras el fracaso del último intento negociador, hace ya siete años, el Estado vio posibilidades de acabar con el MLNV, profundizando en las políticas de apartheid, de represión, de arrancar las raíces de la izquierda abertzale en la sociedad vasca. Y a ello se lanzaron a una ofensiva general contra el conjunto de la izquierda abertzale a modo de «solución final». Buscaban una tesitura en la que no pudiéramos realizar avance político alguno porque cada movimiento sería abortado por el Estado. En paralelo, las inquietudes nacionales de la sociedad vasca serían amortiguadas y gestionadas por el denominado «nacionalismo democrático». Este venía a ser el escenario diseñado por los estrategas españoles para, primero, neutralizar al movimiento independentista y, segundo, restringirlo a la marginalidad simbólica, al folclore superado.

Adoptar por parte del conjunto de la izquierda abertzale la renovación táctica de la unilateralidad representó ese «movimiento inesperado» que descolocó radicalmente las pretensiones del enemigo, cambió los valores de la situación e hizo que quienes estábamos en posición desfavorable pasáramos a estarlo en favorable, obligando al resto de los agentes del escenario político a tener que recolocarse en el nuevo tablero. Exito de la táctica.

A pesar de ello, hay quienes sostienen que la unilateralidad no es más que el último oxígeno del agonizante, el postrero recurso del derrotado para evitar la humillación y el oprobio. Dos motivos principales hacen añicos esa afirmación. El primero es una evidencia clamorosa que ni la propaganda masiva puede diluir: Si ETA hubiera sido militarmente derrotada no sería necesario tenerlo que proclamar de manera tan cansina. Si insisten tanto será por aquello de intentar convertir una mentira en verdad a base de repetirlo. Y es que a un movimiento armado le es suficiente con resistir, mientras que el Estado debe aniquilar para poder considerase vencedor. ETA jamás buscó ni la toma del poder ni liberar territorio, únicamente la búsqueda de condiciones políticas favorables para el desarrollo de un proceso de liberación nacional y social. Cuando se considera que se dan las condiciones favorables, la organización puede abandonar la acción armada sin por ello haber sido derrotada.

La segunda evidencia es que en la actualidad el independentismo vasco está en las mejores condiciones políticas de su historia y Euskal Herria en el camino debido hacia su emancipación. Así pues, la renovación a la unilateralidad por parte del conjunto de la izquierda abertzale es el fruto de un profundo análisis de la realidad en relación a las condiciones del movimiento independentista y de las coordenadas de la sociedad vasca del siglo XXI.

En los actuales parámetros hay que ir desarticulando las posibilidades de veto y de condicionamiento del Estado, disolver su bloqueo. La unilateralidad es básica para ello. La unilateralidad quita comodines a Madrid, coloca el foco protagonista en la sociedad vasca y neutraliza el chantaje, no dejándoles más camino que aceptar la voluntad de los vascos, o la imposición y la violencia. La unilateralidad despoja de disfraces al Estado, que se ve obligado a mostrarse con su auténtica cara.

Los pasos unilaterales ha ido desmantelando la planificación española respecto a Euskal Herria, y ha producido movimientos de calado que han provocado convulsiones en el seno de las partidos.

Así, buscaban la ruptura en el conjunto de la izquierda abertzale, y la nueva situación ha roto al propio partido del Gobierno español, colocándole en situación de cautividad política al ser rehén de sus pulsiones ultraderechistas y antivascas. Buscaban rompernos, sí, y se han roto ellos condicionados por los cuervos criados en el nido de la gaviota. Estos cuervos son los que están asfixiando al PP vascongado, llevándole al desfiladero. Eso es también un éxito de la unilateralidad; quien no apuesta de forma activa por el nuevo tiempo va cayendo en la marginalidad política. Es lo que deseaban para la izquierda abertzale y han caído en su propia trampa; no contaban con que nosotros cambiáramos todos juntos y bien. Y así lo hemos hecho, aunque a veces nos falle un poco la paciencia.

En Nafarroa también se ha dado la vuelta a la situación y Barcina, sin sus cuentos «terroristas», ya hemos visto que no es nada, aunque se mantenga agarrada al puesto. Aun así, Barcina aparece como lo que siempre fue, una arribista burgalesa que vio en Nafarroa un buen terreno con posibilidad de negocio. El nuevo tiempo en Euskal Herria va a ser el final del «Barcinato» y del régimen de UPN.

Las patologías españolas también empujan al PSN al abismo. Si se sigue sometiendo a Madrid ya puede darse por amortizado en Nafarroa porque ni su propia gente entenderá semejante vasallaje. Paradojas de la nueva situación; si toman ellos el timón, los pasará por la quilla en Ferraz. Mala papeleta para el PSN. Mientras, sus colegas del PSE parecen adaptarse al nuevo escenario con más habilidad y visión de futuro. Veremos qué sucede cuando lleguen al punto de fricción del «interés de Estado». Que llegará.

El PNV se mueve a todas las bandas buscando ser el centro de gravedad y transmitir la imagen de que están de lleno en un proceso de normalización y paz. Sea por lo que fuere, la unilateralidad también ha hecho que el PNV se reubique; y con él, el lehendakari y su Gobierno. Se enfocan hacia el camino debido; veremos si lo transitan. En parte, dependerá de nosotros.

Como vemos, los movimientos unilaterales generan cambios ineludibles que provocan nuevos cambios que facilitan la posibilidad de dar nuevos pasos. Es el movimiento que genera movimiento y que nos ha colocado al conjunto de la izquierda abertzale en situación de ventaja y a Euskal Herria en el camino de la libertad.

Si alguien sigue pensando que la unilateralidad es el estertor del desahuciado no es que no entienda nada, es que hay algo que no le deja entender. Nosotros a lo nuestro, a seguir avanzando; con paciencia, pero adelante.

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