Félix Placer Ugarte
Teólogo

Las coordenadas de las guerras

La cruenta conflagración bélica entre Israel y Hamás acapara la atención mundial por su gravedad y urgencia de consecuencias incalculables. Pero no solo Palestina es escenario trágico de una cruenta masacre. Teniendo en cuenta la guerra de Ucrania que continúa su escalada, los conflictos en África que se extienden y acrecientan y las tensiones en el sureste asiático, hacen que el mundo camine por una pendiente bélica acelerada de resultados imprevisibles. Tampoco pueden olvidarse las miles de muertes diarias por hambre y marginación de poblaciones sumidas en una pobreza extrema. No son víctimas de una guerra declarada, pero están causadas por el expolio y desigualdad de los países ricos.

Nos encontramos en una espiral de guerras y enfrentamientos que no son aislados, regionales, sino relacionados por coordenadas que los mantienen y acrecientan. En consecuencia llegamos a la constatación de que hoy las guerras no son locales solamente, sino globales; afectan a toda la humanidad creando una situación de inseguridad e inestabilidad que desemboca en enfrentamientos permanentes, especialmente trágicos para los pueblos arriba indicados y, en estos días, de extrema gravedad para Palestina.

Sin duda esta situación y los crímenes de guerra impunemente perpetrados en estos lugares exigen una actuación inmediata de alto el fuego, de corredores humanitarios, de liberación de rehenes, de diálogo y negociación. Pero no es suficiente ni honrado limitarse a estas respuestas imprescindibles de emergencia. Menos aún asumir un papel de observadores que se creen imparciales e incluso pasivos pensando que estas guerras no son nuestras. Las manifestaciones a favor del pueblo palestino representan y simbolizan, sin duda, una creciente y muy positiva conciencia popular, pero es necesario avanzar mucho más.

Hay que afrontar sus causas, que nos afectan a todas las personas y pueblos, porque dependemos de unas coordenadas que es urgente cambiar desde básicos principios éticos y de derechos humanos. Están entrelazadas generando una situación permanente de conflicto, a veces oculto, pero activo; disimulado, pero real y, en estos días, con consecuencias especialmente trágicas.

Cuando la OTAN se expande, cuando Rusia invade territorios de Ucrania, cuando Israel se enfrenta a Hamás hasta el genocidio de un pueblo, están respondiendo no solo a unas razones que cada parte estima legitimadoras de sus acciones, incluso criminales. Van más allá de lo que puede entenderse como justificada defensa. Lo mismo puede decirse también cuando países africanos son víctimas de guerras que arrasan sus economías y les sumen en una pobreza endémica, y cuando el hambre mata miles de personas diariamente. En la raíz de estas situaciones se entrelazan coordenadas que pueden considerarse como las causas básicas de la situación bélica. A mi entender, son las siguientes.

En primer lugar, la economía neoliberal que ha globalizado un mundo regido por el beneficio excluyente, generando desigualdades extremas, como nunca ha habido en la humanidad. Comenzó con los primeros pasos del capitalismo iniciado antes de las teorías de Adam Smith y Milton Friedman provocando el libre enriquecimiento y los medios para conseguirlo, entre los que el colonialismo fue uno de los más productivos en África, América Latina y Asia. Hoy el capitalismo ha evolucionado generando lo que Nancy Fraser denomina en su libro «capitalismo caníbal» (2023) que devora pueblos, y riquezas naturales. Sus finanzas ordenan el mundo e impulsan un orden social basado en la dependencia y desigualdad, en el crecimiento ilimitado; arrasan la naturaleza a la que convierten en mercado barato para un beneficio sin frenos de quienes más poseen. Esta economía de la exclusión e iniquidad mata, afirma el papa Francisco.

Los Estados hegemónicos, de motivaciones imperialistas, son la segunda coordenada que se entrelaza con el capitalismo. Su obsesión es dominar estratégicamente el planeta como garantía de su autoafirmación soberana. Su crecimiento se apoya en el decrecimiento de los otros y en la selectiva acumulación de riqueza a costa de la pobreza de la mayoría. Su identidad hegemónica se realiza en la medida en que dominan. Para ello el armamentismo es su principal garantía y negocio en la que invierten ingentes cantidades de dinero que alimenta el capital y provoca guerras para utilizarlo y garantizar su rendimiento.

La tercera coordenada, que enlaza las anteriores, está conformada por las ideologías de poder y dominio que legitiman la estrategia política de los Estados y el ‘orden’ capitalista, su belicismo imperialista, su progreso ilimitado, su racismo y xenofobia, la desigualdad y el patriarcalismo y, por supuesto, su apartheid que construye los nuevos guetos. Estas ideologías, en determinados casos, están movidas por fundamentalismos religiosos que hacen de sus dioses ídolos a los que inmolan pueblos y personas.

Estas tres coordenadas controlan nuestro mundo actual y su proceso que hoy tienen en la tecnocracia su instrumento más poderoso para sus planes estratégicos. En este contexto sistémico está la explicación de la irracionalidad bélica que asola el mundo, deteriora la naturaleza y nos conduce a las puertas de un infierno de odios y mutua destrucción. Y esta red de coordenadas nos implica a todos donde, en especial, como denuncia Yanis Varoufakis, exministro de finanzas en Grecia, «los criminales somos nosotros, los europeos, todos y cada uno de los miembros de nuestra sociedad, alemana, francesa, griega, o de los Estados Unidos. Nosotros hemos participado en este crimen contra la Humanidad a lo largo de decenas de años, al mantener la boca cerrada mientras no hubiera líos por allá abajo, mientras la gente muriese lejos del alcance de las cámaras, mientras fueran los palestinos los que morían y no los ocupantes».

Ante esta situación no podemos ser observadores pasivos y, menos aún, imparciales. La responsabilidad de las tres coordenadas nos implica a personas, pueblos y estados. Nos plantea desafíos que exigen cambios sustanciales como son la reforma del sistema de finanzas internacional dirigido por el FMI y el BM y las multinacionales cuyos intereses controlan sus movimientos para su beneficio. Es preciso caminar hacia una solidaridad incluyente, en especial con los países más pobres. Promover una economía verde para lograr un equilibrio entre progreso y naturaleza. Transformar los Estados prepotentes en Estados multilaterales de políticas solidarias, proponer y asumir ideologías desde los valores de la convivencia, de los valores humanos individuales y colectivos, de la justicia social.

Se anuncian dos encuentros importantes para avanzar en este proceso trasformador. La COP28 para este próximo diciembre y la Cumbre de Futuro para septiembre de 2024. Hasta ahora estas y otras reuniones de alto nivel han conseguido resultados insuficientes, decepcionantes. Ahora las expectativas son especialmente apremiantes. La presión social debe incrementarse, exigir y practicar pasos decisivos hacia un mundo diferente, guiado por las coordenadas de la solidaridad, de la igualdad, de la justicia, para la construcción de la paz.

Gerrarik ez, elkartasun eta justiziaren bidez.

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