José Luis Úriz Iglesias
Exparlamentario y exconcejal del PSN-PSOE

Las derechas se echan al monte

Nací hace 75 años en la calle Ferraz 70 de Madrid, actual sede del PSOE. Jugué de crío por esa calle y por el parque de Rosales junto a mi amigo de entonces Patxi Andión, que nació en el número 68.

Jamás imaginé llegar a ver las imágenes del pasado martes a la tarde-noche. Me produjeron impacto primero, después indignación y por último una profunda preocupación.

Observar la realidad es lo que me queda para el tramo final de mi vida, observarla y reflexionar sobre ella desde una posición serena y a veces objetiva.

Pero esta vez voy a dejar esa imparcialidad colgada en la puerta de este artículo, porque la actitud de esos energúmenos en las puertas de la casa en la que nací me da derecho a ello. Seré, pues, subjetivo, incluso radicalmente subjetivo.

Ya estaban dando las derechas, la derecha extrema y la extrema derecha, síntomas en los últimos tiempos de profundo cambio.

Habitualmente consideran que el poder es suyo, que viene dado de manera natural, incluso divina y cuando se dan cuenta de que la democracia consiste en que a veces es del otro, de la izquierda, porque obtienen más votos, claman contra un resultado que consideran antinatural.

Pero en esta ocasión la aparición en escena de Vox los ha llevado no solo a clamar, sino que incluso a ladrar y a morder. Han sacado públicamente al dóberman que llevan dentro y que ya conocimos lamentablemente en la época dorada de Aznar, su líder e ideólogo de la revuelta en esta ocasión.

Quizás la izquierda haya sido de nuevo ingenua al no detectar esos síntomas que nos iban avisando de lo que venía.

Si había alguna duda deberíamos guardar las terribles imágenes de ese martes 7 de noviembre, casualmente cuando se cumplía el mes de la masacre de Hamás en Israel.

Las derechas se han echado al monte, término empleado para reflejar posiciones radicales y de ruptura, sin ningún freno. Se les ha caído la careta, alentadas por Aznar y sus discípulos Isabel Díaz Ayuso y Miguel Ángel Rodríguez siguiendo las directrices de Steve Bannon. A partir de ahora ya nada será lo mismo.

Lo que sucedió esa tarde-noche recordaba mucho a las imágenes que vivimos en Euskadi y Navarra un tiempo felizmente pasado, incluso a las de Catalunya en 2017. Son paradojas del destino, los extremos acaban tocándose.

Pero en esta ocasión alentadas, probablemente dirigidas por quienes deberían ser un ejemplo democrático, el PP.

Es cierto que no han dado la cara como sí lo han hecho Vox y Falange, o Desalojo, pero algunos, entre ellos su máximo líder Feijóo, han callado, otros como Cuca Gamarra, o Semper (quién te ha visto y quién te ve Borja) han sido calculadamente ambiguos y algunos como Ayuso se han puesto directamente a la cabeza sin ningún pudor.

Todo ello jaleado también sin pudor por sectores de los medios de comunicación, económicos, judiciales e incluso religiosos.

Haríamos mal los demócratas de este país, seamos de derechas o de izquierdas, en no darle la importancia que tiene este hecho.

Las derechas directamente se han echado al monte con intenciones perversas de subvertir nuestra democracia.

Y esa es la clave, se trata ahora de salvar esa democracia que a algunos tanto nos costó conseguir.

Va a tocar de nuevo defenderla, activar la luz roja de peligro y ponernos manos a la obra para frenarles. «No pasarán!», gritaban en mi ciudad mis antepasados. Pasaron, pero ahora debemos aprender de los errores cometidos para que esta vez no lo consigan.

Quizás haya que realizar una labor didáctica para conseguir que el PP de Feijóo, el de Ayuso está ya perdido para la causa, vuelva a la senda democrática. Les necesitamos en esta batalla porque si los del martes se salen con la suya también les engullirán a ellos.

Resulta cuando menos curioso que en Euskadi y Navarra conseguimos atraer a Batasuna a esa senda democrática, en Catalunya también a ERC y CiU y ahora nos aparezca el mismo problema con el PP.

Intentar no significa conseguir. Habrá que hacerlo, pero si no lo conseguimos deberemos hacerlo con nuestras propias fuerzas, sin un paso atrás, todas y todos codo con codo.

Deberemos «dejar pelos en la gatera» para defender nuestra democracia. Los discrepantes en el seno de Sumar y PSOE aparcando sus diferencias, los independentistas entendiendo que debemos avanzar con sumo cuidado y que a veces, como decía Marcelino Camacho, es conveniente avanzar dos pasos hacia delante dando uno atrás, porque se consigue ir uno por delante, evitando el riesgo de retroceder de un golpe 4 o 5. Era muy sabio Marcelino.

Vivimos tiempos de riesgo, de mucho riesgo, utilicemos la sabiduría y la mesura en tiempos de radicalidad, siempre desde luego con valentía.

Veremos...

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