Mafalda Carvalho Cardoso
Alumna de UPV/EHU, Licenciada en Ciencias Politicas (Universidade de Lisboa), doctoranda de Filosofía (Universidade do Porto)

Lenguaje inclusivo (parte II)

En una estructura semiocapitalista «saturada de identidades» que buscan ser nombradas (o bien no existen), el valor reside en la creación «fordista» de significados, convirtiéndonos en sujetos que trabajan para producir nuevos significados y no para resignificar. Los situacionistas analizan estas cuestiones en el espectáculo/simulacro− hiperrealidad, en un juego de distorsión de la realidad, de cómo la verdad se diluye y la gente llega a aceptar falsas representaciones como realidad. Y eso es en lo que no queremos que se convierta el lenguaje inclusivo, bajo el signo de la apropiación por parte del capitalismo. Porque no queremos que las identidades no binarias queden «atrapadas» en un sistema de reconocimiento que piensa de forma binaria, mientras se intenta crear una categoría externa que indique la existencia de otros sistemas de género para convertirla en una categoría más del sistema binario sexo/género. Porque el semiocapitalismo nos crea ese abismo de vivir entre lo permitido y lo posible, es decir, entre el deseo de cambiar el orden simbólico que es productora de la verdad y la falta que tenemos de igualarnos en lo «real», o sea, de cambiar la verdad. Y es un efecto dominó, la creencia de que al cambiar la verdad dada por el orden simbólico, cambiamos la existencia, que a su vez cambia nuestro reconocimiento y visibilidad.

Y creo que en este debate, lo que me parece central y lo hemos discutido es la idea de sacudir el sistema, aunque no sé hasta qué punto tiene implicaciones materiales. Pero sabiendo, por cierto, que ya estamos cambiando algo en lo simbólico, que a su vez cambia algo en la producción de «verdad». Y es la producción de verdad lo que determina la realidad en este mundo espectacular/del espectáculo. Creo que con la feminización del lenguaje lo estamos afirmando, estamos resignificando las palabras (claro que también hay otro debate cuando la resignificación se hace para excluir, como hace la derecha política ayusina). Porque la feminización y el uso de la «-e» pueden ser gestos glotopolíticos, es decir, sacuden lo simbólico, y creo que de eso se trata: sacudir lo simbólico, abrir la posibilidad de hablar de ello (aunque sea en un espacio-tiempo determinado, aunque sea temporal), afirmar la «abyección/absurdidad/ridículo» que el semiocapitalismo margina e ignora, es decir, sermos «absurdas» en más sentidos que simplemente nombrar a las mujeres y a las identidades no binarias, sino incluirlas e incluirnos. Y es importante ser absurda. Creo que un cambio en lo simbólico no garantiza un cambio en lo real, no se materializa en mega soluciones/fórmulas mágicas que perseguimos como «verdad», pero algo estamos haciendo y me recuerda mucho a Audre Lorde cuando habla de utilizar los instrumentos del sistema normativo, del «amo», del «padre», para subvertirlo y transformarlo. Creo que, en esencia, todo lo que hemos estado debatiendo son cuestiones muy complejas y si, dentro de un orden simbólico binario, que sigue siendo paternal, el género neutro está siendo infrarrepresentado como una categoría más dentro del sistema binario y, al utilizar la «-e», ¿se nos está invisibilizando como mujeres, aunque formemos parte del sistema binario de sexo/género, o estamos hablando de «-e» y existe una preocupación social porque se está invisibilizando a los hombres y a su categoría heteronormativa de cisgénero y por eso están preocupados?

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