Jesús González Pazos
Miembro de Mugarik Gabe

Los medios de (des)comunicación en América Latina

Serán precisamente los medios de comunicación masiva los que van a ir llenando ese vacío político y social hasta el punto de asumir la dirección en gran medida de la que se constituirá como oposición a los gobiernos de izquierda en todo el continente o como refuerzo de aquellos otros que permanecen en el marco neoliberal.

Los medios de comunicación masiva en América Latina comparten con los del llamado mundo occidental las dos principales características que hoy les definen. De una parte, su alta concentración en cada vez menos manos, conformando auténticos oligopolios mediáticos; de otra, la homogeneidad ideológica para la defensa del sistema neoliberal.

Sin embargo, esos mismos medios latinoamericanos comparten entre ellos y de forma especial durante las últimas dos décadas, una característica más, específica del continente. Ante los nuevos escenarios de gobiernos de izquierda que se operan desde los primeros años del siglo XXI los medios de comunicación tradicionales desarrollarán una beligerancia extrema para con estos últimos. Se reconvierten y asumen el rol de oposición política en un claro desbordamiento de sus funciones comunicativas e informativas, sustituyendo en gran medida a las fuerzas hegemónicas hasta entonces del sistema, ahora desubicadas, descolocadas ante los profundos cambios que se producen en ese escenario continental.

La implantación de medidas que cierran en alto grado el ciclo del neoliberalismo suponen profundas reformas institucionales y sociales (asambleas constituyentes, recuperación pública de sectores productivos, extensión de derechos) que hacen tambalearse al propio sistema dominante durante las últimas décadas. Son momentos de emergencia de nuevos movimientos sociales (indígenas, campesinas, barriales, feministas) y de novedosos liderazgos políticos, que alterarán totalmente la escena geopolítica del continente. Por otro lado, aquellos sectores que fueron dominantes durante las décadas precedentes, las élites económicas oligárquicas y la llamada clase política tradicional defensora del sistema neoliberal y capitalista, entran en una fase de desarticulación, de rencillas, de desorientación, resultado del fracaso de sus postulados neoliberales que no han provocado sino un empobrecimiento brutal de las grandes mayorías.

Y serán precisamente los medios de comunicación masiva los que van a ir llenando ese vacío político y social hasta el punto de asumir la dirección en gran medida de la que se constituirá como oposición a los gobiernos de izquierda en todo el continente o como refuerzo de aquellos otros que permanecen en el marco neoliberal. A partir de aquí, es fácil entender el clima de polarización, de enfrentamiento que se irá articulando desde estos medios hacia todas las medidas transformadoras que se vayan implantando y hacia la globalidad de estos nuevos gobiernos, y todo ello desde una evidente defensa de clase y de sus intereses económicos e ideológicos.

De esta forma, a la par que se operativizan todo tipo de acciones contra estos gobiernos (sabotajes a la economía, boicot diplomático, los golpes de Estado blandos…), serán los medios de comunicación los que jueguen un papel determinante para generar ambientes de convulsión social, de desgaste, de manipulación de la opinión pública e incluso dirigiendo las orientaciones precisas para articular esas acciones antes señaladas y reconstruir las opciones derechistas y/o socialdemócratas, neoliberales ambas, a fin de recuperar el statu quo anterior. La agresión informativa y comunicacional entra así en una fase importante, jugando un papel esencial en la lucha política y parapolítica contra los gobiernos progresistas y los movimientos sociales que ahora ocupan un lugar protagonista en la escena de los diferentes países. Veamos algunas de sus líneas de acción en este objetivo.

Serán estos medios, entre otras acciones, los que junto a europeos (españoles especialmente) y norteamericanos inician procesos de diferenciación entre «gobiernos buenos», los más afines al modelo como México, Colombia, Perú; y los «gobiernos malos», aquellos que mayor cuestionamiento hacen al sistema hasta entonces dominante, como Venezuela, Bolivia, Ecuador, Argentina. Todo para malograr los intentos de integración latinoamericana.

Una acción más, perfectamente coordinada, será la focalización de los ataques. Se coloca con preferencia en el punto de mira no a los gobiernos, parlamentos o movimientos, sino a los diferentes liderazgos. De esta forma, resulta más fácil manipular el imaginario colectivo, mediante la proliferación de artículos y editoriales, que señalan al líder como tirano, loco, ignorante o corrupto aún sin pruebas objetivas que sostengan estas acusaciones. Por lo tanto, el proceso que este dirija quedará igualmente contaminado y descalificado.

Ligado a todo ello, en ese mismo intento machacón por focalizar los liderazgos, está la calificación de populistas. Aunque difícilmente habría una definición mayoritariamente aceptada de este término, se teje un halo de negatividad sobre quienes se dice que lo practican. Se habla así de los líderes de izquierda como populistas y como políticos irresponsables, demagogos, sin contenidos ideológicos claros, con actuaciones y discursos que apelan solo a la pasión y emoción de «las masas» y no a las ideas y a la razón. De esta forma, los medios de comunicación tradicionales, consiguen dirigir sus ataques contra las características personales de estos liderazgos y evitan entrar en análisis rigurosos y en la disputa narrativa sobre la validez o no de las políticas sociales o económicas que estos gobiernos tratarán de instaurar.

Estos son, en gran medida, algunos de los nuevos roles asumidos por los medios de comunicación masiva en América Latina en los últimos tiempos; además del ataque sistemático contra las medidas políticas y económicas que estos procesos toman en un cuestionamiento profundo del anterior régimen neoliberal. Teniendo esto muy en cuenta se puede entender mejor algunas de las circunstancias y coyunturas de los diferentes procesos que el sistema hoy teje y entreteje, con la complicidad de los medios de comunicación tradicionales, para recuperar el papel dominante perdido en las sociedades latinoamericanas.

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