Luchar contra la impunidad del pederasta aunque hoy sea obispo
Cuando todo parecía indicar que los casos de pederastia en la Iglesia del Estado español se produjeron casi en exclusiva hace ya más de 50 años, en los 1950-1970, y algunos de sus casos han ido aflorando, el escandaloso episodio de un sacerdote pederasta que en su día fue nombrado Obispo nos sitúa en tiempos más modernos cuando ya creíamos superados. Nos referimos al caso del hoy Obispo de Cádiz, Monseñor Rafael Zornoza, de 76 años, cuyas actuaciones pederastas las protagonizó cuando era sacerdote y director del Seminario en Getafe (Madrid) y tenía 45 años.
El Vaticano ha abierto una investigación contra el citado obispo por presuntamente agredir sexualmente a un menor de manera continuada, desde los 14 a los 21 años, en los años 90, cuando el prelado era sacerdote en Getafe y rector del seminario de la diócesis.
La denuncia la hizo hace unos meses un exseminarista, ya con mayoría de edad. La presentó ante el Vaticano en su Dicasterio para la Doctrina de la Fe que dio credibilidad y ordenó abrir una investigación. Esta pasó por el arzobispado de Sevilla, quien la desvió al Tribunal de la Rota perteneciente a la Nunciatura española. Ninguno de estos organismos de la Iglesia decidió suspender la actividad del Obispo denunciado.
Se trata del primer caso que el Vaticano ha abierto una investigación contra un prelado acusado de abusar a menores, aunque los protagonizó antes de serlo. La diócesis de Cádiz, no el Obispo investigado, dijo que las «acusaciones son graves y falsas» y anunció la suspensión de su agenda. El Presidente de la Conferencia Episcopal Española, Luis Argüello, manifestó, sin embargo, que «si el Vaticano ha iniciado una investigación es porque concede verosimilitud a la acusación».
La pederastia en la Iglesia, siempre de la mano de sacerdotes o religiosos en puestos relevantes, directores espirituales, rectores de seminario, tiene que ver con la potestad abusiva desde posiciones de superioridad y con la impunidad con la que se creían actuar escudándose en el miedo a la denuncia por parte de sus víctimas y convencidos de que nunca lo harían. Miedo por tener que contar temas tan horribles y repugnantes como los abusos sexuales y miedo por las consecuencias que su denuncia podría causar cuando, como en este caso, se trata de que, años después de aquellos abusos, son personajes relevantes en la sociedad como es un obispo. Esa es una de las razones por la que las denuncias de los abusos sexuales se producen años después de haberlos padecido.
De hecho, la mayor parte de los casos denunciados en estos últimos años se registraron mucho tiempo después de las actuaciones pederastas. Quien suscribe denunció sus abusos sexuales en el Seminario de Derio 64 años después de haberse producido. El contexto histórico, la concepción de la sexualidad, la falta de conciencia siendo aún menores, el miedo a las consecuencias de una denuncia pública tuvieron que ver con ello. ¿Quién le iba a decir a Monseñor Zornoza que, quince años después, y ya nombrado obispo, alguien le iba a denunciar por presuntas actuaciones pederastas?
Precisamente esa presunta impunidad en la que creía estar el actual Obispo de Cádiz es lo que sin duda le llevó a aceptar en su día ser nombrado Obispo. Si no fuera por esa impunidad, ¿cómo se entendería que hubiera aceptado tal cargo episcopal con toda esa mochila de abrazos, besos, manoseos, pederastas e incluso de acostarse con su víctima?
Este hasta ahora último caso conocido plantea que la pederastia en la Iglesia no es algo del pasado. Y en consecuencia puede haber muchos casos más que no trascienden porque sus víctimas no se atreven a denunciarlo.
Esas situaciones, sin embargo, tienen también sus consecuencias en la práctica de la persecución de la pederastia. Sus protagonistas son los primeros en luchar para que sus abusos no trasciendan y por ello ocultan también otros conocidos por ellos mismos. Tapando, silenciando, encubriendo otros casos, creen que se defienden así mismos, ya que sus actividades no trascenderán.
Así, según informes de "El País", el rotativo que más ha llevado la investigación de la pederastia en la Iglesia del Estado español en estos últimos años, ha sido la diócesis de Cádiz una de las que ha sido más remisas a aportar datos de la pederastia en su territorio. No será casualidad esa circunstancia, si, como parece, se demuestra que el citado Obispo fue un pederasta cuando ejerció de rector del seminario y ahora, investigado por ello, es obispo.
Ante la ola de casos de pederastia, la Iglesia del Estado español, con la excepción del obispo de la diócesis de Bilbao, Joseba Segura, ha mirado a otro lado. Se ha negado a abrir investigaciones. Siempre se ha negado a responder por qué no se investiga a decenas de obispos y cardenales acusados de encubrir abusos sexuales, aunque hasta lo confirman resoluciones judiciales.
Eso, sin embargo, no solo se produce en el resto del mundo. También en el Estado español hay una lista de 61 obispos, arzobispos y cardenales acusados de haber tapado, silenciado o encubierto casos de pederastia en sus diócesis. En esa lista, ¿casualidad?, figura también el obispo de Cádiz investigado, Rafael Zornoza, por no comunicar a las autoridades, tal como indica la ley, dos casos de abusos que la diócesis recibió en 2010 contra dos sacerdotes por abusar de al menos 16 menores.
Ante esta situación se impone un llamamiento a toda la población para que, si tienen constancia de actuaciones pederastas, lo denuncien públicamente. Hacerlo es defender a sus víctimas y perseguir a sus verdugos, sean quienes fueren, aunque como ahora su presunto protagonista haya llegado a ser obispo. Callarse, silenciarlo, taparlo es favorecer que la pederastia avance. Y ser cómplices.
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