Unai Fernández de Betoño
Parlamentario de EH Bildu

¿Macrorregión? ¡Macrodimisión!

Si reconocieran su culpa en la pésima gestión de la infraestructura más cara de la historia de este país, sin duda deberían dimitir.

Imagínate que eres lehendakari de la CAPV y que desde hace más de diez años ya hay organizada una macrorregión que te incluye, que se llama Eurorregión de Nueva Aquitania-Euskadi-Navarra. Imagínate que tienes un problema con un tramo de tren situado dentro de esa macrorregión. ¿Qué harías? Evidente: intentar encauzar el problema dentro de ese marco de cooperación transfronteriza.

¿Pero qué ha hecho Urkullu? Como no le hacen ni caso dentro de esa macrorregión, y como cada vez son más los alcaldes de esa macrorregión contrarios a la construcción de una nueva plataforma del TAV... ni corto ni perezoso, ¡ha exigido que se monte otra macrorregión!

Y, encima, se junta con su amigo Revilla y con los presidentes de Asturias y Galicia... para pedir una línea de TAV en Ipar Euskal Herria... que seguramente nunca llegue a Santander y que, sin duda, jamás llegará a Asturias y Galicia. ¡Menudo montaje propagandístico! Y menudo empujón a la construcción nacional... española.

Hay que disimular y tapar, aunque sea de esta manera tan burda, la gran metedura de pata del TAV. Porque el hecho de que Francia haya decidido no invertir un solo euro en la nueva plataforma del TAV entre Dax y Hendaia antes de 2042, según un informe del Ministerio de Transportes de diciembre de 2022, es un auténtico torpedo a la línea de flotación de la “Y Vasca”. Deshace la mayor idea-fuerza del TAV vasco: esa infraestructura supuestamente moderna que nos debía conectar a gran velocidad con la Europa continental.

Tras la constatación de que el TAV no moverá mercancías de Jundiz hacia el sur, y viceversa, la noticia de que la “Y Vasca” no tendrá conexión en alta velocidad con París antes de 2042 es un auténtico escándalo. Un despropósito mayúsculo. Porque el esfuerzo económico que va a suponer la “Y Vasca”, unos 10.000 millones de euros, se había justificado, sobre todo, en base a esas dos premisas: mercancías y Europa. Y ni uno, ni lo otro.

Y aquí no dimite ni el Tato.

Porque parece que la culpa siempre es de otros. Lo de las mercancías... culpa de España. Lo de Dax-Hendaia en 2042... culpa de Francia y de la UE. Lo de que enseguida se cumplan ya diecisiete años de obras y que la fecha de finalización siempre sea dentro de cinco años... culpa de ETA. Lo de los brutales sobrecostes y las constructoras que quiebran tras adjudicarles las obras con bajadas temerarias... culpa de la crisis de turno. Lo de las estaciones provisionales, los manantiales secados, las cuevas con restos paleolíticos atravesadas, la estación en un municipio de solo seiscientos habitantes y demás desastres... culpa de la complejidad de la obra, de la dificultad de la orografía, de la climatología adversa... Culpa de lo otro o del otro, siempre del otro.

La culpa nunca es del PNV-PSE. Nunca.

Porque, si reconocieran su culpa en la pésima gestión de la infraestructura más cara de la historia de este país, sin duda deberían dimitir. Y la lista sería tan larga, que, aunque nos ciñéramos solo a los cargos políticos en activo, no sería una simple dimisión: sería toda una macrodimisión.

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