Félix Placer Ugarte
Teólogo

Más que una huelga

El sentido y alcance de esta huelga va más allá. Denuncia las causas que generan el deterioro de la vida social, las desigualdades crecientes, el cambio climático, las políticas de inmigración

Las razones y motivos que razonan e impulsan la huelga general convocada para el próximo 30 de enero por la Carta de los Derechos Sociales - Euskal Herriko Eskubide Sozialen Karta con sindicatos y movimientos sociales y de pensionistas, van adquiriendo cada día más peso y contundencia. Como todo proceso que apunta hacia un cambio radical, esta dinámica huelguista, a la que se adhieren sindicalistas y trabajadores de todo el Estado, ha encontrado también oposiciones políticas y de sindicatos estatales que la califican de inoportuna, sin justificación, sectaria y precipitada; opinan que deteriora la unidad del movimiento de pensionistas; el Gobierno Vasco se niega a dialogar con ELA y LAB.

Sin embargo, en medio de esta lucha dialéctica, la convocatoria se mantiene y refuerza para lograr las reivindicaciones de pensionistas, para avanzar hacia un trabajo y condiciones de vida dignos, exigencias ineludibles hoy para nuestros gobiernos autonómicos y para el iniciado Gobierno español de coalición. Son, sin duda, totalmente urgentes para asentar las bases de un bienestar común y la dignidad para todas las personas, sin injustas desigualdades, a fin de caminar hacia la soberanía en el cambio social.

Pero el sentido y alcance de esta huelga va más allá. Denuncia las causas que generan el deterioro de la vida social, las desigualdades crecientes, el cambio climático, las políticas de inmigración, cuyas raíces están en la injusticia social, en una riqueza no compartida y en la explotación de una tierra para beneficio de unos pocos.

El capitalismo, razón última de esta situación, persiguió desde sus inicios y consiguió lo que Karl Polanyi denominó «gran transformación» convirtiendo todo en mercado regido por la competitividad y beneficio económico a costa de personas y cosas. Este sistema, reformulado neoliberalmente por Milton Friedman, ha generado riqueza para una minoría y pobreza para la mayoría. Ha sometido la humanidad a una economía inhumana supeditando lo político a lo económico-capitalista. Conduce al hundimiento de valores en aras de un individualismo exacerbado. Destruye de forma sistemática la sostenibilidad del planeta y provoca una imparable crisis ecológica de consecuencias mortíferas para la mayor parte de la humanidad: para su alimentación, cultura, convivencia y hábitat. Aboca a un darwinismo social y ecológico. Nos ha introducido en la situación de desigualdad estructural más negativa de la humanidad.

Sus consecuencias han llegado a alarmar al mismo capitalismo y a los mecanismos que las han generado. El sistema económico globalizado se está planteando cambios cualitativos. Así esta ocurriendo estos días en Davos, lugar anual de encuentro del Foro Económico Mundial. Intenta poner a examen el capitalismo que, para algunos participantes, ya no es sostenible. Según Úrsula von der Leyen, presidenta de la Comisión Europea, «hemos venido aquí hoy para discutir, debatir y comprometernos con soluciones y nuevas alianzas, para combatir el cambio climático, reforzar el crecimiento incluso y para garantizar la paz y la prosperidad para todos… lograr un modelo europeo de economía social de mercado…, un sistema económico más justo y sostenible». «Hay que reinventar el capitalismo del s. XXI» reclama Arancha González Laya, ministra de Asuntos Exteriores del Gobierno español. Hasta poderosas compañías norteamericanas abogan por «reconocer en la empresa a cada una de las partes». Davos se propone avanzar hacia un capitalismo donde los objetivos de las empresas van más allá del beneficio y generar valor de todos los participantes.

Pero a pesar de estos propósitos, planea en esos ambientes el escepticismo, y en quienes sufren las consecuencias de bajas pensiones, salarios indignos, precariedad laboral, carencia de vivienda, contaminación invasora provocan indignación ante promesas e intenciones que suenan a falsedades porque no abordan en toda su amplitud la gran problemática, madre de todos los problemas, que denuncia la huelga del 30E y que este sistema genera.

La pregunta es angustiosa: ¿Seremos capaces de detener la avalancha capitalista que se precipita por las pendientes neoliberales arrasando el planeta, destruyendo la dignidad personas y soberanía de los pueblos, anulando sus culturas y una convivencia justa, equitativa, sostenible?

No hay tribunales capaces de juzgar esa delincuencia depredadora global, esa «economía de la exclusión e inequidad que mata», en frase del Papa Francisco. Están supeditados al poder de los estados y, en última instancia, al capitalismo que con sus multinacionales controla sus estrategias políticas. En esta situación de emergencia y tensiones geosociales, la Carta de los Derechos Sociales llama a rebelarse ante el actual estado de cosas, impulsa y apremia a construir, en igualdad de derechos y obligaciones, otro proyecto económico y social, otro modelo de sociedad.

Por eso la huelga general del próximo 30 de enero marca una inflexión cualitativa no solo por los urgentes derechos de pensionistas, por salarios dignos, por la superación de la precariedad laboral, por la igualdad social para mujeres y hombres. Son las reivindicaciones desencadenantes directas de esta lucha y exigencias ineludibles, ciertamente.

Pero van mucho más allá. Desde Euskal Herria, desde nuestra Ama Lur, desde nuestra experiencia y derechos como pueblo, aportamos con esta movilización histórica nuestro apoyo y compromiso para construir otro mundo, otras sociedades justas, plurales, inclusivas, donde los pueblos de la tierra, progresen solidariamente para lograr el «Buen vivir» basado, como pide la Carta de la Tierra, en «crear una sociedad global sostenible fundada en el respeto hacia la naturaleza, los derechos humanos universales, la justicia económica y una cultura de paz… hacia la gran comunidad en la alegre celebración de la vida».

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