Víctor Moreno
Profesor

Mateo Múgica sí apoyó el golpe militar de Franco

«Es verdad que, una vez estallado el conflicto armado, había deseado el triunfo de los llamados 'nacionales'», achacando su apoyo a una falta de conocimiento más exhaustivo de las circunstancias.

No era mi intención hablar de monseñor Mateo Múgica, pero como dice Juan Mari Arregui que el lector desprevenido puede deducir que yo sostengo que el obispo Múgica apoyó el golpe militar, debo indicar que dicho lector, desprevenido o no, mal lector tendría que ser si no obtuviera dicha conclusión por sí mismo. Porque, sin que yo lo dijera de forma explícita, es lógico que de mi artículo se desprende que Mateo Múgica Urrestarazu sí apoyó el golpe militar. Y esa es, en realidad, la verdad histórica, y no la que propone Juan Mari Arregui.

Hay que ser muy romo para no aceptar tal conclusión una vez leída su exhortación del "Non licet". Deduzca el lector si el obispo de Vitoria no estaba a favor del golpe tras leer estas frases firmadas por su puño y letra: «No es lícito en ninguna forma fraccionar las fuerzas católicas ante el común enemigo. Absolutamente ilícito es sumarse al enemigo para combatir al hermano. Llega a la ilicitud la monstruosidad cuando el enemigo es el marxismo hidra de siete cabezas, síntesis de toda herejía».

Y mucho más explícitamente: «La doctrina de la unión ante los enemigos del cristianismo antes que todo, sobre todo, con todos, tan reiteradamente inculcada por el Papa actual, en el orden pacífico de las conquistas del espíritu, en la estrategia del Apostolado, en las luchas blancas de los comicios o de la labor legislativa, debe aplicarse totalmente, sin género de excusa a los casos de guerra, en que se juega el todo por el todo, doctrinas e ideales, hacienda y vidas, presente y futuro de un Pueblo».

Es verdad que Mateo Múgica cantó la correspondiente palinodia en Imperativos de mi conciencia de 1945, que Arregui da por hecho que yo ignoro, aunque lo único que queda claro de verdad es que Arregui no ha leído mi libro "Los obispos son peligrosos" (Pamiela, 2010), donde hablo del obispo y de Imperativos. Ahí se puede leer, también, que «en “un principio, Mateo Múgica aprobó el golpe…», que es la misma tesis que defiendo aquí, y que a los meses renegó de él.

Recordemos que, en un principio, el librito fue una contestación a las preguntas que le remitió el Presbítero José Miguel Barandiarán, enviadas desde Sara, y cuyas dos primeras preguntas eran las siguientes: «¿Nuestra religión nos obligaba a rebelarnos el 18 de julio de 1936 contra el Gobierno republicano de España, es decir, contra un poder constituido, reconocido como legítimo por todos los Estados del mundo? ¿Estábamos obligados bajo pecado a adherirnos al levantamiento de Sanjurjo el año 1936, siendo así que los obispos españoles habían contado toda insurrección contra los poderes constituidos poco después del primer levantamiento Sanjurjo el año 1933?».

Juan Mari Arregui se limita a citar de esa carta lo que le conviene, pero excluye de ella lo principal del asunto que tratamos. No diré que Múgica se cure en salud cuando dice que «nunca fui partidario de la guerra. La violencia no es medio propio del apostolado cristiano», pero, a pesar de estos buenos sentimientos pacifistas, hay que aceptar que sucumbió ante lo que en principio consideró inevitable: la guerra, apoyándola. Con estas palabras: «Es verdad que, una vez estallado el conflicto armado, había deseado el triunfo de los llamados 'nacionales'», achacando su apoyo a una falta de conocimiento más exhaustivo de las circunstancias. Una vez que las fue conociendo, sobre todo, cuando tuvo conocimiento del asesinato de 16 sacerdotes vascos, aborreció del golpe militar. Y, de hecho, ya en octubre de 1936, protestó ante la Santa Sede por ciertos actos del bando insurgente poco después de haber estallado la contienda bélica (Véase Archivo Gomá. Documentos de la Guerra Civil, Vol. 3. 1937. Año 2001).

En cuanto a la Carta Colectiva del Episcopado Español, publicada el 1 de 7 de 1937, es vox pópuli entre los historiadores, que «no todos los obispos estuvieron a favor de ella, toda vez que suponía un servilismo de la Iglesia impropia de su sagrada misión. Algunos, como Múgica y Barraquer, contrarios a ella, tendrían que salir por piernas de su diócesis». Para conocer la respuesta de los obispos a esta Carta, es muy ilustrativo seguir lo que opinaban sobre ella en el Archivo Gomá. Antes, durante y después de su publicación. Vidal i Barraquer habló de manipulación ideológica y grave sometimiento del poder eclesial al poder militar perjuro. Mateo Múgica Urrestarazu; Javier Irastorza, obispo de Orihuela; Juan Torres, obispo retirado de Menorca y el cardenal Pedro Segura, por distintos motivos, tampoco la firmaron. Múgica fue enviado al destierro por orden de los militares franquistas en 1937. No pudo regresar a España hasta 1947, se instaló en Zarautz donde murió, completamente ciego, en 1968. Vidal y Barraquer se exilió a Friburgo.

Y ya que estamos hablando de purpurados, digamos que Francisco Javier Lauzurica, nombrado, por destierro de Mateo Múgica, Administrador Apostólico de la Diócesis de Vitoria (1937-1943), por tanto un «obispo de Franco», se expresó en su primera pastoral, dirigida a los sacerdotes de la diócesis, de una guisa tal que, con toda probabilidad, habría revuelto las tripas del Múgica arrepentido: «Así mismo deseamos vuestra total incorporación al movimiento nacional, por ser defensor de los derechos de Dios, de la Iglesia Católica y de la Patria, que no es otra cosa que nuestra madre España» (1937). Y no dudaba en afirmar: «Soy un general más a las órdenes del Generalísimo para aplastar al nacionalismo. Ya que no podemos vengarnos de los rojos huidos, nos vengaremos en las personas de sus familiares, de forma ejemplar» (Archivo Gomá).

En cuanto a Olaechea, digamos que en 1947, en el referéndum a favor de Franco, manifestó que cada persona votase según conciencia. El, en clara revancha contra Franco, ni votó.

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