Julio Urdin Elizaga
Escritor

Meliorismo operante e infortunio

El poder abusa, a conveniencia, de aplicar en determinadas coyunturas un más que interesado y conveniente olvido

Toda nuestra sociedad está basada en el balance positivo de las acciones realizadas y aún por realizar, pese a la multiplicidad de infortunios acaecidos. Esta visión que toma por referencia la leibniziana afirmación de encontrarnos en «el mejor de los mundos posibles», por un lado, participa, del otro, haciéndonos ver que la clave del éxito viene a encontrarse en el disfrute acomodado de optar, a la hora de poner alguna barba a remojar, por el filo de la navaja ockhamiana, consistente, como todo el mundo sabe, en la predisposición a elegir la explicación causal más sencilla frente a la más compleja.

Cuestión que, en general, viene siendo políticamente muy oportuna y hasta conveniente, referida al comercio de voluntades cuando se trata de ganar una causa. Y buena prueba de ello, es esa interesada lectura que de los acontecimientos últimos realiza el psicólogo del conocimiento Steven Pinker en el grueso volumen –se necesitaría casi una vida para leer todo lo que este profesor escribe– titulado "Los ángeles que llevamos dentro" (el declive de la violencia y sus implicaciones). Ahora bien, como el mismo título indica, ello en modo alguno nos libra del reconocimiento de la otra parte implicada, puesto que defendiendo lo angelical asimismo contemplamos su demónica dualidad. Lo que sugiere una condición más que esquizoide en las realidades sometidas al designio humano. Empezando por la desalmada acción que descuartiza cuerpos mediante el uso y abuso del resorte sacrificial en el espíritu de los tiempos, el espíritu de la nación, el espíritu, en definitiva, manipulador de la inocencia en todo creyente.
 
Así, comenzando por una cuestión nominal, apreciamos el que las realidades no sean tan sencillas como en más de una ocasión se pretende aparentar. Que no todo consiste en una cuestión de elegir entre buenos y malos, pues esta elección supongo que en su bienintencionada malinterpretación no tiene duda: deberíamos siempre estar con los buenos. En este sentido la lectura intuitiva de Santayana puede ser ciertamente esclarecedora, pues en él la contemplación espiritual consiste en la toma de conciencia sobre el hecho de que «la gran característica del espíritu humano es su desamparo y miseria; y es más miserable y desamparado cuando se imagina que es dominante e independiente; y su gran problema es el de la salvación, la purificación, el renacimiento que lo conduzca a un humilde reconocimiento de los poderes de que  depende y a un sano disfrute de sus virtudes adecuadas». Empresa que en modo alguno se nos antoja sencilla.

Para el poder, es un objetivo relativamente simple, aquel consistente en decir que lo determinado en sus instancias es lo bueno y conveniente para el individuo y sociedad gestionada. Que se lo pregunten sino a los millones de rusos que apoyan a Putin, a los millones de norteamericanos y europeos que usan el argumentario de Biden para frenarlo, y a los millones de ucranianos al servicio de Zelenski que luchan por la paz en una guerra de ningún modo buscada, deseada ni querida. El «malo», en todo caso, nunca es «uno mismo» (lo que ya supondría un extraordinario reconocimiento); siempre es el «otro». Por eso, tras los desastres de la última guerra y la posguerra mundial, la teología cristiana se vio persuadida en el convencimiento de la centralidad de esa figura como la del «otro-como yo», con todo lo malo y lo bueno por compartir. No solamente esto, sino que, en palabras del jesuita Albert Dondeyne, la propia metafísica consistiría, «a saber, [en] la experiencia por la que me siento existir como yo-con-otro-en-un-mismo-mundo». (Aunque a algunos parezca sobrarles la otra parte). Lo contrario, la acción dual en política es una dicotomía que termina siendo en general excluyente y maniquea.

A este respecto, un relato meliorista de la historia de la humanidad, crédulo desde el punto de vista de su progreso, como el realizado por Steven Pinker en la obra mencionada, concluye con la siguiente contundente afirmación en parte justificativa del cruento acontecer que parece dar carta de naturaleza a un presunto bondadoso objeto en su acción: «No obstante mientras que este planeta ha ido dando vueltas conforme a una ley de la gravedad establecida, la especie ha encontrado medios para hacer bajar las cifras de la violencia y permitir que una proporción cada vez mayor de la humanidad vive en paz y muera por causas naturales. Pese a todas las tribulaciones de la vida, pese a todos los problemas que sigue habiendo en el mundo, la disminución de la violencia es un logro que podemos saborear, así como un impulso para valorar las fuerzas de la civilización y la tolerancia que la hicieron posible». Paradójicamente el mismo autor demanda como método o camino en el aligeramiento de la carga y el peso de esa misma historia la conveniencia de que aunque «por lo general, tendemos a considerar que la memoria histórica es algo bueno» debamos tomar ciertas precauciones como «cuando los sucesos recordados son heridas persistentes que exigen una reparación, [pues] puede tratarse de un llamamiento a la violencia».

Tal vez, por ello, el poder abusa, a conveniencia, de aplicar en determinadas coyunturas un más que interesado y conveniente olvido, ignorando de esta manera el más popular de los asertos   por el cual es conocido Santayana: «Los que olvidan la Historia están condenados a repetirla». Y así podemos comprobar cómo para justificar su acción Putin recurre al tópico de una amenaza «nazi» claramente inexistente, Biden, a la defensa de los valores de la democracia liberal propia de la política de bloques y Zelenski lo hace asimismo amparándose en jacobinos valores de la nación; mientras la China de Xi Jinping, mirando de reojo, contempla la oportunidad de «mediar» para establecer su antiguo papel hegemónico como imperio anterior a todo lo que de civilización occidental se tiene por sempiternamente dado.

El meliorismo estadístico y erudito, en definitiva, de este intelectual americano, sin embargo, sospecho estar basado en una de esas estrategias poco realistas emanadas desde el poder imperante empeñado en establecer la condición de un horizonte optimista requerido apriorísticamente por toda posibilidad de negocio, pues aquí los valores anteriormente mencionados pasan por ser cuantías en débito para una deseada pronta recuperación del beneficio.

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