Javier Fernández Eraso
Catedrático de Prehistoria de la UPV-EHU

¿Mereció la pena tanto trabajo?

¿Qué hay en otros sitios que aquí no hay? Es muy sencillo. Centros de interpretación, personal formado que explica el porqué de cada monumento

El blog Rioja Alavesa me envía unas fotografías obtenidas en Facebook en las que aparecen unas personas encaramadas a la losa de cubierta del dolmen de la Chabola de la Hechicera.

En una de ellas se ve una persona joven contemplando el paisaje desde lo alto. En la otra, tres personas parecen estar realizando algún tipo de ritual ya que a sus pies hay dispuestas cuatro tacitas blancas, y por su postura hierática parecen estar intentando una comunicación con el más allá.

No es la primera vez que en conjuntos megalíticos encontramos cosas relacionadas con el esoterismo, la brujería, la santería, etc. Sin ir más lejos, cuando estábamos excavando en ese dolmen apareció una carta dirigida al «Sr. Excavador» en la que se nos informaba de orientaciones de piedras, inclinaciones, conjunciones astrales, sin tener en cuenta que cuando se realizó la primera restauración se sustituyeron piedras y la losa de cubierta se colocó de manera artística, pero no real.

También, no hace muchos años, una santera, curadora, sanadora, vidente catalana se jactaba en Internet de poseer una losa del corredor del dolmen. Lo cierto es que una falta.

Por mi trabajo he tenido la suerte de visitar varias veces monumentos megalíticos en Francia, Portugal o en otras Comunidades del Estado. Nunca he visto a ningún iluminado o amante de las alturas, subido al túmulo de Barnenez, o al de Gavrinis, o a la Table des Marchand, o al Picoto dos Vascos. Sin embargo, subirse al de Chabola –antes y después de la restauración de 2011– ha sido una constante.

¿Por qué?

Lo más fácil sería apelar a la cultura y sensibilidad de la gente. Al desconocimiento de qué es ese conjunto de piedras. Pero tal vez esa no sea la única explicación.

¿Qué hay en otros sitios que aquí no hay?

Es muy sencillo. Centros de interpretación, personal formado que explica el porqué de cada monumento, su sentido, cronología, etapas y maneras de construir, funcionalidad, etc. Es decir, cuentan la historia de cada sitio.

La última excavación y restauración que se hizo en la Chabola de la Hechiera en 2010/2011, fue muy costosa, no solo a nivel económico, sino también por la gran cantidad de horas y gentes que trabajamos en ella.

Además de lo invertido por Diputación, nosotros aportamos fondos de nuestro Grupo del Sistema Vasco de Investigación y de proyectos del Ministerio y también conseguimos unirnos a un macroproyecto sobre genoma humano que se realiza desde Harvard. Y cuyos resultados están siendo publicados en las revistas más reputadas internacionalmente.

La restauración fue modélica. Ha sido alabada por los mejores especialistas españoles y europeos. Además, se colocaron varios carteles para que no se accediera al túmulo y se acotó una zona para restaurar la vegetación autóctona del entorno.

Hoy los carteles están oxidados y rotos. Sobre el túmulo crece todo tipo de maleza. Da un aspecto descuidado. Cosa que no ocurre en los otros lugares que he citado. ¿Será esta la causa?

Ante esto me pregunto. ¿Mereció la pena tanto trabajo? ¿Tanto tiempo? ¿Tanto esfuerzo económico?

Alguien debería bajar de su pedestal y reflexionar; y como Émile Cartailhac –extremadamente crítico con las pinturas de Altamira– cuando se dio cuenta de que no eran falsificaciones, sin soberbia, entonar un «mea culpa».

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