Larraitz Ugarte
Abogada

Mil días de gobierno, y alguno más

El Gobierno Urkullu nos ha deleitado las pasadas dos semanas con un sumario de los logros obtenidos en esta legislatura, en una serie de actos y entrevistas que más han tenido que ver con su ansia de repetir victoria en junio o en otoño que con un balance serio de lo hecho.

Y no es de extrañar, puesto que en la ya agotada legislatura no ha sido capaz de cumplir con los tres grandes hitos que marcó en su inicio: pacificación, consulta y nuevo estatus y salida de la crisis. Los resultados están ahí y son perfectamente evaluables.

En materia de pacificación, más allá de algún reconocimiento tímido a un arco más extenso de víctimas, una simbólica participación en Aiete y una cierta solidaridad con el trabajo que estaba desempeñando la Comisión de Verificación en un inicio, el balance debe hacer referencia a su capacidad de repartir culpas a unos y otros, en una clara intención de eludir sus propias responsabilidades.

El propio lehendakari ha tomado personalmente las riendas en este asunto, dejando recientemente grandes titulares contra Arnaldo Otegi y a favor de la dispersión de los presos políticos vascos. Un auténtico disparate de una persona que padece de esquizofrenia política, afirmando a la vez que una condena es injusta pero actuando como si no lo fuese. No es consciente de que los comentarios que pueda hacer en Sabin Etxea en petit comité no se pueden hacer en calidad de lehendakari ante una sociedad vasca que defiende el acercamiento a las cárceles de Euskal Herria de los presos y que tiene clara su postura frente al castigo que han sufrido Arnaldo Otegi, Miren Zabaleta, Sonia Jacinto, Arkaitz Rodriguez y el todavía preso Rafa Díez. Si quiere hablar del caso Bateragune en calidad de lehendakari, el caso de este último es un buen tema.

Qué decir del nuevo estatus, nación foral… Vamos a esperar a que un nuevo Gobierno en España nos otorgue un marco bilateral para no se sabe muy bien qué. De momento la consulta prometida para el año 2015 se pospone y el año 2020 nos traerá una nueva panacea.

De la salida de la crisis los números hablan mejor de lo que lo pueda hacer cualquiera de nosotras. Una política industrial basada en el cortoplacismo, en aceptar las condiciones que tratan de imponer los capitales extranjeros y que para colmo no garantizan que estos se queden, con políticas fiscales que favorecen a aquellos y sobrecargan a la clase trabajadora… Una aplicación estricta de los recortes impuestos desde Europa y Madrid, que no responden a la realidad vasca y que empobrecen a los de siempre… y mucho más. Por no hablar de la obcecación en la construcción del TAV, esa infraestructura que es un despropósito y que para colmo será inútil. Ese es el triste balance de esta legislatura.

Realmente ha sido un Gobierno que ha destacado por su capacidad, no de hacer, sino de hacer que hace. Para eso ha contado con la connivencia de la mayoría de los medios afines, de aquellos que piensan que las alternativas son peores. Por supuesto, también de la radio-televisión pública vasca, que es una vergüenza para todos los que creemos que los medios públicos no deberían ser voceros del Gobierno de turno.

No obstante, no quisiera parar mi mirada únicamente en nuestros adversarios, sino mirar también lo nuestro. Con este panorama encima de la mesa, hace algunos días veía cómo un dirigente nuestro decía algo así como que nosotros no queremos desbancar al PNV de Ajuria Enea, que no somos como Podemos. Sinceramente creo que fue una intervención muy desacertada. Me desagradó profundamente y creo que no conecta con el sentir de las gentes de la izquierda abertzale en su sentido amplio. También es cierto que esa visión subordinada respecto al PNV no es particular de un solo dirigente, tiene una larga y poco fructífera tradición.

Para empezar, ese comentario tiene algo de creerse que las instituciones son de ellos. Y no, señores dirigentes, son de todos y de nadie a la vez. Y todos, todos estamos legitimados para gobernar si ganamos unas elecciones o pactamos con alguien un Gobierno. También el PNV, como ha quedado demostrado, pero no solo él.

Voy a ser más clara: sí, debemos aspirar a gobernar. Yo desde luego no tengo vocación de oposición, vocación de estar constantemente reivindicando en lugar de haciendo. La razón es sencilla: estoy convencida de que nosotros tenemos un proyecto político infinitamente mejor para las personas de este país. Un proyecto desde la izquierda, un proyecto transformador en lo social e independentista. Supongo que los que hablan de no echar a nadie del Gobierno, o tienen complejos de que no somos tan válidos como ellos o piensan que hay que esperarles hasta que algún día decidan que quieren la independencia para este país. Me perdonarán si no veo ni un atisbo de esa posibilidad en la actualidad. Fundamentalmente porque los jeltzales son honestos en este aspecto. No quieren la independencia. Y yo no quiero esperar.

Quiero trabajar para convencer a la ciudadanía de que nuestro proyecto político (que hay que definir mucho más) es el mejor para la mayoría de la sociedad vasca y que España es un lastre para desarrollarlo. Y para ello, trabajar desde las instituciones es muy importante. También en la oposición –llevamos mucho tiempo haciéndolo sin complejos y, en muchos casos, con acierto–, pero sobre todo en los gobiernos –también lo hemos hecho en muchos municipios y en otras instituciones–. Hemos demostrado que sabemos gestionar. El problema en Gipuzkoa no ha sido de gestión institucional, sino de gestión política.

También sabemos todas las contradicciones que gobernar supone, porque es mejor avanzar que ser puro. Hay que embarrarse y convencer. Pero para convencer hay que estar convencido y me preocupa que haya gente que crea que otros lo hacen mejor o simplemente piense que el «hermano mayor» es intocable y hay que respetarle y honrarle, mientras él no tiene piedad (y está en su perfecto derecho) en verbalizar barbaridades como las de los últimos días contra nosotros. O lo contrario, porque ya está empezando a suceder, que quienes no han tenido piedad empiecen ahora a calcular que necesitarán nuestro apoyo porque con el PSOE no les va a dar y empiezan a tratarnos un poco mejor. Nos tratan a la altura que nos colocan algunos de los nuestros, como el indómito, entrañable pero un tanto imbécil «hermano menor».

Reivindico la legitimidad para querer desbancar a cualquiera de cualquier gobierno, legitimidad para no querer esperar a que nadie se convierta al independentismo, reivindico la unilateralidad fuera y en Euskal Herria para hacer nuestro camino, tomar decisiones e ir desarrollando nuestro proyecto político independentista y transformador, recuperando las calles (en un sentido renovado, convincente y constructivo adecuado a la realidad social) y ambicionando las instituciones. Frente a los acomplejados reivindico nuestro derecho a querer quitar a Urkullu del Gobierno. Faltaría más.

Bilatu