Rafa Díez Usabiaga
Ex secretario general de LAB, preso en El Dueso (Cantabria)

Mirada desde El Dueso

Al hilo de su interesante libro “mirada sindical a contracorriente” Elorrieta ha sacudido el debate político con unas importantes reflexiones. Tras una etapa donde la posición de ELA en torno al proceso político ha estado indefinida, con críticas hacia el PNV e izquierda abertzale, sus palabras plantean una voluntad sopesada por ser parte en la articulación de un espacio social y político por la soberanía y el cambio social desde, fundamentalmente, el dimensionamiento estratégico de la unidad de acción con LAB. En su reflexión remarca, asimismo, la imposibilidad actual de un «Maltzaga» o nuevo Lizarra-Garazi entre PNV e izquierda abertzale señalando que, mantener dependencia sobre tal objetivo, concede al PNV el control del proceso y, a su vez, dificulta el desarrollo de alianzas en clave soberanista y de cambio social.

Es cierto que el PNV, a pesar de la posición de un sector de su base social, no tiene actualmente en su horizonte ningún «Maltzaga» político ya que, a pesar del proceso catalán y el neocentralismo unionista, no se siente suficientemente «presionado» para arriesgar en batallas políticas (confrontación democrática) con compañeros de viaje como la izquierda independentista o el sindicalismo abertzale. La posición politica y de clase de Urkullu es clara: regenerar el «status-estatuto» en la CAV con una capa de «pintura» a base de competencias no transferidas, cupo, algún retoque semántico sobre nuestra denominación jurídica… y, con ello, mantener una hegemonía, con el partido unionista de turno, para una gestión de clase con Confebask «gobernando» a control remoto. Esta posición estará, eso sí, condicionada por dos grandes variables: efectos colaterales del choque de Catalunya con el Estado y la evolución de correlación de fuerzas institucionales y sociales en EH.

Si coincidimos en la identificación de la posición política y de clase del PNV, la pregunta es, ¿dónde esta el problema? Dice Elorrieta que la IA persiste en un Malzaga imposible y no está interesada en esa articulación previa del espacio soberanista y de cambio social. No creo, en absoluto, que la IA este situada en ese antagonismo y recuerdo, asimismo, que ELA, también, ha venido apelando a un «acuerdo de mínimos» en el espacio abertzale criticando tendencias a meras batallas por la hegemonía partidista.

Entiendo, eso sí, que estos años han sido bastante confusos y convulsos para todos ya que las variables en el terreno de juego político y sindical se han movido rápidamente. Pienso que, ahora, con un escenario mas sedimentado, debemos abordar con decisión y métodos propuestas y alianzas con visión táctico-estratégica que favorezcan una ofensiva social destinada a recuperar poder y derechos en los centros de trabajo, reforzar el músculo social por un modelo económico alternativo y,  por supuesto, dar proyección a un cambio político pivotada en el reconocimiento nacional y la soberanía. Es claro que sin un espacio soberanista y de izquierda con fuerza y estrategia compartida no lograremos condicionar al PNV en una bilateralidad que, planteada como método, se convierte en vía para camuflar una reforma estatutaria.

En este sentido hace unas semanas situaba esta necesidad de convergencia y un marco ideológico global: «no hay cambio social sin soberanía político-económica, sin recuperación de poder político para la ciudadanía vasca. Y tampoco hay proceso soberanista desde el neoliberalismo, desde políticas que desvertebran la sociedad e impiden la adhesión mayoritaria de la ciudadanía a una estrategia soberanista-independentista». A mi entender, ese marco ideológico tiene que llenarse con propuestas y dinámica social que, respetando la autonomía de cada espacio de intervención, multipliquen el desarrollo eficaz de la lucha ideológica, masas e institucional.

Por un lado el sindicalismo abertzale tiene que desarrollar la unidad de acción sabiendo, además, que es determinante para la recuperación de un poder contractual en las empresas y sociedad vaciado por el neoliberalismo global y «vasco». Y, por otro, la unidad de acción debe recolocar al sindicalismo como parte de una vanguardia plural y compartida (con partidos y otras organizaciones) con nexos comunes en propuesta jurídico-político y modelo social. Y en esto ELA tiene que definir su nivel y modelo de implicación en lo que Elorrieta denomina «bloque soberanista». ¿Habrá que hablar, por tanto, de una Coordinadora o Mesa Sindical Abertzale, de un posible Consejo Nacional entre los que defendemos un Estado Vasco o un Consejo Económico Social Nacional que encauce las sinergias desde el sindicalismo, universidad, espacio económico, cooperativo… y aborde, con perspectiva estratégica, los temas de fondo como comunidad nacional?

Así pues, el horizonte de trabajo y los objetivos son claros y es momento de invertir esfuerzos de análisis, desarrollar empatía en las interlocuciones y tener ambición para concretar contenidos, etapas y los diferentes instrumentos de evaluación compartidos.

Bilatu