Juan Mari Arregi

Monzon y Larzabal no fueron los fundadores de Anai Artea

Llegamos a alquilar, a mi nombre, un piso en pleno centro de esa localidad labortana que fue la primera estructura de ayuda que pusimos al servicio de quienes llegaran exiliados, sin mirar color alguno

Acaba de publicarse un nuevo libro sobre Anai Artea, la organización creada en 1969 para servir a los refugiados políticos vascos. “Anai Artea, 1969-2021 Elkartearen historia”, cuyo autor es Txomin Hiriart-Urruty, con un breve prólogo de Joseba Sarrionaindia, es su titulo y editado por Elkar. En este diario se ofreció amplia información.

Su tesis es que Telesforo Monzon y Piarres Larzabal fueron los creadores de Anai Artea. Y no es verdad. Lo que sí es verdad es que aceptaron ser sus primeros presidente y secretario. Lo que desarrollaremos más adelante.

Como otros historiadores oficiales de la izquierda abertzale, el autor no conoce o no ha querido conocer los orígenes reales de Anai Artea puesto que para nada se ha puesto en contacto con quienes, refugiados políticos entonces, estuvimos en el origen de esa organización. En su día, y cuando por primera vez apareció un amplio informe sobre Anai Artea, quien suscribe se dirigió por escrito a uno de los historiadores oficiales de la izquierda abertzale para explicarle su origen real, pero nunca recibí respuesta alguna y nunca rectificó.

Mientras tanto se han ido editando distintas publicaciones sobre este tema incidiendo en el mismo interesado “error” a la hora de explicar el origen de Anai Artea. Quien suscribe lleva dos años esperando la publicación de un libro en el que, entre otros variados temas, aborda, como testigo directo, los orígenes de Anai Artea así como otras historias de EGIN, pero problemas supuestamente económicos pero  especialmente políticos están impidiendo su publicación. Es ya la sexta editorial la que en estos momentos analiza ese libro. Por ello en este tema de Anai Artea he decidido salir ya al paso de una mentira y manipulación histórica interesada.

Así fue la cración de Anai Artea

Era abril-mayo de 1969 cuando, tras la caída de la cúpula de ETA en Mogrovejo y Bilbao y la violenta represión franquista especialmente entonces en Bizkaia, más de 200 personas nos tuvimos que refugiarnos inicialmente por Iparralde. No había ninguna estructura de acogida o apoyo. Cada cual se las apañaba como podía. Quienes eran militantes de ETA lo tenían más fácil porque había otros compañeros ya refugiados que podían ayudarles con sus casas, pero una gran mayoría eran colaboradores.

Un compañero y amigo, Amadeo Rementería, y yo mismo, ambos sacerdotes entonces y exiliados, empezamos a movernos en Iparralde, especialmente por Donibane Lohizune, para buscar alojamiento, muebles etc para quienes llegaban perseguidos por la policía franquista. Mis primeros días de exilio estuve en casa de Piarres Larzabal, el cura de Sokoa, a donde varios días a la semana se acercaba Telesforo Monzón, a veces acompañado por Gotzon Arregi. Estaban extrañados y sorprendidos del trabajo que estábamos realizando Amadeo y yo sin tener ninguna vinculación con Donibane Lohizune, donde iniciamos ese trabajo solidario.

Llegamos a alquilar, a mi nombre, un piso en pleno centro de esa localidad labortana que fue la primera estructura de ayuda que pusimos al servicio de quienes llegaran exiliados, sin mirar color alguno. Amadeo decidió irse a Paris y quedé yo solo al frente de esa casa que meses después se convertiría en la casa y sede de Anai Artea. Su coste lo asumíamos con mi sueldo como peón en la pesca, en un hotel, en un almacén de frutas, en la construcción en Pau, con las ayudas que podían aportar algunos de los refugiados que conseguían algún trabajo y con las primeras ayudas materiales (comida) y económicas que aportaban amistades y compañeros sacerdotes de Hegoalde a través de nuestros amigos y compañeros también sacerdotes Iñaki Aurtenetxe y Felix Iraurgi, ya fallecidos.

En ese contexto, ante la avalancha de refugiados, y en uno de los encuentros en Sokoa en casa de Larzabal con Monzón, planteé la necesidad de oficializar la organización de su acogida. Insistí asimismo en la necesidad de que quienes estuvieran al frente de la organización fueran personas reconocibles en Iparralde y en Hegoalde, de cara a las instituciones locales como de cara al Pueblo que estuviera dispuesto a echar una mano. Para ello propuse que Monzón y Larzabal, como Gotzon Arregi, estuvieran al frente. Todo fue muy rápido, les pareció bien y discutimos el nombre. Anai Artea, propuso Monzón, y yo Lagun Artea. Se decidió Anai Artea. Y como ya había casa, la alquilada por mi mismo, se empezó a funcionar. La constitución legal de la asociación quedó en manos de Gotzon Arregi.

Decidimos que hubiera un comité formado por representantes de cada grupo humano social o político refugiado y que llevara la responsabilidad y gestión de la casa. Inicialmente la representación en el comité respondió a refugiados de ETA, Ayuda Patriótica Vasca-APV, Curas, grupo del «Cabra», escindido de ETA.
 
Nunca hubo representante alguno del PNV pese a habérselo propuesto yo mismo en su día a Mikel Isasi, máximo representante exiliado jelkide en 1969 en Iparralde, y posteriormente consejero de trabajo del Gobierno de Gasteiz. Alegó que ellos, el PNV, ya tenían su sistema de acogida. Curiosamente la casa familiar de Isasi en Donibane Lohizune se encontraba a unos metros de la de Anai Artea.

Mi dimisión

En 1971 me vi obligado a dimitir de Anai Artea y abandoné la casa residencia de esta organización. Javier Zumalde, El Cabra, miembro también del comité, y que vivía tranquilamente en Askain bien apoyado por algunos empresarios vascos, me acusó en una de las reuniones de ser un infiltrado del PCE de Madrid y financiado por este, cuando todo el mundo sabía de mis trabajos de peón para, junto con otras aportaciones ya citadas, mantener la casa de Anai Artea. Ante el inexplicable silencio cómplice, especialmente de Monzón y Larzabal, opté por dimitir inmediatamente y abandonar la casa de Anai Artea.

El autor de esta última publicación sobre Anai Artea podrá explicarse ahora los orígenes reales de esta organización de acogida a los refugiados políticos vascos y por qué Juan Mari Arregi aparece en la primera junta de Anai Artea en 1969 y desaparece en la de 1971. Algo que le parece extraño, según se deduce de su libro, pero que podría haberlo sabido y explicado si se hubiera puesto en contacto con el interesado.

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