Jokin Martínez Iturregui

Morir de manera digna

El 15 de octubre de 2024, a mi padre le diagnosticaron un tumor cerebral tras experimentar episodios de falta de movilidad y dificultades en el habla. El 29 de diciembre fallecía a consecuencia de una neumonía, tras unas últimas semanas agónicas que él hubiera querido evitar. La enfermedad, un glioma de alto grado en una zona profunda del cerebro, resultó ser incurable. El tratamiento propuesto solo prometía prolongar su vida entre dos y tres meses, aunque con una calidad de vida que empeoraría rápidamente. Además, la intervención quirúrgica suponía un alto riesgo debido a la ubicación del tumor, por lo que finalmente se decidió no realizarla.

Desde el principio, mi padre expresó con claridad su deseo: morir de manera digna, rápida e indolora. En Vitoria-Gasteiz, los pacientes con enfermedades incurables son atendidos por el Servicio de Cuidados Paliativos de Osakidetza, en el HUA Santiago Apóstol. Sin embargo, nuestra experiencia con este servicio estuvo lejos de ser satisfactoria. En nuestra primera reunión con el equipo de paliativos, aún en estado de shock por el reciente diagnóstico, recibimos palabras que parecían transmitir esperanzas. Se nos aseguró que la ayuda que nos iban a ofrecer allanaría el difícil camino que teníamos por delante. Pero esa esperanza se desvaneció pronto: la siguiente consulta fue programada para un mes después. Dada la rápida evolución de la enfermedad, sabíamos que ese tiempo era demasiado. Durante los días siguientes, la salud de mi padre se deterioró de manera alarmante, y la situación se volvió insostenible. A pesar de nuestras repetidas llamadas solicitando el ingreso hospitalario, solo recibimos negativas, confirmando nuestras sospechas: no recibiríamos la ayuda que necesitábamos.

Las reuniones con el servicio de paliativos resultaron vagas y carentes de información esencial. Ante esta situación, recurrimos a la asociación Derecho a Morir Dignamente (DMD), donde nos informaron sobre los trámites necesarios para solicitar la eutanasia. Gracias a su apoyo, pudimos iniciar el proceso, pero lamentablemente, ya era demasiado tarde. El procedimiento, que requiere de aproximadamente 42 días, no pudo completarse a tiempo, algo que habría sido posible si hubiéramos recibido la orientación adecuada desde el principio.

Quiero expresar mi agradecimiento a quienes sí nos ofrecieron su ayuda durante este difícil periodo: los centros Bizan, el servicio de Medicina Interna del Hospital de Santiago, el servicio de Urgencias de los hospitales de Santiago y Txagorritxu, la asociación DMD, la asociación Contra el Cáncer de Vitoria-Gasteiz y los trabajadores sociales independientes.

La Ley de Eutanasia es una herramienta que permite morir dignamente en casos específicos. En situaciones de padecimientos prolongados, esta ley ofrece una salida viable. Sin embargo, para enfermedades agresivas como la que sufrió mi padre, que genera un sufrimiento extremo, los tiempos establecidos pueden resultar excesivamente largos. Cuando a esta dificultad se suma la falta de información por parte de los médicos responsables, ya sea por objeción de conciencia o por falta de profesionalismo, la ley pierde efectividad. Si bien la objeción de conciencia es un derecho fundamental, no debería vulnerar el derecho de los pacientes con este tipo de enfermedades a morir dignamente, como ampara la ley.

Con este escrito, quiero denunciar la deficiente atención recibida por el Servicio de Cuidados Paliativos del HUA Santiago Apóstol de Vitoria-Gasteiz. Es imprescindible que Osakidetza tome las medidas necesarias para garantizar que el final de la vida de las personas sea lo más digno posible. Para lograrlo, no solo se requieren leyes adecuadas, sino también empatía, profesionalismo y buena voluntad por parte de los médicos involucrados.

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