Iosu del Moral
Secretario General de Podemos Donostia

No es un «sí» a Sánchez, es un «no» a Rajoy

Cuando incluso el personaje, la caricatura del periodista, Eduardo Inda, dice que no le parece un mal gobierno, si eres una persona de izquierdas, échate a temblar.

Al parecer, el tan aplaudido y alabado Gobierno de Sánchez, no ha sido tan bien recibido ni por aquello que suele denominarse como la periferia del Estado, ni por la militancia de izquierdas. Para muchos, y como ya se encargara de dejar claro en el mismo Congreso el compañero de Esquerra Republicana, Joan Tardà, no es un «sí» a Sánchez, es un «no» a Rajoy. Es cierto que era fundamental, por una cuestión de higiene democrática, desinfectar las instituciones públicas poniendo a la familia de «los SoPPrano» fuera del control de las mismas; pero tampoco es menos cierto que el gobierno que presenta Sánchez no puede satisfacer las expectativas de cualquier persona que se considere de izquierdas, y que debiera poner en alerta a todos aquellos que trabajan por un cambio de verdad en la vida política.

Una vez más el PXXE deja fuera la S de socialista y la O de obrero, abandonando el proyecto de cambio social y de lucha en favor de los derechos de los trabajadores para complacer a las élites y no asustar en demasía a Europa, donde defienden el mismo programa económico que el grupo popular en el gobierno de gran coalición. Sin quitar ni un ápice de importancia al número de ministras con las que Sánchez ha contado, habría que recordarle al presidente entrante que declararse feminista va mucho más allá que tratar de buscar la igualdad entre hombres y mujeres, y que difícilmente puede considerarse feminista aquel que defiende un sistema capitalista basado en fundamentos tales como el hombre productor en la fábrica, la mujer reproductora en el hogar; algo que es totalmente incompatible con las tesis feministas de hoy en día que van intrínsecamente ligadas a una propuesta de carácter anticapitalista.

Además, algunos de los perfiles presentados, más que apuntar hacía aquello que se denomina como la nueva política, nos retrotraen a un pasado casposo. Comenzando con el recientemente nombrado ministro de Exteriores, Josep Borrell, a quien en las últimas fechas se le ha visto manifestándose junto a lo más rancio del facherío por las calles de Barcelona en contra del proceso popular catalán, y al que le ha faltado recordarnos aquello de Una, Grande y Libre. O qué decir de Marlaska, un juez que en cualquier quiniela hubiera salido como uno de los predilectos del PP, y que en las 9 veces que Europa ha tirado de las orejas al Estado español por no haber investigado denuncias de tortura, hasta en 6 ocasiones el nuevo ministro se encontraba tras dichas causas. Por no hablar de los dineros, donde la mayor responsable de la economía, Calviño, es una neoliberal convencida, y donde la ministra de Hacienda ha mostrado en repetidas ocasiones su rechazo al cupo vasco y al modelo foral por el cual los vascos y vascas nos regimos en Hego Euskal Herria.

En definitiva, cuando un gobierno es aclamado por una gran parte del stablishment; cuando, entre otros, el presidente de Castilla y León del Partido Popular te dedica unas buenas palabras; o cuando el máximo responsable en política económica de Ciudadanos, Garitano, alaba el proyecto, es para preocuparse. Pero cuando incluso el personaje, la caricatura del periodista, Eduardo Inda, dice que no le parece un mal gobierno, si eres una persona de izquierdas, échate a temblar. Un gobierno que a la postre presenta alguna pequeña reforma y no la ruptura definitiva e indispensable en un sistema putrefacto, que vuelve a ofrecer una pírrica alternancia frente a una alternativa real y al que no se le puede pedir más que, al menos, haga un esfuerzo de sinceridad igual que lo hiciera retirando la acepción de marxista de sus estatutos, y retire también la S de socialista y la O de obrero de sus siglas, dejando de engañar a quienes entregan una vida a la militancia en defensa de dichos valores.

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