José Martín Alustiza Madinabeitia

No fue un atentado, fue un montaje asesino

Como se pueden imaginar, me estoy refiriendo al supuesto magnicidio contra el aspirante a la Casa Blanca, el sinvergüenza de Donald Trump.

Si analizamos bien todos los hechos ocurridos llegaremos a esta conclusión, no fue un intento de magnicidio, sino un montaje asesino, para aparecer como víctima de un atentado y salvado milagrosamente gracias a la intervención divina, que le haría incrementar su ventaja cara a las próximas elecciones presidenciales en los EEUU.

Los detalles que revelan que fue todo organizado:

1º) Al supuesto magnicida le habían visto subido en el tejado desde el que efectuó los disparos sin que le detuvieran o le impidiesen disparar.

2º) Para darle más verosimilitud a la idea del atentado, tendría que haber más víctimas, como las hubo, con al menos un muerto y varios heridos, de ahí mi apelativo de «montaje asesino».

3º) Una vez cometido el supuesto atentado, eliminan rápidamente al ejecutor para evitar cualquier confesión espontánea de la trama organizada. Al pobre desgraciado le habrían engañado con un buen puñado de dólares y su afán de protagonismo le induciría a dejarse embaucar. No tuvo en cuenta la tradición norteamericana de acabar «ipso facto» con el autor de los atentados urdidos por las élites ultraderechistas y los lobbies de poder tanto judíos como de la industria armamentística. Tampoco recordó como terminó Lee H. Oswald, presunto asesino de J. F. Kennedy, al que no le dieron tiempo ni de decir «la petaca para mi hermano».

4º) El tramposo Trump, tendría preparado debajo del atril, o bien cristales para hacerse el corte en la oreja, o bien una ampolla con tinta roja, para reventarla al agacharse. Me inclino más por esta maniobra, pues a cualquier corte sangrante le sigue una postilla que dura varios días hasta que se seca y se cae. El mentiroso, si bien apareció al día siguiente con un apósito en su oreja derecha, a los dos días no tenía ninguna señal ni postilla de la herida.

Aunque estas conclusiones puedan parecer una teoría conspiranoica, no lo es tanto si tenemos en cuenta la personalidad acreditada con hechos del fulano, un sujeto al que adornan cualidades como racista supremacista, machista, acosador y abusador de mujeres bajo su jerarquía a las que luego ha sobornado para acallarlas, mentiroso compulsivo, bocazas insultador en mítines públicos, inductor del asalto al Capitolio y, por lo tanto, cómplice del asesinato que se produjo de un policía, manipulador, ladrón

de documentos gubernamentales, defraudador de la Hacienda Pública, etc., capaz de cualquier tropelía con tal de salirse con la suya, incluso de la que nos ocupa.

Solamente por su responsabilidad en los asesinatos arriba detallados debería ser condenado a cadena perpetua.

Difundir estas sospechas, que lleguen a las instancias públicas y de la Justicia norteamericanas, para desmontar de su pedestal a este depredador.

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