Larraitz Ugarte
Abogada

No hay estado de alarma sin estado

Este exceso de soberbia y falta de liderazgo han derivado en la imagen de lehendakari derrotado y solitario

Pedro Sánchez no tenía razón. Urkullu la tenía, el PNV la tenía. EH Bildu la tenía. Chivite no tenía razón (aunque todo indica que los tribunales se la van a dar). La CAPV, en cambio, comunidad autónoma con abundantes competencias, no puede limitar derechos fundamentales de las personas por mucho que algún abertzale de buena fe intente con todas sus fuerzas buscar resquicios jurídicos y a pesar de que los españoles progres digan que sí, que vamos a poder hacerlo todo sin explicar por qué han tenido que activar un estado de alarma y alargarlo durante más de un año si eso era así...

No se puede y punto. No sin ser un estado. Una vez más, constatamos que nuestra autonomía es más una confederación de municipios y provincias con competencias interesantes pero sin un verdadero poder para organizar las vidas de su ciudadanía para, como en este caso, preservar algo tan básico como la salud pública.

Otra lección interesante del desastre de ser españoles es que los políticos y los gobiernos, lo dejan todo al albur de los juzgados. Y como buenos conocedores que somos todos de la arbitrariedad y discrecionalidad de los juzgados, nos dan la posibilidad de acudir al Tribunal Supremo para unificar  jurisprudencia y las directrices de qué vamos a poder hacer a partir de hoy todos los españoles. Porque claro, es un poco complicado explicar a la ciudadanía por qué Navarra puede establecer toques de queda y la CAPV no, o dicho de otra manera por qué interpreta el TSJN que sí y el TSJPV que no... Pero según dicen, el Tribunal Supremo no debe estar muy animado de ejercer esa labor, no sabemos si por carga de trabajo o por no querer asumir responsabilidades de gobierno porque a éste no le apetezca ejercer como tal... El caos, que algunos se empeñan en denominar jurídico y en realidad es político, es absoluto. La frivolidad se ha adueñado de este 9 de mayo.
 
La cuestión es que el gobierno español, a cambio de ser un irresponsable (frivolidad que hasta el propio Urkullu le ha pedido que cometa en reiteradas ocasiones,  principalmente al inicio de la pandemia) ofrece una posibilidad para que las comunidades autónomas peleen por poder adoptar medidas protectoras para la ciudadanía, pero el Sr. Urkullu ha decidido renunciar a hacer uso de ese derecho a recurrir. Dice que por seguridad jurídica, pero sinceramente, no lo entiendo.

Urkullu, que en los días previos se ha mostrado como el lehendakari casquetoso, en el quejica que pide cogobernanza a Madrid, le suplica que mantenga el estado de alarma por carta y no juega a otra carta más que a que Moncloa le haga caso sin en el ínterin prever la organización de estas tres provincias, se ha quedado KO.

Urkullu, que mientras nos llevaba diciendo un año  que con su nivel de autogobierno era Superman, la realidad es que ahora parece que está tan débil como si se hubiera comido una tonelada de kryptonita. Un Urkullu débil, que desiste de luchar por la salud de la gente... no cuadra nada este nuevo relato de presidente derrotado. Se podría concluir que hay algo de postureo, que no quiere ser quien asuma las restricciones y ser el malo, único protagonista de las medidas que se implementan. Los malos son Sánchez, el TSJPV y cómo no la ciudadanía, en especial la juventud.

Estos días que el termómetro se presenta generoso y las cañas han adquirido un lugar privilegiado en el nivel de debate estatal, palpamos que mucha gente dice que ya está bien, que quiere que esto se pase ya y recuperar su vida de antes: su casita de Burgos, su rodaballo en Getaria o el bailoteo after hours. Que nos vacunen ya y nos suelten para salir corriendo... Por eso, en este escenario parece que el lehendakari prefiere mirar hacia otro lado, decir que los jueces no le dejan ejercer su cargo y mostrarse resignado. ¿Que esta cuarta ola no acaba de bajar? ¿Que viene la quinta? Pues el relato es que «yo tengo las manos atadas. Decídselo a Pedro. Mientras, te saco una caña, ¿quieres?».

Esto explicaría que el lehendakari no nos haya aclarado hasta el viernes a ultimísima hora qué pensaba hacer y nos hayamos enterado por Revilla o por filtraciones, mientras en Nafarroa desde el lunes ya se sabía. O que no haya solicitado colaboración al resto de fuerzas políticas para acordar cómo se podría afrontar una situación de debilidad jurídica.

Este exceso de soberbia y falta de liderazgo han derivado en la imagen de lehendakari derrotado y solitario reflejado en la comparecencia post LABI este mismo viernes. Por eso, otra hipótesis es que la debilidad del Sr. Urkullu no sea pose, sino realidad. Un lehendakari desbordado por las circunstancias y por un gobierno que hace aguas por todas las esquinas. Los primeros en incidencia y los últimos en vacunas, falta de estrategia y liderazgo, trabajadores en huelga, hosteleros y jóvenes apaleados en las calles... Con este plantel no es de extrañar que el Sr. Urkullu lleve una larga temporada sin medir la opinión de la ciudadanía y por ende ocultándola. Parecen estar desesperados de verdad. Ello explicaría el enorme uso que están haciendo del recurso de la mentira en las últimas semanas. Cuando alguien miente y oculta tanto es que está muy desesperado. La connivencia entre la ertzaintza y los fascistas de Desokupa o el affaire de las vacunaciones irregulares que han llevado a EH Bildu a solicitar la reprobación de la Consejera de salud son una buena muestra de la actitud que está sosteniendo el Gobierno Vasco. Actitud que de no cambiar sólo ahondará en esa misma desesperación. Pues nada, a disfrutar de las cañas que nos dejan tomar.

Bilatu