Josu Iraeta
Escritor

No hay evolución generacional

Si en alguna profesión son importantes las formas, el modo de actuar, esa es la política. Porque trabajar, colaborar entre afines es cómodo, pero hacerlo entre diferentes, siendo los objetivos más o menos lejanos, incluso alternativos, la elegancia en el trato y el buen hacer «diplomático» permiten la búsqueda de puntos comunes y la posterior llegada de acuerdos. Acuerdos que de otra manera no verían la luz.

Este primer párrafo será el que me ayude a demostrar la «no evolución» en el ejercicio político del actual lehendakari, Imanol Pradales, respecto a otros lehendakaris que ejercieron en las primeras décadas del pasado siglo.

Desde estos párrafos quiero citar un movimiento que surgió ante la erosión que los derechos históricos de gallegos, vascos y catalanes sufrían ante el centralismo de los consecutivos sistemas y gobiernos españoles. Estoy hablando del movimiento Galeusca.

Su primera presencia pública se dio en La Habana (31-08-1924) en la conferencia que el catalán Josep Conanglia i Fontanilles pronunció en el Centro Catalá de La Habana.

Todo esto, dentro de la diversidad de conceptos, pues si unos pretendían una autonomía con más o menos competencias, otros tenían por meta un Estado federal o confederal, mientras unos terceros situaban su objetivo en la independencia.

Si las relaciones entre gallegos, vascos y catalanes siempre fueron puntuales y bilaterales, a partir de la triple alianza (Barcelona, 12-09-1923) la relación fue trinacional.

La firma del pacto tuvo efecto, finalizada la Diada, y estaba compuesto de ocho artículos, en los que se cita en varias ocasiones la posibilidad de «derramamiento de sangre» para obtener soberanía.

Entre los firmantes se encontraban personajes como Alfredo Somoza, Elías Gallastegui, Jesús María Leizaola, Jaume Bofill, Francesc Macià y Josep Riera i Puntí, entre otros.

Por otro lado, también consiguieron aglutinar a la mayoría de las fuerzas opositoras de la península en el Pacto de San Sebastián (17-08-1930).

A pesar de que el 14 de abril de 1931 fuera instaurada la II República, el hecho real fue que el «Estado Integral», similar al actual Estado de las Autonomías, no satisfizo en casi nada y quedaba muy lejos de los planteamientos de las fuerzas en el Galeusca.

Sin duda, esta realidad fue el motor que propició la agilidad en las relaciones triangulares, lo que supuso un nuevo compromiso, el «Pacto de Compostela o Galeusca» (25/07/1933) y esta vez con presencia de la totalidad de las fuerzas más representativas de las tres naciones. Galicia: Ultreia, Partido Galegista; Euskadi: PNV, ANV; Catalunya: Acció Catalanista Republicana, Unió Democrática de Catalunya, Esquerra Republicana de Catalunya, Palestra y Liga Catalana. Lo cierto es que el contenido de lo firmado, siendo importante, tampoco comprometía profundos e importantes acuerdos de contenido político, pero se suponía que podía valer para presionar, a través del Parlamento español, ante una República que se movía lejos de los parámetros esperados.

Visto desde la distancia que nos permite el tiempo transcurrido, da la impresión que, en pleno 2024 estamos acercándonos a situaciones vividas hace casi cien años.

En aquel periodo de tiempo, la derecha española buscó como ahora el enfrentamiento y tanto presionaron tratando de acumular fuerza, que motivaron la retirada de los diputados de Esquerra Republicana primero, y los del PNV después.

Sin olvidar la conflictiva Asamblea de Municipios Vascos (Zumarraga, 02-09-1934), con presencia solidaria de gallegos y catalanes.

En este ambiente de tensión, las elecciones ganadas por el Frente Popular (18-02-1936) hicieron que la derecha española pusiera en marcha su máximo e histórico valor hispano, el Ejército.

Con este panorama represivo, el Galeusca recuperó parte de su actividad gracias a la numerosa presencia en Londres de vascos y catalanes.

Esto ocurría en Londres, porque en Buenos Aires también había movimiento, máxime a partir de la llegada de Castelao el verano de este mismo año.

A partir de la reaparición de Aguirre en el escenario político, tras un año de extrañas vicisitudes, hubo un importante flujo epistolar entre Castelao y el presidente vasco. El gallego requería del vasco más implicación para articular un bloque trinacional que desarrollara una política homogénea, mientras Aguirre enfriaba el tema diciendo que no quería «pactos precipitados».

Esta relación germinó en un viaje de Aguirre por distintos países, incluido Argentina.

La llegada de Aguirre motivó una ferviente actividad política, culminando con un acto (07-10-1942) en el teatro Avenida de Buenos Aires. Un Galeusca que fue condensado en un amplio folleto con dibujos de Castelao y Néstor Basterrechea.

Durante los próximos años se mantuvo la característica epistolar, Castelao era un generador político y deseaba avanzar en los postulados del Galeusca, con una praxis que parecía lógica. Mientras Aguirre, claramente condicionado por su entorno, enfriaba el empuje del gallego con más y más requisitos.

Termino con otro ejemplo, el Galeusca de Buenos Aires (31-01-1944), directamente dirigido al lehendakari vasco, quien respondió argumentando estar de acuerdo con el contenido de las propuestas de funcionamiento trinacional, pero haciendo observar que no se daban las condiciones óptimas para su desarrollo.

Al inicio de este trabajo se cita la intención de demostrar la evidente «no evolución» del lehendakari Imanol Pradales respecto a quienes le precedieron hace casi un centenar de años. Quienes me honran con su lectura tienen la palabra.

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