Joxemari Olarra Agiriano
Militante de la izquierda abertzale

No matarás

¿Será simplemente que matar está mal únicamente cuando le interesa y no sabe qué opinar cuando se mata por otros barrios con otros intereses y por causas que a él no le gusta airear?

No matarás» decía el quinto mandamiento que Dios esculpió en roca viva ante Moisés, mientras su tribu se dedicaba a pasarlo bien con el becerro de oro como guía espiritual y carnal. Y así bajó de la montaña el gran patriarca, con las palabras del sumo hacedor esculpidas en la piedra; pero de alguna manera el becerro de oro ya se había extendido entre su pueblo y hoy es el día en el que los descendientes de aquellos que oyeron y leyeron de primera mano el «no matarás», siguen liquidando la vida de todo palestino que intente sobrevivir como pueblo soberano. Y a estas alturas me pregunto, ¿qué piensa Urkullu del asunto este que le atrae malamente? ¿Está mal que los palestinos maten por su tierra, por su pueblo, por sus convicciones? ¿O está mal que los israelíes se mantengan en tierras ocupadas a sangre y fuego, matando a diestro y siniestro? ¿Está mal matar frente a la ocupación? ¿Está mal matar para ocupar e ir en contra de las leyes que su Dios les dio?

«Matar está mal», según la cantinela que esparce por doquier el presidente del Gobierno Vasco, ubicado en Gasteiz, Urkullu, cada vez que puede. Cierto es que ningún líder de este alocado mundo diría lo contrario; no obstante haberlos, haylos, y a pesar de pensar que cepillarse al enemigo es una gran solución, en el paroxismo de intentar sustentar la gran bondad de su partido político, una política atorrante del PNV se atrevió a descubrir al mundo que el kaiku, la txapela, el txistu, la txalaparta y el tamboril eran instrumentos con los que conseguir la paz y la armonía mundiales frente a la violencia institucional o no.

Pero el demonio del ejercicio de la violencia está en todos y cada uno de los líderes políticos, al igual que está entre los grandes gánsteres y caudillos guerrilleros. La violencia, el matar al prójimo, está aceptado como «solución». Y así lo vieron, en Euskal Herria, en épocas recientes, desde Zumalakarregi, hasta José Antonio Agirre, Monzón, Etxebarrieta, Argala y una larga lista que, además, en algún caso, utilizaron kaiku, se adornaron con txapela y tocaron el txistu.

Hoy día vivimos tiempos convulsos y la violencia entre la humanidad persiste como instrumento indispensable para la resolución de problemas. Ucrania se ha convertido en una cruel sangría donde miles de mujeres y hombres mueren diariamente porque así lo han querido otros hombres y mujeres que ostentan el poder político, el poder económico y, sobre todo, el poder de los medios que persuaden a la sociedad para que acepte sin rechistar la muerte, la matanza. Hoy día vemos que ya no se apuesta por el diálogo, por la negociación. Antes de llegar a establecer un mesa para conseguir la paz, cada uno de los litigantes se cree en la obligación de cargarse de razones en forma de cadáveres. Cuantos más muertos consiga, mejor posicionamiento en unas negociaciones.

Zelensky, que recuerde, rara vez ha solicitado a Occidente medicinas y ayuda humanitaria. En su lugar, lo que ha pedido, una y otra vez, son armas y mercenarios. Y Occidente, lacayismo europeo con USA incluido, se lo ha enviado en bandeja. El dúo letal Úrsula-Borrell claman e inflaman a organismos y gobiernos para aplastar a Rusia, quien a su vez, posee un arsenal inmenso para poder aplastar a sus enemigos. El matar es, para todos, la solución y el pacifismo queda como una bella palabra sin significado que, en algunos casos, ha sido usada cínicamente por algún politicastro: «el pacifismo hoy –han llegado a decir– es vencer a Rusia».

Y en el solar vasco, Urkullu no nos despeja su duda sobre si «matar estuvo mal» en el pasado o en el presente y sigue mareándose con su propia idea, pues si bien matar «estuvo mal», también lo estuvo en el 36 y en años anteriores con las carlistadas. Matar, debería afirmar el lehendakari de una parte de los vascos, «estuvo, está y estará mal» siempre.

Pero, al parecer, cuando «estuvo mal», se debía a que solo se debía haber usado kaiku como defensa inocua. ¿Será simplemente que matar está mal únicamente cuando le interesa y no sabe qué opinar cuando se mata por otros barrios con otros intereses y por causas que a él no le gusta airear?

Retórica aparte, los datos nos dan más precisión. Y así, según estos, el PNV ha votado y aplaudido con las orejas a favor de mandar más armamento a Ucrania para sostener una cruel guerra que está produciendo miles de muertos, ha abierto el puerto más grande de Euskal Herria para llenar de carros de combate el reino de Zelensky. Carros, armamento y utensilios que sirven en estos momentos para matar seres humanos que visten uniforme del Ejército ruso. Todo lo cual «está bien» según la endeble, lábil y particular ética del lehendakari que, en este caso acepta el matar como una acción legítima de defensa con las armas en la mano frente a un invasor. ¿Y dónde queda el derecho a la vida en esta situación? Los vientos que bebe Urkullu con el tema de la violencia entierran profundamente el concepto de «nada justifica el empleo de la violencia» cuando hay negocio de por medio o, peor aún, cuando el amo OTAN y su gran perro guardián EEUU, deciden liquidar a quien ose cuestionarles.

Es en estos momentos cuando habrá que recordar que Euskal Herria dijo un sonoro NO a la OTAN, a pesar de que el PNV optó por apoyarle entonces, cuando matar «estuvo mal».

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