Juan Mari Arregi

Obispo Cirada, ni subversivo ni rojo, fue cómplice de la tortura

Monseñor Cirarda no respondió y se hizo el silencio, pero su respuesta llegó meses después, cuando en mayo de 1969 pudo comprobar las huellas de las torturas de uno de sus sacerdotes

“José Maria Cirarda, el cura subversivo y equilibrista”, es el título con el que el periodista del diario Deia Jon Múgica hacía el pasado domingo una valoración de quien fuera Obispo vasco monseñor Cirarda, y también administrador apostólico de Bizkaia en el año 1968, tras la ocupación del Seminario de Derio en noviembre de ese año por un grupo de unos 80 curas vascos entre los que se encontraba también quien suscribe.

El periodista posiblemente aquellos años ni había nacido o era un niño, por lo que poco puede saber de aquella etapa que en la Iglesia vasca fue muy dura por la complicidad de su jerarquía con el franquismo y el capitalismo, y la reacción de sectores laicos de aquella iglesia así como de una parte pequeña de su clero a favor de una Iglesia alternativa al servicio de los pobres, de los trabajadores y de los derechos sociales y nacionales de este Pueblo. Situación que provocó la detención, torturas y encarcelamiento o exilio de un grupo importante tanto de laicos como de sacerdotes.

En ese contexto, y mientras ocupábamos el seminario de Derio, y tras la muerte del obispo Gúrpide, monseñor Cirarda fue nombrado administrador apostólico de Bizkaia. En su primera intervención ante los ocupantes del seminario de Derio quien suscribe, como uno de sus portavoces, tomó la palabra y le dijo: «Monseñor Cirarda, si usted está dispuesto a subir a la cruz como Jesucristo, por denunciar la situación de opresión y represión que sufre nuestro Pueblo, las detenciones, torturas, encarcelamientos y exilio… nosotros estaremos detrás de usted apoyándole… pero en caso contrario seguiremos combatiéndole… como aquí estamos ahora…».

Monseñor Cirarda no respondió y se hizo el silencio, pero su respuesta llegó meses después, cuando en mayo de 1969 pudo comprobar las huellas de las torturas de uno de sus sacerdotes, entonces también ocupante del seminario, y no quiso hacerlo. Fue en la cárcel de Basauri, cuando Monseñor Cirarda visitó al sacerdote Martin Orbe, detenido allí. Este quiso enseñarle las huellas de las torturas policiales pero Monseñor Cirarda se negó a comprobarlas, alegando que no era necesario ya que se las creía.

Poco después, en una Pastoral sobre la situación socio política vasca, al abordar la posibilidad de las torturas policiales, Monseñor Cirarda vino a decir dice que «… se habla de torturas policiales, si fuera verdad que las ha habido, habría que condenarlas, pero si no habría que restituir la fama de los agentes policiales acusados». El documental “Apaiz Kartzela” que se exhibe ahora por los cines de Euskal Herria es un buen testimonio de cuanto aquí escribo.

Miren qué actuación más subversiva de Monseñor Cirarda… Él, que pudo haber confirmado la verdad de aquellas torturas en el cuerpo de un sacerdote, y en consecuencia podría deducir lo que habrían sufrido otras cientos de personas laicas a su paso por comisaría, vuelve a cerrar sus ojos a aquella lacra y además por si acaso recuerda que de no ser veraz la acusación, ¡¡¡habría que restituir la fama de la policía!!!

Meses después el mismo obispo vasco tuvo una audiencia con Franco y le entregó un dossier de algunos testimonios de torturas que nunca las hizo públicas. Eso sí, ya mayor y jubilado, Monseñor Cirarda realizó en 1996 una confesión personal y pública en una conferencia en Madrid que, de alguna forma, viene a avalar nuestra acusación de que ni fue rojo ni subversivo sino cómplice de la tortura.

El obispo vasco se pregunta, «¿fui cobarde, fui prudente?». Y se responde: «Ni hoy me atrevo a contestar. Dios me lo dirá en el día del juicio último, y confío en su infinita misericordia. Jubilado ya, y sin responsabilidad de gobierno, solo me atrevo a decir que si hace veinte años hubiera tenido las ideas tan claras como las tengo hoy, hubiera sido más decidido en mis intervenciones episcopales, tanto para la denuncia pública de las torturas como para reclamar el debido respeto a los derechos del Pueblo vasco. Estoy seguro de que más de un comentarista me hubiera tachado de obispo «abertzale» como un diario de Madrid acaba de llamar amonseñor Setién con grandes titulares…; otros aprovecharían mis actuaciones para afirmar que la Iglesia del País Vasco estaba maridada con el nacionalismo vasco. Pero mi conciencia, concluye, estaría tranquila por haber cumplido un deber pastoral».

Sr. Múgica, ya conoce ahora algo más de Monseñor Cirarda. Y para cerciorarse aun más podría ponerse en contacto con mi amigo y compañero Martin Orbe, quien le acercará aún más y mejor a la figura de un obispo como Cirarda que tuvo la terrible pero privilegiada ocasión de comprobar con sus ojos las huellas de la tortura y haberlas denunciado públicamente. Ni rojo, ni subversivo…… ¿Equilibrista?, algo también. Una pena y una vergüenza.

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