Javier Herrán Gallego

Orden liberal: ¿hasta cuándo?

Escribe Henry Kissinger en "Diplomacy" (1994) que «la mejor forma en que los Estados Unidos sirven a sus valores es perfeccionando la democracia del propio país, actuando así como faro para el resto de la humanidad; y que los valores de la nación le imponen la obligación de defenderlos en todo el mundo, como si de una cruzada se tratara».

Algunos eventos recientes invierten, de alguna manera, los argumentos de Kissinger. En primer lugar, los acontecimientos ocurridos a comienzos de década y de ámbito doméstico -el asalto al Capitolio y la derogación del derecho de la interrupción del embarazo–. En segundo lugar, la remilitarización del sistema internacional dominado por la lógica realista y denotado a través del afianzamiento político-ideológico de una organización militar como la OTAN, y la agresión de Rusia en Ucrania. Esta nueva serie de sucesos contradice a Kissinger en dos niveles. Por una parte, el riesgo de colapso del esqueleto democrático estadounidense es evidente. Por otra parte, la estabilidad del sistema liberal internacional se encuentra actualmente muy lejos de los requerimientos de Kissinger y/o escolares de la talla de G. Allison y las recomendaciones publicadas en "Destined for War".

A diferencia de las posiciones realistas, la Escuela Inglesa por medio de Hedley Bull, escribe sobre la existencia de la fragmentación sociocultural entre la sociedad internacional y la Sociedad Mundial. En referencia a esta cuestión, respaldado por la Teoría Crítica, Andrew Linklater expresa su preocupación en Citizenship, Sovereignty and Humanity a causa de la exclusión de parte de la Sociedad Mundial en la sociedad internacional.

Apoyándonos en esta última apreciación, el orden liberal internacional es históricamente cuestionado desde el exterior de la sociedad internacional, a partir de países y/o grupos sociales que son excluidos de la toma de decisiones de carácter global, aludiendo la defensa del sistema de valores hegemónico, como se explicó en el artículo anterior. En consecuencia, los excluidos crean estructuras político-culturales y económicas divergentes a las propagadas por occidente o sociedad internacional compitiendo directa o indirectamente con éstas.

Ahora bien, en la actualidad, la sociedad internacional no solo se está viendo retada desde esta periferia excluida. Análogamente, en paralelo a la vigente crisis de valores democráticos de los Estados Unidos, regímenes socialdemócratas occidentales involucionan hacia configuraciones políticas autoritarias (Polonia, Bulgaria, Rumanía...) y, además, irresponsablemente reforzados por el apoyo estratégico de los Estados Unidos tras la agresión rusa en Ucrania.

Es importante resaltar que dicha estrategia estadounidense, mediante las acciones militares y diplomáticas necesarias para el mantenimiento de un sistema internacional unipolar, implica un grave riesgo para la estabilidad económica, social y política de su propio sistema, y por ende, el nuestro. Es más, el patrocinio de valores y sistemas políticos occidentales que difieren y rechazan las organizaciones político-culturales de la sociedad internacional, podría dirigir a ésta a la inestabilidad política y al posterior colapso.

A este respecto, la política exterior de España, y en particular la toma de decisiones de los últimos meses (aumento del presupuesto militar apoyado por PNV), obedecen a la carencia de un marco propio de conveniencia, no solo de ámbito nacional, también regional e internacional. La falta de determinación de decisores políticos españoles y vascos, ante el evidente agotamiento del orden liberal internacional y las tensiones que genera su mantenimiento, posibilita la intervención e introducción de aquellos postulados regresivos alimentados en la base de dogmas autoritarios y aislacionistas. Sobremanera, la exigüidad de carisma, valentía y voluntad para suscitar la reconfiguración de un nuevo entorno subnacional (Naciones sin Estado), nacional (Federalismo), regional (Unión Europea Democrática) e internacional (ONU sin veto) y la consecuencia explícita de su inacción y silencio es sospecha de complicidad hacia configuraciones políticas antidemocráticas.

Es menester, ante la compleja situación internacional actual, la creación de un marco de discusión plural basado en principios de diálogo democrático. En el cual se incluya una heterogeneidad de actores: desde agentes mediáticos como pequeños periódicos y revistas, hasta la creación de círculos internacionalistas de discusión social y política que abarque barrios, pueblos y provincias y que tenga como finalidad mundializar a vecinos, familiares y amigos. La Sociedad Mundial tiene que rechazar de facto el incremento de las hostilidades y acciones militares, poniendo encima de la mesa, de una vez por todas, un viraje real hacia la multipolaridad del sistema internacional, presionando por la inclusión de todos los actores sociales, nacionales, estatales, regionales y continentales y la supresión de la exclusividad en los círculos de decisión de ámbito global. Al fin y al cabo, el mundo es de todes, eraiki dezagun elkarrekin!

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