Matilde Iturralde
Médica rural de familia

Osakidetzakoa

Si se quiere mantener la capacidad asistencial del sistema público, ¿no sería una buena cosa quitar todas las desgravaciones a los seguros privados de salud? ¿No sería una buena medida terminar con las concertaciones con la sanidad privada?

Hace un par de años los responsables de la gestión de la plantilla de Osakidetza crearon una plataforma en internet para centralizar las relaciones con los y las trabajadoras y la denominaron "Osakidetzakoa-Plataforma del empleado". Si se piensa un poquito, con un nombre tan plano la dirección de personal al menos consiguió una relativa sensación de pertenencia y también de privilegio, porque trabajar para cualquier campo de la administración sigue siendo un sueño para muchísima gente en nuestra sociedad, y también porque ser de Osakidetza sigue siendo de alguna manera aportar al mantenimiento de la manoseada «joya de la Corona» de la administración vasca. Esa joya que ha ido perdiendo todo su esplendor en la última década, de manera que ya con mucha dificultad se puede diferenciar del resto de sistemas de salud de las comunidades vecinas.

En esa disociación trabajamos muchas en Osakidetza desde hace años, conscientes de que solo la sanidad pública genera asistencia sanitaria equitativa y que, al mismo tiempo, esa misión se ha ido dinamitando por poderes políticos y económicos, porque ya no necesitan legitimar su gestión y puede manipular y desinformar a la opinión pública sin grandes dificultades.

A esa manipulación contribuye sin duda la aparición de falsos debates que, como las buenas prácticas de propaganda, en su desarrollo traen implícitas igualmente las soluciones más convenientes para los que mandan y sus intereses.

La percepción de la realidad siempre está condicionada por las circunstancias de la mirada. Así, una gravísima crisis sistémica como la que percibimos muchas de las que trabajamos en Osakidetza no es tan evidente para una buena parte de la población. De ahí el reducidísimo costo electoral que produce este deterioro desde hace una década. Frente a esta realidad, los responsables políticos de Osakidetza esgrimen continuamente cifras imposibles de contrastar ni de contestar.

Alguien me ha dicho hace poco que a menudo los números son un trampantojo que ocultan la realidad. Porque el paciente que no consigue una cita en un tiempo razonable con su médica de toda la vida, la imposibilidad de ser valorado en una consulta hospitalaria sin correr una carrera de obstáculos o acabar muriendo en una cama del hospital separado por una cortinilla de otro paciente en el final de su vida, se cuantifican pobremente. Y aún es más difícil cuantificar la situación de los sistemas invisibilizados y despreciados por los responsables políticos como son los centros de asistencia primaria urbanos y rurales.

Desde que los jefes de servicio del Hospital Donostia se soliviantaron por las torpes medidas de la dirección médica han ocupado decenas de titulares de prensa. Un conflicto de intereses particulares y de egos hiperventilados se ha elevado a categoría de problema fundamental, cuando en realidad se trata de ordenar un poquito el reparto de privilegios y clientes entre los servicios hospitalarios más lejanos aún de la democracia, la participación y el mérito que el resto del sistema.

Y ahora aparece la exclusividad de los médicos como nuevo debate estrella justo cuando desde la Asistencia Primaria se denuncia que no faltan médicos de familia, sino que los que se forman se van porque no quieren trabajar en un buque que se hunde irremediablemente. Pero es que, además, en el último año, también se ha iniciado el desvío de médicos hospitalarios a la sanidad privada dejando más de un servicio desmantelado. Si se quiere mantener la capacidad asistencial del sistema público, ¿no sería una buena cosa quitar todas las desgravaciones a los seguros privados de salud? ¿No sería una buena medida terminar con las concertaciones con la sanidad privada que solo hacen que crezca su cuenta de resultados sin mejoría real de la salud de la población? ¿No se contempla por parte de los grupos políticos abrir un debate serio sobre una nueva ley de sanidad y un plan de salvamento real de Osakidetza? La exclusividad estuvo en su momento y fue un complemento salarial que se acabó modificando para ser por fin café para todos. Parece una medida accesoria poco más. Desde mi larga experiencia en la medicina de familia, me gustaría hacer una oferta desinteresada a nuestros representantes políticos: pidan una cita en sus respectivos centros de salud y hablen con sus administrativas, enfermeras y médicas y admiren a sus limpiadoras… y luego, tal vez, saquen alguna conclusión.

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