Josu Iraeta
Escritor

«Osasun–bidea»

A lo largo de la exposición y los datos que se aportan, nos llevan a una conclusión tajante; la Navarra que gobierna la presidenta María Chivite no existe.

Han transcurrido dieciocho largos meses, pero la documentación que hay sobre mi mesa me recuerda, cómo en el Salón Verde del Palacio de Navarra, –en un acto en el que María Chivite y su homóloga de La Rioja, Concha Andreu– firmaron un convenio de colaboración. La presidenta Chivite pronunció un corto discurso, en el que entre otras cosas expresaba textualmente: «La sanidad es, sin duda, un servicio fundamental. Una herramienta imprescindible para garantizar la equidad, la igualdad de oportunidades, para investigar, prevenir y atender a los pacientes» Y añadía: «Este convenio refuerza nuestra apuesta por la sanidad pública y sus profesionales».

A la presidenta Chivite se le notaba que creía en lo que decía, que era sincera, tanto que añadió: «Es un hito que nos sitúa a la vanguardia de España y que demuestra la calidad y capacidad de nuestros servicios sanitarios públicos».

Suena bien, muy bien, pero, como tantas otras veces la prensa escrita, los vídeos de los informativos, en ocasiones pueden llegar a ser crueles, verdaderamente crueles. Se puede acceder a ellos a través del tiempo, no es necesaria mucha memoria y nos ponen ante los ojos, situaciones concretas, inapelables.

Leyendo los párrafos de la presidenta Chivite, me llega a la memoria uno de los aprendizajes más útiles en el ejercicio de la política –y esto lo digo por haber sido testigo en muchas ocasiones– es el de conseguir mentir públicamente sin sonrojarse. Es cierto, con el tiempo resulta ser una «cualidad» no fácil de dominar, pero a la que se recurre con asiduidad.

Siguiendo con la salud pública, en mi mesa también hay documentación escrita sobre el contenido de algunas convocatorias de la Plataforma Navarra de Salud, concretamente con fecha 16/12/2021, en las que exigen que los presupuestos garanticen una sanidad «pública y de calidad».

En su convocatoria, la Plataforma Navarra de Salud, recordaba que, a pesar de la pandemia del coronavirus, con lo que supuso a nivel sanitario, el anteproyecto de Presupuestos presentado por el Departamento de Salud, «mantenía el presupuesto global sin crecimiento, no apoyaba a la Atención Primaria, ni a la salud pública, aumentaba el gasto farmacéutico, consolidaba una salud mental precaria y blindaba las derivaciones a centros privados».

No parece que las afirmaciones de la presidenta María Chivite, en el Salón Verde del Palacio de Navarra, que yo citaba en los primeros párrafos, hayan sido tenidas en cuenta por los responsables de Osasunbidea. O quizá sí, y no eran sino un «canto al sol». El resultado es conocido y desgraciadamente, su credibilidad también.

Por estas fechas, el sindicato LAB hacía suyas las reivindicaciones de la Plataforma Navarra de Salud, y lo hacía porque –decía– es hora de tomar decisiones. Además, abogaba por implementar «medidas de calado político, económico y de gestión», y añadía que las medidas a tomar deberían hacer frente a la «falta de dimensionamiento de la plantilla, la eventualidad superior al 60%, el envejecimiento y la inminente jubilación de prácticamente la mitad del personal fijo en los próximos 10 años.

Este sindicato denunciaba –también– la situación de precariedad laboral y la falta de personal, tanto en Atención Primaria como en especialidades, en el ámbito rural. Citaban localidades como Elizondo, Goizueta, Peralta, Altsasu…

Como diría un viejo amigo de Erriberri, «ha pasado un año y seguimos con la burra a cuestas».

Ha transcurrido el tiempo y hoy, nadie puede negar la evolución de la sanidad privada en el sur de Euskal Herria. Hay datos oficiales, constatables, afirmando que, en la última década, el seguro privado se ha incrementado en un 17%.

Se «intuye» que los recortes realizados tras la crisis de 2008 motivaron el aumento en la medicina privada, pero, en mi opinión, las decisiones que se toman al respecto, tanto en Lakua como en Carlos III, son las que motivan el «trasiego» permanente de profesionales de la medicina.

En un párrafo anterior citaba datos oficiales de una década, ahora puedo añadir que, si hace diez años la medicina privada «agrupaba» aproximadamente a 2.800 facultativos, hoy cuenta con un incremento muy considerable, 2000 más que el año 2012. Estimo que son cifras a tener en cuenta, cuando se analiza la situación actual de la Sanidad Pública en el sur de Euskal Herria.

He dejado para finalizar, la situación en mi lugar de residencia, Bortziriak– Cinco Villas. Pueblos de montaña como; Bera, Lesaka, Etxalar, Igantzi y Arantza. Aquí mi conocimiento es más preciso y, tengo muchos más datos para analizar.

En Bortziriak contamos con 1.260 niños, con edades entre (0-14 años).

A estos datos podemos añadir que la pediatra se jubila el próximo mes de diciembre y no hay –a corto plazo– previsión alguna de cobertura de vacante. La solución que se plantea desde Iruñea consiste en «utilizar» a los médicos existentes y las enfermeras de pediatría.

La situación de la Sanidad Pública en Bortziriak-Cinco Villas, aumenta su deterioro con la baja de maternidad de una de los médicos de Lesaka, con lo que por falta de personal en Arantza-Igantzi, y a partir del próximo enero, más de 1000 pacientes se quedarán sin médico de referencia.

A lo largo de la exposición y los datos que se aportan, nos llevan a una conclusión tajante; la Navarra que gobierna la presidenta María Chivite no existe.

Hace algún tiempo –y desde las páginas de este mismo diario–, denunciaba el comportamiento acultural e irracional, impropio de un gobierno que se dice navarro y de izquierda, para con la lengua de las navarras y navarros, el euskara, hoy la denuncia se basa en el abandono inadmisible de la Salud Pública.

Es posible que en la pasada legislatura –incluso ante una situación como la actual– hubiera dado un margen de reflexión y cambio de rumbo a este Gobierno, hoy no.

De todas formas, le deseo suerte presidenta Chivite.

Bilatu