Sabino Cuadra Lasarte
Abogado

Osasuna y el tour

En una entrevista hecha por GARA el pasado mayo a la cabeza de lista del PSN al Ayuntamiento de Pamplona, Elma Saiz, el periodista preguntó: «Imaginemos que logra gobernar, que han pasado los cuatro años. ¿Qué le gustaría haber hecho?». La respuesta fue: «La convivencia. Hemos vivido hace poco algo en Sevilla, en la final de la Copa, algo que nos une. El osasunismo, ese sentimiento que se veía, esa marea rojilla, ese equipo que es más que un equipo, que es una forma de ser y unos valores...». Poco después, convivenciadora como pocas, se negó en redondo a hablar con EH Bildu de nada que tuviera que ver con la elección a la alcaldía de Pamplona.

El osasunismo, de todos modos, de ser símbolo de convivencia, lo será, como mucho, para los osasunistas, que no para la ciudadanía en general. Porque hay mucha gente a la que el fútbol ni le va ni le viene, está harta de la sobreinformación sobre el mismo, practica o sigue otros deportes (pelota, monte, baloncesto...) o son aficionados de otros equipos (Real Sociedad, Madrid, Athetic, Barcelona...). Pero no, según Elma Saiz, el osasunismo parece estar ligado a la esencia del fuero: es una forma de ser, unos valores... Claro está, no dijo cuáles.

El pasado enero, el Tribunal Supremo condenó a penas de entre 4 y 5 años y 7 meses de prisión a un exgerente de Osasuna, un expresidente, un exvicepresidente, un tesorero y un exdirectivo por los delitos de apropiación indebida, falsedad y corrupción deportiva. Resulta que mientras predicaban osasunismo convivencial navarro, llenaron sus bolsillos con más de dos millones de euros procedentes de la venta de localidades y camisetas, falsos contratos... Era su forma de ser.

Este año el Osasuna, debido a estar a punto de ganar la Copa del Rey, fue designado a dedo por el ínclito alcalde Maya (UPN) para lanzar el chupinazo del día 6. Su presidente, al prender la mecha, saliéndose del guion, añadió al tradicional «¡Viva San Fermín!» la coletilla de «Y no nos rendiremos: ¡Aupa Osasuna!». Se refería a su descalificación en la Champions por la UEFA, debido a la compra de partidos realizada por los directivos antes citados, si bien Osasuna participará finalmente en la competición tras aceptarse el recurso presentado por el club.

Por mi parte, nada que objetar a este saltarse el protocolo realizado por el presidente del club. También lo hizo Javier Eskubi, concejal de Aralar, en 2006, quien, por coherencia con un agnosticismo que le impedía vitorear a un santo, gritó «¡Vivan las fiestas de San Fermín!». Pero aquello no gustó nada a la entonces alcaldesa de UPN, Yolanda Barcina, quien le quitó el micro y bramó un «¡Viva San Fermín!» que aún resuena.

En el chupinazo del día 6 se portaron pancartas y se dieron gritos en contra de la UEFA. También han resonado estos en las calles y en la plaza. En cualquier caso, conviene destacar que mucha de la indignada afición que ahora ha clamado contra la exclusión inicial de Osasuna, estuvo bastante más parca en su día a la hora de protestar expresamente, manifestarse en la calle o, incluso, participar como acusación en el juicio por aquel atraco practicado por aquella banda de osasunistas de pro.

Cambio de tercio y paso al Tour. En mi vida he soportado tanto como ahora, hasta llegar al hastío, un atosigue publicitario similar, sobre todo en los dominios vascongados del gobierno del PNV, en torno a las etapas del Tour corridas en Euskal Herria. Durante semanas, se nos ha atosigado a tertulias, entrevistas y exhibición de documentales de antaño, contándonos día a día las ciudades, pueblos, carreteras y puertos por donde pasaría. La razón dada era sencilla: «Es una ocasión de oro para dar a conocer Euskadi en el mundo».

Alavés de nacimiento, fui de chaval seguidor del equipo KAS, patrocinado por una empresa vitoriana. Su paso por la Vuelta, el Giro, el Tour y muchas pruebas clásicas durante los años 60 y 70 fue brillante, consiguiendo abundantes premios de etapa, generales por equipos, generales de la montaña y más de un maillot amarillo final.

Luego, en los 90, nació lo que sería el Euskaltel-Euskadi, de la mano de la empresa pública Euskaltel, el Gobierno Vasco y las Diputaciones Forales de la CAV. En su financiación participaron también miles de aficionados vascos y cientos de empresas. El club recogió a lo mejor del ciclismo vasco y participó en las principales pruebas del calendario ciclista internacional hasta 2013. El color naranja de sus camisetas se convirtió en el color de miles y miles de aficionados que con sus ikurriñas se desplazaban por doquier siguiendo a su equipo. Aun con todo, los problemas económicos golpearon al grupo en su línea de flotación, derivados en gran medida de la privatización de la empresa Euskaltel por el Gobierno Vasco, quién la vendió a distintos fondos y multinacionales.

En 1992 hubo 14 ciclistas vascos participando en el Tour. Hoy solo lo hacen 7. Se reparten entre el Bahrain, equipo patrocinado por el Gobierno de ese país petroárabe y su monarquía misógina y violadora de derechos humanos; de Ineos, grupo creado en su día por el magnate de la comunicación Ruper Murdoch y, desde 2019, propiedad de la multinacional Ineos, segunda empresa mundial en el campo de los productos químicos; de Cofidis, empresa francesa filial de Crédit Mutual; de Movistar, multinacional telefónica española...

Lo ha dicho Abraham Olano, ciclista vasco campeón en el mundial de ciclismo en ruta (1995) y contrarreloj (1998): «Si no miramos a la base, cuando vuelva el Tour igual no quedan vascos en el pelotón». Pero no importa, lo importante es la imagen de Euskal Herria en el mundo –¿qué imagen?– y no tanto promocionar el deporte.

La política «panem et circenses» de los emperadores romanos servía para tapar con grandes espectáculos la cruda realidad social vivida por buena parte de la ciudadanía romana (de la población esclava mejor no hablar). Pues bien, con el osasunismo elevado a los altares de la identidad navarra y la glorificación de Euskal Herria a través del Tour, ocurre algo similar. Bueno, aquí en vez de hablar de «panem et circenses» habría que hablar de «pintxos y circo», pero eso queda para otra ocasión.

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