Félix Placer Ugarte
Teólogo

Otra Europa

Las próximas elecciones al Parlamento europeo tienen lugar dentro de una crisis económica que pone en cuestión, una vez más, el neoliberalismo capitalista, conductor de las políticas de los estados de este continente, cuya ideología inspira y alimenta un «orden» mundial sin ética ni justicia.

El economista y premio nobel Joseph Stiglitz, describe el proceso actual de legitimación de las desigualdades injustas, por parte de los privilegiados del sistema, como un engaño sistemático acerca del papel que juegan y deben seguir jugando el Estado y el Mercado actuales en la actual situación de crisis global en la que Europa está sumida. Los estados han fracasado (y con ellos los políticos que los dirigen) al someterse a los dictados del capital y de los mercados y finanzas  que los sostienen. Tal sometimiento, que ha generado amplios  beneficios injustos para unos pocos, ha entrado en crisis. Y ahora se pretende, una vez más, hacer creer que la crisis deben soportarla todos, pero cargando su parte más dura y cruel en los trabajadores y en la ciudadanía manipulada y consumista, sometida a la dictadura del mercado. Por tanto, el mayor peso de sus falsas soluciones recae en recortes sociales, en reformas laborales a costa de bajos salarios y despidos, en cierre de empresas, en desahucios, en precarización y pobreza (29% en la UE); cuando en realidad es el mismo sistema global, el que no sólo está en crisis, sino que es incapaz de responder humanamente a la necesidades  de la humanidad. Y esto se ha venido constatando de crisis en crisis desde el inicio del sistema capitalista.

Es precisamente la conclusión a la que ha llegado el investigador economista francés Thomas Piketty quien pone de manifiesto con amplios y rigurosos datos estadísticos que, de seguir así las cosas, nos dirigimos hacia una situación «intolerable» de acumulación de riqueza en unas pocas manos y de aumento de las desigualdades. Su tesis es que la tendencia de todo rico es a hacerse todavía más rico porque el mercado le empuja inexorablemente. Esa ley inquebrantable arrastra a la sociedad hacia la oligarquía y, en consecuencia, el capitalismo es incompatible con la democracia y con la justicia social.

Esta conclusión compartida con muchos analistas y, sobre todo, sufrida por la mayor parte de la humanidad y, en la Unión Europea, por tantas personas abocadas a la pobreza, muestra la crudeza de una crisis de alcance decisivo para el presente y futuro del planeta. Europa es directamente responsable de este drama  humanitario. Por tanto, las soluciones no pueden venir de una adecuación del sistema capitalista neoliberal, de reformas para volver a lo mismo, ni de mejoras para mantener la maquinaria expoliadora del capital que es, en definitiva, lo que buscan y proponen los programas electorales de las mayorías parlamentarias.

La  misma modernidad europea y su progresismo, controlados por este sistema, hace aguas por todas partes. Así lo expone Zygmunt Bauman quien, por tanto, la denomina «líquida». Con esta metáfora, se refiere en concreto al período que arrancó hace algo más de tres décadas. «Líquido significa, literalmente, “aquello que no puede mantener su forma”. Y en esa etapa seguimos: todas las instituciones de la etapa «sólida» anterior están haciendo aguas. De los estados a las familias, pasando por los partidos políticos, las empresas, los puestos de trabajo que antes daban seguridad, ahora no sabemos si durarán hasta mañana. Hay una sensación de liquidez total».

El filósofo coreano-alemán Byung-Chul Han ha denunciado que «el esclavo de hoy es el que ha optado por el sometimiento». Y lo ha hecho a cambio de un modo de vida escasamente interesante, «la mera vida, frente a la vida buena», casi pura supervivencia. A cambio de eso, cede su soberanía y su libertad. Dentro de la falsa libertad del neoliberalismo las personas se explotan a sí mismas, hasta el colapso. Por eso, esta «sociedad del cansancio» como sociedad del rendimiento a ultranza no se puede explicar con Marx. Marx criticó la sociedad disciplinaria de la explotación ajena. Nosotros, en cambio, vivimos en una sociedad alienada por rendimiento de la  autoexplotación”. El hombre se ha convertido en un animal laborans, «verdugo y víctima de sí mismo», lanzado al horizonte del fracaso.

En esta situación el conjunto de la vida social se convierte en mercancía, en espectáculo. La existencia de cualquier cosa depende de que sea previamente «expuesta», de «su valor de exposición» en el mercado, donde todo –también las personas– es mercancía. Lo invisible no existe, de modo que todo es entregado desnudo, sin secreto, para ser devorado de inmediato, como decía Baudrillard.

En la antigüedad, lo importante era el ser, pero el capitalismo impuso el tener. Y ahora, en la actual sociedad del espectáculo, domina la importancia del parecer, de la apariencia. Así lo resume Han: «Hoy el ser ya no tiene importancia alguna. Lo único que da valor al ser es el aparecer, el exhibirse. Ser ya no es importante si no eres capaz de exhibir lo que eres o lo que tienes». En consecuencia si no tienes nada –sobre todo trabajo– no eres nadie.

Como reacción necesaria en esta sociedad corrompida por el neoliberalismo, han surgido con fuerza la indignación y, en última instancia,  la dignidad de las personas, frente a una sociedad manipulada por los intereses del capital; se han plasmado en la llamada  resiliencia entendida como capacidad para reaccionar ante los traumas, adversidades e injusticias creativamente generando dinámicas  y situaciones positivas. Es, o debiera ser, la exigencia básica ante estas elecciones.

Su voz más representativa no está en los partidos políticos, sino en los  movimientos populares, grupos, luchas mundiales y locales que reclaman la recuperación de los valores de personas y pueblos, de su ser e identidad. En un  mundo agotado y vaciado por una explotación que ha llegado al fondo de su existencia, sus reivindicaciones son expresión de la necesidad de  otro mundo posible basado en valores de autenticidad, de libertad, de justicia, de relaciones  de solidaridad que devuelvan a las personas y pueblos la dignidad buscada y abran un «camino de esperanza».

Pero las elecciones al parlamento de la Unión Europea no pueden dejar en manos de los representantes elegidos la conducción de Europa. Es urgente y necesaria la permanente participación ciudadana. Con esta intención “Herria 2000 Eliza” propone unas jornadas –los próximos días 26 y 27 de este mes en Gasteiz (‘Casa de Cultura Ignacio Aldecoa’)– a fin de reflexionar y debatir sobre el sujeto de los derechos y sus formas de ejercicio en Euskal Herria y en Europa y profundizar en el sentido para nuestro pueblo de una democracia participativa y en sus realizaciones y experiencias. Ante las agresiones del capitalismo en la Europa de los mercaderes, propone el ejercicio de  la ‘Carta de Derechos Sociales’. Y ante una economía sometida invita a  debatir las líneas y retos  de un modelo propio socioeconómico en una Euskal Herria soberana en Europa.

Es una manera, entre otras muchas, de  buscar, ofrecer y realizar alternativas permanentes, donde la libertad de los pueblos y su solidaridad –más allá del capitalismo– abran la esperanza de una Europa y  de un mundo posible y diferente, basado en la ética y la justicia, en la solidaridad. «Se trata de escuchar –como ha insistido el papa Francisco– el clamor de pueblos enteros, de los pueblos más pobres de la tierra, porque la paz se funda no sólo en el respeto de los derechos del hombre, sino también en el de los derechos de los pueblos».

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