José Ignacio Ansorena

Parte Vieja donostiarra: Réquiem (1)

Hoy no se colocan las caseras en la Consti y, de aquella diversidad de locales solo han quedado los bares. El Ayuntamiento compró algunos para instalar oficinas y el resto, excepto dos (uno dedicado al turismo) son nuevos bares o almacenes de los mismos

Decía Pío Baroja en sus Memorias que recordaba las tiendas que en su infancia había en la plaza de la Constitución de San Sebastián, pero que para entonces ya habían cambiado todas. Dionisio Azkue, Dunixi, comenta algo muy similar en la obra ‘‘Mi pueblo, ayer’’.

También yo, que nací y he vivido muchos años en la Consti, podría decir algo parecido. Recuerdo con cariño los locales de mi niñez: la mercería de la Justa, la tienda de antigüedades de Arturo Etxeberria, la imprenta de los Baroja, la librería de José Luis Baroja que lindaba con la anterior (luego pasaría a ser Lagun), la carpintería de los Rekarte, el taller de joyería Arrieta, la restauración de cuadros de Isabel Urkia, la frutería de los Lahuerta, la tienda de ropa de las hermanas Berroeta, el bar Txiki txoko (que luego se transformaría en Astelena), la carnicería de Nicolás Melero, el bar Ruperto, y el Tamboril, de reciente fundación en la época, la churrería y cacahuetería de Valentín, la Imprenta Otaño, la pescadería Juli, la mercería de Juanita, las tiendas de ultramarinos La Palma y Mercader (esta última tenía lechería), el bar Txistu, la droguería Keni o la gestoría-inmobiliaria Alkorta. Y las caseras que desde Martutene, Astigarraga, Igeldo o Ibaeta acudían todos los días a los soportales a vender los productos de sus huertas: Agustina, Ixabela, Sebastiana, Maritxu txikia…

Hoy no se colocan las caseras en la Consti y, de aquella diversidad de locales solo han quedado los bares. El Ayuntamiento compró algunos para instalar oficinas y el resto, excepto dos (uno dedicado al turismo) son nuevos bares o almacenes de los mismos.

Las instituciones públicas han solido organizar jornadas de reflexión sobre la importancia para el vecindario del comercio de proximidad. Y han hecho declaraciones sonoras en los medios de comunicación al respecto. Nuestros nietos, Mateo y Nikole, que también han nacido y viven en la Consti, no podrán recordar las diferentes tiendas cercanas, como Baroja, Azkue o yo mismo. Quizá alguien les pregunte: ¿Qué tiendas había en torno a vuestro hogar? Tendrán que responder: Nacimos en el desierto comercial.

Es tan solo un ejemplo, que sirve para toda la Parte Vieja y que podrá servir acaso, con el tiempo, para otros barrios de la ciudad. La asociación vecinal Parte Zaharrean Bizi ha realizado en los últimos años un trabajo descomunal, en que ha denunciado este y otros muchos abusos que ya son realidad cotidiana. Los datos que han aportado son incuestionables. Hace pocos días Xabier Arberas ofreció con ellos una conferencia y publicó un artículo que presenta una realidad terrible: produce terror.

Hace ya bastantes años que esta realidad tuvo que ser reconocida en las disposiciones municipales: el barrio está saturado de negocios de hostelería y secuelas. Pero ¿qué han hecho para solucionarlo nuestras autoridades? Mucho autobombo y, por acción u omisión, colaborar a que esa saturación aumente: en ocasiones haciendo la vista gorda, en otras concediendo permisos especiales (la lista de estos es tan larga como escandalosa), en otras… En vano han denunciado los vecinos la degradación de su calidad de vida. Seguimos en caída libre.

La última perla. Desde algún departamento municipal están queriendo permitir que el reparto para hostelería también pueda producirse por las tardes. La prensa publicó no hace mucho una hermosa frase del alcalde de Hondarribia: «El Ayuntamiento está para cumplir y hacer cumplir las normas». En la Parte Vieja de San Sebastián, no.

Han ido cerrando Semillas Elósegui, Koxkera, Ekain... La pastelería Izar ha cerrado el 12 de enero, al objeto de ampliar la cafetería colindante. El barrio se ha quedado sin Izar y sin estrellas. Más bien estrellado.

(Continuará)

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