José Ignacio Ansorena

Parte Vieja donostiarra: Réquiem (2)

La Parte Vieja de San Sebastián está en los últimos años afectada por la gripe turística. Y en consecuencia, sus habitantes enfermos, graves además

Euskadi ha firmado el código ético del Turismo. Todas las mañanas nos lo repite, para que no queden dudas, Euskadi Irratia. Y continúa así el anuncio: Un turismo más mejor mejora la sociedad. El respeto en quienes nos visitan, la igualdad, la tolerancia, el cuidado del medio ambiente, de nuestra cultura y patrimonio. El apoyo a la excelencia y a los derechos de la persona (traducción del original). Parece broma de mal gusto hacernos escuchar en la radio pública una y otra vez un texto tan malo, falaz y fuera de medida. Quien lo haya escrito debe de pensar que los oyentes somos bobos. No hay otra forma de entender un intento tan sinsorgo para hacernos creer que lo negro es blanco.

Junto a esta poco afortunada laudatio del turismo, se propalan por doquier otros falsos axiomas. El turismo es un motor de la economía. Olvidándose de señalar que es un motor contaminante. Es creador de riqueza. Pero no se incluye la nota: riqueza para unos pocos. Para la mayoría escasez y problemas.

El turismo es como la gripe. El virus está en el ambiente y no siempre puede uno zafarse de él. Pero conviene intentar que no nos cace: los que formen parte de grupos de riesgo deben vacunarse, limpiarse las manos a menudo, tener cuidado al tratar con otros enfermos… Y, si nos contagian, hay que beber líquidos, tomar paracetamol… Pero no hay lugar a dudas: para la salud es perjudicial. Cientos de millones de personas moviéndose de un lugar a otro del planeta e incrementando los consumos de todo tipo y en especial los energéticos, no ayudan a mitigar la alarma climática, sino al contrario.

La Parte Vieja de San Sebastián está en los últimos años afectada por la gripe turística. Y en consecuencia, sus habitantes enfermos, graves además. ¿Qué contaría nuestro alcalde en Madrid, en la conferencia del cambio climático? Dicen que expuso allí su plan especial para San Sebastián. ¿Cuál será? ¿Acaso consistirá en juntar en un solo barrio todas las basuras, y ruidos, espantar de él al vecindario, y otorgar libertad para que allí puedan consumarse todo tipo de excesos? Así el resto queda tranquilo. Si fuéramos anchoas, estudiarían la biomasa y ordenarían la veda de la pesca; si fuéramos osos panda, nos protegerían, tomarían medidas efectivas y pondrían multas de calado. Pero solo somos vecinos. Hay muchos de repuesto en otros barrios. Tengo la impresión de que hay interés en echarnos de aquí. Algunos serían más felices con unos doscientos figurantes. Otra forma de generar puestos de trabajo.

El fiscal del Consejo de Castilla, con la intención de extender el uso del castellano en Navarra, escribió la siguiente orden en 1716: «Utilizar instrucciones y providencias muy templadas y disimuladas, de manera que se consiga el efecto sin que se note el cuidado». Algo parecido a lo que se hace en nuestro barrio. Con disimulo, pero se nota, ¡vaya si se nota!

En algunos lugares han prohibido las estufas de exterior de las terrazas de bares, esos grandes champiñones caloríficos, porque son contaminantes. Al aparecer la noticia en la prensa local, un representante de la Federación de Hostelería de Gipuzkoa, ha pronunciado unas frases solemnes: «Hay que defender las terrazas. Son parte de nuestra cultura (…). Cualquier ataque a esta forma de socializar es un ataque a nuestra cultura». Conozco otros aspectos de nuestra cultura callejera que han sido fagotizados por la hipertrofia tabernaria: por ejemplo, el uso vecinal de andar pegado a las fachadas de las casas cuando llovía para evitar mojarse. Actualmente tarea imposible, por la generalizada implantación de mesitas y sillas en ellas. El vecino debe mojarse o comprar paraguas.

La antigua costumbre de socializar en los bares tenía componentes muy estimables. Los clientes, propietarios y trabajadores se conocían y mantenían relaciones de amistad, cada establecimiento tenía características propias y diferenciadas (decoración, horarios, pinchos, tipo de bebidas…), los vecinos se encontraban en ellos y mantenían conversaciones… ¿Es esa la actual cultura hostelera de la Parte Vieja? Respeto en los que nos visitan, igualdad, tolerancia, cuidado del medio ambiente, de nuestra cultura y patrimonio. Fomento de la excelencia y de los derechos de las personas. Contar esto a los vecinos de la Parte Vieja es una auténtica burla. Si existiera entre nosotros un sistema judicial de fundamento, lo que se ha hecho con este barrio podría llevarse a tribunales. Y se ganaría fácilmente. Pero aquí no.

Es en balde.

(Continuará)

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