Maitena Monroy Romero
Activista feminista y profesora de Autodefensa Feminista

Pobre de mí o las resistencias patriarcales frente a los avances de la igualdad

La manada ha demostrado, lo que ya sabíamos, que la violencia machista es siempre estratégica. Organizan sus ataques y esperan a la víctima más vulnerable. Saben contra quién, cuándo y cómo ejercer esta violencia para seguir manteniendo su status de abuso de poder sin repercusión

Tras uno de los días más triste para igualdad junto con unos de los años de mayor presencia civil para el feminismo, al menos en estas latitudes, quisiera expresar mi indignación pero también mi solidaridad a la víctima de la manada.

No te conozco pero estoy en deuda, como feminista, contigo. No te conozco, pero sé y siento de tu dolor. No te conozco, pero te reconozco en tu valentía, primero por decidir sobrevivir, segundo por denunciar la agresión que sufriste y tercero por resistir todos los ataques que la maquinaria patriarcal ha querido lanzar contra ti. No estás sola, el feminismo y una gran parte de esta sociedad, millones de mujeres y hombres estamos a tu lado. No porque seas nuestra hermana, hija, madre, compañera, sobrina, tía, que también, pero sobre todo por justicia. Aunque parezca que en estos días la justicia se haya esfumado de este país. Yo te creo a ti y a las miles de mujeres con las que me he cruzado y me han contado las violencias sufridas en propias carnes, los ejercicios de resistencia, de supervivencia y de vidas que merecían la alegría de ser vividas porque no queremos sobrevivir queremos vivir una vida plena sin renunciar a ser nosotras, sin renunciar a ser, lo que cada una quiera ser.

Dicho todo esto, quisiera alertar sobre algunos de los mensajes que el contexto patriarcal nos quiere hacer creer:

Uno. Que estamos en un contexto de igualdad, por lo que la víctima de una agresión sexista tiene las mismas oportunidades que su agresor para defenderse y si no lo ha hecho es porque ha consentido. Para quién crea esto quiero recordar que la violencia, por definición, es una imposición. Una NO consiente los malos tratos, la agresión o ser violada. Te agreden desde una posición de superioridad y de abuso de poder dentro de un sistema que sigue fomentando la cultura de la violación en ellos y la de la indefensión en nosotras.

Dos. Que si te defiendes, te matan y si no te vulnerarán tus derechos en los tribunales. Millones de mujeres estamos desarrollando estrategias de autodefensa feminista para no morir por ser mujeres. Creo que tenemos que denunciar todos los actos de RE-vulneración de derechos que sufrimos en la maquinaria institucional patriarcal que persigue el control y anulación de la víctima en vez de la de los agresores. Sigamos denunciando a esta justicia patriarcal pero recordemos que cuando exigimos autodefensa feminista para todas las niñas y mujeres es porque estamos desarrollando estrategias de actuación, no solo frente a los agresores, sino frente a un sistema que practica y defiende la desigualdad de manera estructural.

Tres. Tenemos que abrir un profundo debate para definir qué es el consentimiento y qué es la libertad sexual. Considero que es hora de desexualizar la violencia porque la libertad sexual, es precisamente eso, libertad. Los abusos, las agresiones, las violaciones son expresiones salvajes de la desigualdad y del abuso de poder. Por lo tanto, cualquiera de ellas ya parte de intimidación y de violencia, sea esta física o sicológica. Baste recordar el terror que muchas hemos sentido al caminar en la noche y sentir que «alguien» viene detrás de nosostras. Probablemente haya que ser mujer para sentirlo pero se requiere ser, meramente un ser humano, para entenderlo.

Cuatro. Que la violencia no es tal, sino un acto de descontrol, de improvisación. La manada ha demostrado, lo que ya sabíamos, que la violencia machista es siempre estratégica. Organizan sus ataques y esperan a la víctima más vulnerable. Saben contra quién, cuándo y cómo ejercer esta violencia para seguir manteniendo su status de abuso de poder sin repercusión. Por eso nosotras gritamos que «si nos tocan a una nos tocan a todas». Porque la violencia es estratégica pero en la elección de la víctima basta con ser mujer.

Nos toca como feminista saber descifrar el contexto patriarcal y articular las estrategias y los argumentos para asentar una rebeldía que es de justicia y que ya no tiene vuelta atrás. La respuesta social de indignación frente a la última sentencia patriarcal es una demostración de nuestra fuerza para seguir avanzando hacia la igualdad y capacidad de presionar desde la sociedad civil. Exigimos el cambio de una interpretación de los hechos, bajo una óptica machista, que recuerda a la que el fiscal jefe de Navarra, José María Feiez, realizaba en su informe del año 95, en el que señalaba que ciertos comportamientos femeninos provocan agresión sexual. Dicho ataque a los derechos de las mujeres creíamos que ya no sería posible tras siglos de reivindicaciones y un 8 de marzo histórico. Pero sí, el machismo tiene enormes defensores y resistencias para mantener la cultura de la violación y todo lo que ella genera.

A ellos, a los agresores y a los que garantizan su impunidad les decimos y diremos alto y claro: «Aquí estamos, nosotras no violamos».

Hemos perdido el miedo a denunciar, a dar la cara, a romper con el silencio, somos millones las que declaramos: «A mí también me paso».

A otros corresponde, y no a nosotras, sentir vergüenza por sus comportamientos y por lo tanto la necesidad de esconderse y de que no se divulguen sus imágenes para seguir manteniendo su impunidad pero ya no hay «pobre de mí», ya no hay «yo no quería hacerlo», «ella me provocó» y un largo etcétera.

Ya solo escuchamos un grito de solidaridad: «No es abuso, es violación».

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