Larraitz Ugarte Zubizarreta
Abogada

Podríamos parecernos más a Dinamarca y menos a España

Un dato más por si nos quedan dudas: Dinamarca tiene el honroso título de ser el país con menor corrupción del mundo

Este verano he ido una semana a Copenhague, Dinamarca, a uno de los países que siempre se pone como ejemplo a seguir. Tenía verdadera curiosidad por conocer este país, pasear por sus calles, conocer locales y ver con qué percepción me quedaba. Sin grandes expectativas apriorísticas, con curiosidad y consciente de la limitación que supone el conocimiento en «modo turista», he de confesar que salvo en la enorme incineradora que tienen enfrente de la ciudad y que recibe mierda de toda Europa para poder subsistir (nada es perfecto), no me ha defraudado. Como para hacerlo cuando tu referencia vital es España.

Dinamarca, un país con apenas 5,8 millones de habitantes es la 38 economía mundial, con un PIB de 51.500€ frente a los 21.900€ de PIB per cápita de España. Es verdad, una birra cuesta 6-8 euros y cuando vas de turista hacia destinos europeos no puedes evitar la sensación de que somos de los más pobres de Europa. Normal. Por mucho que aquí la birra cueste 2-2,5 euros, la cesta de la compra de una danesa siempre será más abundante, frecuente y de mayor calidad que la mía. Porque en efecto, el precio de las cosas en Dinamarca es abordable para un país que tiene uno de los salarios medios más altos del mundo (más del doble de España). Pero es que el gasto público en salud es tres veces superior, el de educación 3,5 veces, y el gasto público general con respecto al PIB diez puntos superior. La tasa de desempleo en el Estado en julio (mes especialmente amable para el lavado de cara español) ha sido del 13,9% frente al 4,6% escaso danés. El Indice de Desarrollo Humano también indica que Dinamarca se encuentra entre los de mejor calidad. Si a esto le añadimos que las Islas Feroe son una autonomía perteneciente a Dinamarca con una capacidad de autogobernarse casi total (para que luego los peneuveros digan que la nuestra es la más amplia del mundo mundial) y que a punto estuvo de celebrar un referéndum sobre la independencia el pasado año de manera civilizada, una piensa que ojalá nos hubieran invadido los daneses en lugar de los españoles (y franceses). Un dato más por si nos quedan dudas: Dinamarca tiene el honroso título de ser el país con menor corrupción del mundo. ¿Qué os parece?

Vengo de vuelta a casa y me encuentro con la cruda realidad. El próximo viernes, 13 de septiembre, el alcalde de Donostia, Eneko Goia, tendrá que acudir a los juzgados de Azpeitia a testificar sobre un tema turbio que lleva ya cinco largos años vivo. Lo hará junto a Luis Mari Apraiz y Felix Urkola, ex directores del departamento de Carreteras de la Diputación Foral de Gipuzkoa. Esa foto indeseada que han tratado de evitar a toda costa por la vía judicial y quién sabe por qué otras vías, finalmente se va a producir.

Y se va a producir en un contexto en el que la ciudadanía se encuentra harta de escándalos políticos y en el que la confianza hacia la política y a quienes la practican se ha menguado de una manera escandalosa. No es de extrañar. Todo el entramado de las OPE de Osakidetza huele mucho a tongos concatenados  practicado por instancias políticas y medio aceptados por diferentes instancias técnicas. La sentencia del caso De Miguel está prevista para este mismo mes y me da a mí que algún miembro jelkide no se va a librar de pisar la cárcel y de paso contaminar el buen nombre de su partido por mucho que lo hayan etiquetado de «ex». Y ahora el proceso Bidegi o el del arte de pagar lo no ejecutado sale a la esfera pública de nuevo. Qué español, por favor. Mierda de país, pienso.

No obstante, cada vez que viajo fuera vuelvo con la sensación de que vivo en el mejor sitio del mundo. Mar, montaña, desierto, llanada… Buena comida, buenos caldos, muchísima vida social, poteo, mucha actividad cultural, niños y niñas libres por las calles… el mejor del mundo. Pero este país que tanto queremos se parece demasiado a España. No por su sol, su alboroto y su alegría, no. Se parece en la falta de ambición de cuidar a la ciudadanía en términos de bienestar y cohesión social. Se parece en extraer de manera brutal los recursos naturales de los que disponemos en beneficio de unos pocos, en la escasa iniciativa para que las mujeres podamos sentirnos seguras, creídas y tratadas como personas. En el exceso de cemento… y en el entramado institucional tras el que se ocultan miles de prácticas corruptas, financiaciones de partidos y lucros económicos particulares y de promoción laboral de personas enchufadas… Sí, en esto también nos parecemos demasiado. Y cada vez más, cabría añadir.

Se puede reinventar el país. Se puede reinventar un país que se parezca más a Dinamarca, donde todo el mundo pueda llenar la cesta de la compra, echarse unas birras, acudir gratis a la escuela y a la universidad; donde uno pueda trabajar por un salario digno o percibir una cuantía adecuada al nivel de vida; donde tengamos unos servicios públicos de calidad, unos funcionarios públicos conscientes comprometidos con la vocación de servicio público y unos sindicatos modernizados, reinventados y responsables. Y por supuesto, donde tengamos una clase política más honesta, más decente, menos ventajista y que sea controlada por todos los medios que a día de hoy no se han activado porque no se ha querido. Es un gran reto pero es un reto factible si hay una decisión colectiva y otra gente gestionándola. Si queremos parecernos más a Dinamarca y menos a España, si queremos avanzar, la era peneuvera se ha de acabar.

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