Raúl Zibechi
Periodista

Prisioneros del pasado en medio de la confusión

«Somos prisioneros del pasado», afirma Jeffrey Sachs al analizar las enormes dificultades para la paz entre Rusia y Ucrania. «El mundo no está en manos estables en ninguna parte», agrega en una reciente entrevista del 28 de mayo. Asegura que tanto Rusia como Estados Unidos convergen en la necesidad de negociar la paz, pero los obstáculos son muy difíciles de superar. Menciona el «Estado profundo» como fuerza oscura capaz de boicotear las iniciativas del propio presidente. Pero también la estupidez de las élites europeas.

Según Sachs, los europeos naufragan en el anacronismo de ideas. «Los británicos perdieron el imperio hace 80 años, pero no lo entienden. Tampoco los europeos que tienen una mentalidad profunda de dominio, que se remonta a cientos de años y que todavía prevalece. Se trata de la arrogancia estadounidense y la arrogancia europea», sentencia el analista.

Bajo estas premisas de un pasado que aún atrapa a los actores occidentales y un futuro que emerge con demasiada lentitud, quisiera repasar tres cuestiones que muestran tanto las contradicciones no resueltas como la confusión reinante a escala global.

La primera es la enorme dificultad para ofrecer alternativas a la decadencia del dólar, que es sinónimo de la decadencia de la superpotencia estadounidense. El analista Decio Machado escribe. «El ambicioso proyecto de desdolarización, uno de los ejes clave de los Brics, se ralentiza: Brasil, que preside el bloque este 2025, ha renunciado de facto a la idea de una moneda común». Aunque Brasil apoya reducir la dependencia del dólar, sus autoridades creen que una moneda única es inviable en el futuro cercano. Algunos analistas creen que la postura brasileña es un intento de suavizar las tensiones con Estados Unidos, pero lo cierto es que el país de Lula es muy dependiente del comercio con Washington.

Según Machado, no se trata de un fracaso de la desdolarización, «sino más bien una señal de transición hacia una estrategia más cautelosa y evolutiva». Lo cierto es que entre los países que integran los Brics se registra «falta de coordinación, políticas económicas divergentes dentro del bloque, ausencia de un regulador común y la persistente dependencia del dólar, incluso en el comercio mutuo».

Este apunte es muy importante porque algunos analistas sostienen que el mundo marcha de cabeza hacia la utilización de monedas alternativas al dólar, sin detenerse en la enorme dificultad que implica. Suelen simplificar la realidad y sobreestimar las capacidades de los países que integran los Brics, en particular China y Rusia. El freno puesto por Brasil suena mucho más realista, ya que no rechaza la despolarización, sino que pone sobre la mesa las dificultades y los tiempos largos de este proceso.

La segunda cuestión es la realización de la primera cumbre trilateral Asean-China-CCG celebrada en Malasia, que encarna una potente alianza Sur-Sur. Se trata de la Asociación de Naciones de Asia Sudoriental, integrada por diez naciones del sudeste asiático (Brunei, Camboya, Filipinas, Indonesia, Laos, Malasia, Myanmar, Singapur, Tailandia y Vietnam), que cuenta con 700 millones de habitantes y un PIB que supera al de Japón. De algún modo, es el patio trasero de China.

El Consejo de Cooperación del Golfo (CCG) está integrado por Bahréin, Kuwait, Omán, Qatar, Arabia Saudita y los Emiratos Árabes Unidos. Es una superpotencia petrolera. Se trata de una alianza entre 17 naciones, estando China en el centro. «A diferencia de Trump 2.0, la trilateral se comprometió a fortalecer la resiliencia de las cadenas industriales y de suministro, todo ello orientado a un comercio sostenible a largo plazo, libre de aranceles y sanciones», escribe el analista Pepe Escobar (“Sputnik”, 28/5/2025).

En 2024, el comercio total de la Asean con China y el CCG duplicó el comercio con Estados Unidos. Según el análisis de “South China Morning Post”, «China ya está profundizando sus lazos con el Sudeste Asiático y Oriente Medio, e incluso podría estar allanando el camino para una nueva y poderosa Unión Asiática», un nuevo bloque económico capaz de neutralizar la ofensiva trampista.

La alianza se propone desarrollar corredores logísticos y avanzar en la construcción de infraestructura sostenible con la construcción de una red de corredores de conectividad panasiáticos. Escobar cita al profesor Sachs, quien antes de la cumbre Asean-China-CCG, resumió el espíritu de la Nueva Ruta de la Seda: «Si se juntan las habilidades japonesas, coreanas, chinas y de la Asean, ¡Dios mío!: nadie podría competir. La diplomacia requiere una mesa y dos sillas. El ejército requiere un billón de dólares al año. ¿Cuál creen que es la mejor opción?».

La tercera es la enorme confusión que reina en y sobre Sudamérica. En una quincena, “Asia Times” publicó dos análisis opuestos sobre la región. El primero, del 13 de mayo, se titula “China allana el camino para la ruptura de Sudamérica con Estados Unidos” y hace hincapié en que la región está diversificando su comercio alejándose del proteccionismo estadounidense. Un ejemplo: los coches chinos representan el 40% de las ventas de automóviles en Chile. Otro es el puerto de Chancay, en Perú, construido por China, el mayor del Pacífico sudamericano. China es el mayor socio comercial de América del Sur desde 2020.

El segundo artículo, del 26 de mayo, se titula “El plan de Estados Unidos para contrarrestar a China en Sudamérica” y destaca que Washington busca aprovechar la energía excedente de Paraguay para sus centros de datos y la cooperación de la Triple Frontera para perseguir terroristas. Brasil se opone porque estima que afectaría su seguridad energética.

Lo cierto es que en los análisis actuales existen profundas divergencias y una gran cantidad de contradicciones. Parece algo normal en períodos de honda turbulencia global. Hay pocas cosas seguras: la decadencia imperial, el ascenso de Asia, las tendencias hacia la guerra y, sobre todo, los tiempos largos de esta demorada transición.

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