Mikel Arizaleta
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¿Progreso o invasión?

Fue una llamada temprana. Un amigo me sugería escribiera un artículo para su revista sobre el descontento actual, la rebelión, la mala leche y la basura en nuestra sociedad. Y recordé la carta que hace unos días me llegó del gran Harald Martenstein desde Alemania. Me decía: Como sabes, tengo Internet y me funcionaba estupendamente. Pero recibí un correo de la empresa O2, me escribían que en breve me mandarían un nuevo router que me ayudaría a un Internet mejor y más rápido.

¿Pero para qué si estoy muy contento con el que tengo? No necesito más, me basta y sobra con el que tengo. Antes por lo menos a uno se le preguntaba si quería otro nuevo. Durante años mantuve un tocadiscos de vinilo cuando los demás hacía tiempo que usaban aparatos para CDs. Nadie me obligó o forzó a comprar un maldito aparato para CDs, ni tampoco se recibía en casa un aparato para CDs sin  requerirlo. ¿Qué pasaría si un buen día los fabricantes de coches te escribieran en ese tono? Su viejo Lancia es muy lento, mañana encontrará uno nuevo delante de su puerta y recogeremos el viejo? Un abuso en toda regla.
 
 
¡Toda una tarde instalando el nuevo router! A uno le roban el tiempo, ¡y con las varias cosas que tenía proyectadas hacer ese día! ¿Acaso les dije que no funcionaba el viejo? Nada de nada, ahí te quedas, quieras o no viene el gran hermano, te desenchufa y punto. El viejo router me funcionaba perfectamente. Me he sentido manipulado y se me ha invadido.
 
El folleto del usuario era ininteligible y la hotline  estaba permanentemente ocupada. Mientras instalaba el nuevo router me decía: pero si no quiero, si no lo necesito. He sido condenado a trabajos forzados como el capitán Dreyfus en la isla del Demonio. Es como si  el nuevo Lancia, que tal vez mañana me encuentre delante de la puerta en contra de mi voluntad, no tuviera neumáticos y yo tuviera que colocarlos antes de usarlo. Me lo han endilgado, lo he colocado y funciona, pero igual de rápido que antes.
 
¡Y tienen la desfachatez de pedirme que les envíe el viejo por correo, de lo contrario tengo que pagar 80, 100 euros o qué sé. El enviarles también conlleva tiempo y molestias. Necesito disponer de mi tiempo para envejecer dignamente. Pero aún peor son los envoltorios de plástico.
 
Son moda esos objetos aprisionados en plásticos duros y resistentes, obligado a echar mano de las tijeras o cuchillos para extraerlos del envoltorio. Sin ellos resulta imposible acceder al bolígrafo o al cable. Como pierdo muchos a menudo compro paquetillos de tres bolis, y apelo a los demonios cuando una hora más tarde en el tren, necesitando hacer alguna anotación, intento usar uno de ellos. El plástico de antes lograba desgarrar con los dientes, con el de ahora vano intento. En esto gastan dinero. Las más de las veces me sirvo del mechero, chamusco  un extremo, que se derrite, y luego abro con los dientes. Si esto es el progreso no contéis conmigo.
 
¡Al cuerno! Prefiero una vida con derecho a decidir y comprar lo que necesito y me apetece. Mi vida la determino y configuro yo a mi gusto.
 
Y me gustaría decir que tengo una impresora sin cable. La impresora me anuncia que no reconoce mi nuevo router. En Internet aparece que ocurre con frecuencia y describe en varias páginas cómo solucionar, páginas que yo no puedo imprimirlas. Se dice que debo apretar un botón del nuevo router, pero el router no tiene ninguno. He tenido que comprar un cable para el nuevo, así que he vuelto de nuevo a la impresora con cable. Eso sí, en casa me di cuenta que el cable se quedó prisionero en el nuevo envoltorio.

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