Pseudociencias
No creo en quienes con engaño se aprovechan de aquellos que se encuentran en situación de necesidad pero sí creo que esas «pseudociencias» que estos días tanto se cuestionan son de la familia del sanar que nace del amor, de la verdad, del acompañamiento desde el corazón y del abrazo sincero.
De un tiempo a esta parte se viene hablando de la decisión del Gobierno central de impedir el uso de terapias pseudocientíficas en la Sanidad pública así como regular y vigilar estas terapias alternativas en el ámbito de la educación o de la publicidad. Es el último acto de un desencuentro que viene mostrándose de manera continuada en los últimos tiempos.
No conozco el mundo médico ni los procesos de curación pero sí siento que, como persona que vive y experimenta en esta sociedad, me nace el deseo de expresar mi opinión, mi sentimiento, aunque no sea muy científico.
Soy consciente de que en ocasiones hay algunas personas que se aprovechan de los estados de enfermedad y necesidad de otras para prometerles mejoras que no pueden garantizar. Sin embargo hay algo en esta campaña de descrédito, desprecio y persecución a los métodos alternativos de curación que no comparto.
Qué duda cabe de que la medicina moderna, con los importantes avances que ha tenido a lo largo de la historia, se ha convertido en una herramienta de vital importancia para la conservación y, llegado el caso, la recuperación de nuestra salud. Ante ello, tan solo me nace un sentimiento de reconocimiento a cuantos a lo largo de la historia han impulsado el avance del conocimiento médico así como a las personas que a diario, a menudo con una entrega y cariño admirables, nos atienden cada vez que acudimos a los servicios de salud.
Sin embargo creo que hay otros aspectos que también tienen mucho que ver con cómo nos sentimos y por ello con nuestra salud, que no son en esencia científicos sino que, digámoslo así, se hallan más cerca de las terapias alternativas y que con este rechazo, también institucional, a lo no científico están resultando como mínimo despreciadas, a mí entender injustamente, a la vez que provocando un trastorno a los posibles usuarios.
No entiendo de medicina pero sé que no todo lo que existe –de puro grandioso que es– se puede ver con el microscopio. No soy científico pero me consta que hay energías que curan, no me refiero a la energía atómica o nuclear usada en medicina sino a la que nace del corazón, a la que se expresa desde el amor.
A lo largo de nuestra historia han nacido se han expresado y se han transmitido distintas maneras de cuidar y recuperar la salud de las personas. A menudo de manera similar en lugares y civilizaciones muy diversas. Sin embargo en un pasado bastante reciente las grandes revoluciones y avances que se dieron en la ciencia, la industria, la investigación, etc., llevaron a mirar a las formas tradicionales de curar como obsoletas, como supersticiosas y, sobre todo, como no científicas. También como sospechosas. Y a colocarlas en la estantería de los adornos y objetos viejos e inservibles.
Sin embargo, en mi opinión y una vez reconocida la necesaria ciencia médica, creo que existen también otros caminos de curación que transitan paralelos a ella que deben ser recorridos conjuntamente con la medicina moderna.
Quizás no sea muy científico pero creo que nuestro pasado, el de cada persona, el muy reciente y el más antiguo, está ahí, en nosotros, condicionándonos, a veces pesándonos de manera insoportable. Y, si no nos abrimos a mirar el pasado, a tomarlo, a aceptar lo que hemos sido y lo que somos, a permitir que se libere el grito y el llanto tantas veces contenido y a sanar con él, seguramente nos acabará pasando factura. Posiblemente como dolor físico o emocional y puede que también como enfermedad.
No creo en quienes con engaño se aprovechan de aquellos que se encuentran en situación de necesidad pero sí creo que esas «pseudociencias» que estos días tanto se cuestionan son de la familia del sanar que nace del amor, de la verdad, del acompañamiento desde el corazón y del abrazo sincero. De esa energía que no se ve pero que está, que es en cada uno de nosotros y que podemos tomar a diario y sin límite y sanar con ella. Así, para comenzar, la podemos tomar a través del trato respetuoso y cariñoso hacia nosotros mismos y hacia los demás. Posiblemente nos ahorremos malestares y dolencias. Seguramente también nos ahorraremos medicamentos.