Francisco Louça
Economista y activista del Bloco de Esquerda de Portugal

¿Puede un sistema de salud privado defender a su hijo?

El problema es que las compañías más grandes que dominan la industria, como Novartis o Allergan, tienen tantos productos en el mercado que les garantizan un flujo de ingresos cómodo, abandonan la investigación de antibióticos porque les resulta costosa, lenta y arriesgada

Los números son desalentadores: la tasa de vacunación contra el sarampión en Italia, Francia o Serbia es menor que en Burundi, Ruanda o Senegal. ¿Éxito de la política de salud pública en algunos países africanos? Sí, también, pero su progreso es menos notable que la regresión de los estándares de atención en algunos países europeos.

Cabe señalar, además, que la campaña reaccionaria contra la vacunación tiene algún efecto en esta estadística, pero la mayor parte de esta degradación resulta de la decadencia de los servicios de sanidad, la falta de fondos para sus actividades, la crisis de personal cualificado y la mercantilización de los servicios, que conduce a una mayor desigualdad de acceso.

La atención médica moderna se inventó como una norma democrática o como un bien común que garantiza el acceso universal, pero el mercado la ha transformado. El problema es que este proceso no garantiza ni la inversión en salud ni los resultados que nos permiten tener la confianza de que cuando nuestra madre o hijo, o nosotros mismos, lo necesitan, la atención y el cuidado son los apropiados. El caso de los medicamentos es quizás el más evidente.

Un artículo reciente en el New York Times ofrece una imagen sombría del futuro de la investigación en antibióticos dado que las bacterias se vuelven más resistentes y se necesita más inversiones, más tiempo y más capacidad tecnológica y científica para lograr resultados. Ya no les interesa a las grandes empresas.

El periódico cita el caso del éxito de un medicamento, Zemdri, para infecciones urinarias, que fue desarrollado por una compañía de biotecnología, Achaogen. La compañía invirtió mil millones de dólares durante 15 años antes de obtener la autorización de uso y venta del medicamento. Según la Organización Mundial de la Salud es un medicamento esencial y lo ha recomendado. Pero la compañía ya se había arruinado.

Lo mismo ha sucedido con otras empresas innovadoras de biotecnología como Aradigm. Melinta Therapeutics, una importante compañía de antibióticos, ha anunciado que está en dificultades.

El problema es que las compañías más grandes que dominan la industria, como Novartis o Allergan, tienen tantos productos en el mercado que les garantizan un flujo de ingresos cómodo que abandonan la investigación de antibióticos porque les resulta costosa, lenta y arriesgada.

Lancet, una revista médica de referencia, resumió esta crisis presentando las cifras: de los 42 antibióticos que se están probando actualmente, es posible que solo se apruebe un quinto de ellos, pero 700.000 personas mueren cada año por infecciones resistentes.

El aumento del riesgo de bacterias resistentes requerirá una inversión de 5 mil millones de dólares anualmente en nuevos medicamentos, equivalente al gasto del Fondo Mundial de las Naciones Unidas para tratar el VIH, la tuberculosis y la malaria. Sin embargo, los incentivos a la industria farmacéutica no han funcionado y las grandes empresas no están dispuestas a arriesgarse. Han abandonado esta investigación, aunque saben que es crítica.

Nos quedan los estados y las universidades. Solo ellos defenderán a nuestros hijos.

©Sin Permiso
Traducción: G. Buster

Bilatu