José María Pérez Bustero

¿Qué arrastramos los vascos a la puerta de 2022?

Salir de los despachos y centros y hablar por cualquier calle, plaza o ambiente con los otros. Sin considerarlos adversarios ni enemigos sino gente de casa

Aunque los noticieros se mueven últimamente en torno a la pandemia del coronavirus y su drama, puede ser importante mirar en estas fechas otro aspecto: qué arrastramos los vasco-navarros al entrar en el próximo año.

Un primer hecho que viene de lejos es la diversidad en que vivimos y que tiene varios aspectos. El más evidente es nuestra geografía. Vivimos en tierras que miran al Ebro o al Adour, en zonas que dan al Cantábrico, en tierras envueltas en montes y valles, en cuencas y llanadas.  Esa variedad de suelos ha generado a lo largo del tiempo distintas formas de vida: cultivo de tierras, pesca en el mar, pasto de rebaños de ovejas y de cabras, puesta en marcha de talleres, montaje de fábricas, impulso del comercio.

Otro factor que llevamos dentro es el de subsistir durante siglos envueltos en guerras.  De esos dramas y servidumbre política surgió el nacionalismo vasco, buscando expresiones de identidad y liberación. A su vera se desarrolló la dinámica de ETA, y brotaron movimientos a favor del euskera y del protagonismo del pueblo. Y se renovó la diversidad en ideología y la búsqueda de nueva identidad.

En ese campo, los denominamos abertzales siguieron alimentado con fuerza el deseo de independencia y nuevos proyectos políticos. Y la reacción del gobierno central llevó al encarcelamiento y exilio de gran número de ellos.

Y las perplejidades y cansancio de las gentes al paso de los años hizo evidente la necesidad de un lenguaje y programas que  redujeran la diversidad vasca y acercaran a la gente a un entendimiento mutuo.

Partiendo de esa perspectiva, a mediados de octubre de este año los representantes de EH Bildu y Sortu, afirmaron que «transitar hacia una paz justa y duradera necesita del reconocimiento y reparación de todas las víctimas incluyendo expresamente a las causadas por la violencia de ETA, y transmitiéndoles nuestro pesar y dolor por el sufrimiento padecido».

Esa nueva forma de expresión hace rumiar entre los abertzales la necesidad de seguir avanzando en la adecuación del lenguaje ante la gente y frente a los representantes de corrientes ajenas. Salir de los despachos y centros y hablar por cualquier calle, plaza o ambiente con los otros. Sin considerarlos adversarios ni enemigos sino gente de casa. Con la convicción de que en este país no hay castas, ni portadores de verdades clave. Siendo asimismo conscientes de que el hablar, charlar, mezclar puntos de vista de manera relajada los no abertzales y los abertzales se quedarán preñados de perspectivas más flexibles y aceptables que las actuales. Hasta considerar a los otros, como vecinos, no como opuestos ni ajenos. Y parecidamente, comprender y hacerse comprender por las gentes de las demás tierras peninsulares.

¿Y qué se reclamará al gobierno central? Que no sea una amenaza para la libertad de las diferentes tierras y sus pobladores. Otra exigencia: que revise profundamente la situación de los presos. Ahí tiene el caso de Antton Troitiño, fallecido a los 64 años, el 17 de este mes de diciembre, después de 30 años de cárcel en la que contrajo la enfermedad incurable que padecía. Y se tienen datos de 21 presos de ETA aquejados de enfermedades grave como efecto de los años y años de reclusión, y por la edad.

Bilatu