Que no nos roben el relato una vez más
La Fundación BBK, la Diputación de Bizkaia y la fundación EDE (Escuela Diocesana de Educadores, financiada casi en su totalidad a través del sector público), conforman «Bizkaia Gara», que se define como «el espacio para la acción ciudadana, voluntariado y trabajo comunitario al servicio de personas, instituciones y organizaciones del territorio». El 31 de enero de 2025 organizaron un encuentro entre organizaciones, entidades y el alumnado de Busturialdea en el frontón Jai Alai de Gernika, con el objetivo de dar a conocer el trabajo que realizan.
Así pues, todas mis alarmas se pusieron en funcionamiento, porque el tema del voluntariado al servicio de las instituciones y las entidades del tercer sector financiadas con dinero público –lo que vino a ser la privatización del tercer sector– es un melón que da para comer hasta fuera de temporada. No es casual ni banal el hecho de que el término «instituciones» aparezca entre los términos personas y organizaciones, conformando un sutil e ingenuo totum revolutum. Reconozco que, por momentos, me pregunto si estas maniobras responden a algo premeditado o son el resultado de un desconocimiento o un buenismo exacerbado.
A algunas personas nos preocupa la falta de organización social para el cambio de modelo. Pensamos que la destrucción del tejido resiliente y transformador puede estar vinculada al hecho de que muchas de las personas que formaban parte de ese tejido fueron asimiladas por las entidades privatizadas del tercer sector y abandonaron los activismos en la convicción de que los ejercían a través de sus trabajos remunerados. A esto se suma que en la sociedad se extendió la falsa idea, a través del concepto ONG (Organización No Gubernamental), que posteriormente ha sido sustituido mayoritariamente por el de «entidad», de que estas asociaciones no dependían económicamente de las instituciones ni tenían relación con los gobiernos pudiendo actuar con la libertad que da no temer morder la mano del amo.
A menudo escuchamos quejas sobre la falta de relevo en las asociaciones de vecinas, antirracistas, ecologistas, de movilidad urbana… Pareciera que el movimiento feminista queda fuera de este espectro, pero, si bien es cierto que demuestra más fortaleza que otros movimientos emancipatorios, no lo es menos que en los procesos organizativos, a pesar de que se han incorporado nuevas fuerzas, a menudo se repiten las caras de siempre. Puede, no obstante, que esto sea debido a cierta resistencia por parte de las militancias históricas a dar el relevo o a esa falsa idea autocomplaciente de que son imprescindibles. En ocasiones, las dinámicas generadas por esos activismos un tanto oxidados, así como los mandatos encubiertos que algunos militantes de viejo cuño detentan y las estructuras patriarcales que en ellos subsisten, los hacen poco atractivos para las nuevas generaciones. Pero, a mi juicio, la falta de relevo en estos movimientos no es ni tan siquiera el mayor problema. El gran problema es la falta de confluencia de unas resistencias debilitadas. Somos conscientes de que las propias estructuras demasiado burocratizadas de las asociaciones históricas pueden representar un hándicap frente a activismos más jóvenes y dinámicos.
No es fácil conformar asociaciones participativas, horizontales, igualitarias que incorporen los valores del feminismo, los cuidados y la lucha de clases, pero, a pesar de ello, este tipo de organizaciones siguen surgiendo, como ha ocurrido históricamente. Puede que sus integrantes no sean una mayoría, pero son una digna minoría y así ha ocurrido también históricamente.
Es innegable que en nuestros territorios hay una parte de la juventud preocupada por la vivienda, una necesidad vital de las personas, cansada del cada vez mayor número de rentistas que detentan un sistema de alquileres insostenible, así como que un derecho tan indiscutible como es el derecho a una vivienda digna quede en manos de grandes fondos de capital; cansada de la inacción institucional que no solo no los regula, sino que transfiere capital vía ayudas de dinero público al sector privado; del aumento de las viviendas de alquiler vacacional aún más lucrativas si cabe. Una juventud con sentido de clase, o siquiera buscándolo, asqueada de que sean siempre las personas más vulnerables y la propia juventud quienes tengan que sufrir las consecuencias de esa incapacidad institucional para impulsar un sistema más justo para todas las personas.
La clase política está sometida a los mandatos del capital aún más despiadado y cegado en la búsqueda de beneficio infinito, y solo un movimiento fuerte de base podrá confrontar esa sumisión, pero no desde las instituciones, que son un corsé que imposibilita el cambio.
Una parte de la juventud se asocia como siempre lo hizo en movimientos de lucha que buscan una transformación, ya sean sindicatos de vivienda, espacios de ocupación rural o urbana, espacios de activismo feminista y para la reflexión sobre los cuidados, plataformas en contra de mega infraestructuras que aniquilan nuestros territorios... Todos estos espacios buscan la nada fácil tarea de conocer y vincular distintas sensibilidades y todos esos movimientos son los que conforman una Euskal Herria que ha sabido y sabe reclamar sus derechos desde la calle. Todos esos movimientos se caracterizan por la autogestión. Ninguno de ellos está financiado por las instituciones, porque es imposible transformar aportando la fuerza de trabajo a espacios subvencionados que nos silencian.
Y así, ejerciendo la objeción fiscal y rascándonos los bolsillos cuando toca, y cada vez nos toca con más frecuencia, formamos una comunidad resiliente y solidaria en resistencia contra la fundación BBK, la Diputación de Bizkaia y la fundación EDE que nos quieren también usurpar el relato del trabajo comunitario al servicio de las personas, que quieren pervertir y capitalizar el auzolan de nuestras generaciones pasadas. Ellos tal vez crean ser el País Vasco que somos, pero nosotras somos la Euskal Herria que deseamos, esa que está centrada en la vida y no en el capital, la que construye desde abajo, a la que le importan los derechos humanos, la que se cuestiona sus privilegios...
Este es un llamamiento para la juventud: salid del rebaño, uníos a la disidencia, a la autogestión, uníos a movimientos emancipadores para transformar este modelo capitalista de no derechos que conforma esa Bizkaia que no nos representa.