Jone Toña Blasco

Reacciones inapropiadas ante el autismo

El otro día estaba en un bar y me pasó algo tan significativo y ejemplar que siento la necesidad de escribirlo. Un conocido me preguntó qué tal estaba, y decidí, en vez de contestar el «bien» socialmente aceptado, decirle la verdad. No está siendo mi mejor verano. Y este señor –y digo señor en referencia a la actitud, no a la edad cronológica– contribuye a que efectivamente no lo sea.

Me preguntó por qué, qué me pasaba. Y le conté que soy una persona autista, con atención divergente y unas posibles AACC, exhausta de vivir en un sistema que no solo no nos contempla, sino que nos oprime. Ante esto, lo que se le ocurre decir es que él, como musicoterapeuta, ha trabajado con gente autista y TDAH, y que yo no me parezco a ellos. Le doy una oportunidad de no hacer el ridículo y le explico que el autismo es un espectro muy amplio, que no somos todas iguales y que tenemos diferentes necesidades. Le digo que a esto le llaman grado, y que yo soy autista grado 1. El me sigue diciendo lo mismo, minimizando mis rasgos, invalidando mi identidad neurodivergente. Parece ser que para serlo hace falta pasar un examen, que no soy lo suficientemente autista, según el criterio de alguien que ni siquiera está formado en ello, por mucho que sea musicoterapeuta.

Cambiamos de bar y, cuando menos me lo espero, me manda a pedir un cigarro añadiendo un «así trabajas el autismo». No contesto porque no me escucha, pero siento que no acepta quién soy. Siento que jamás mandaría a un negro a hablar con un blanco para trabajar su color de piel, ni mandaría a una lesbiana a liarse con un hombre para trabajar su orientación sexual. Me genera una impotencia enorme, siento que mi identidad neurodivergente se patologiza, desafortunadamente la gente sigue pensando que es un trastorno o una enfermedad.

Momentos más tarde le surge la oportunidad de ponerle el broche a su actitud capacitista. Aparece de la nada y le da un susto a la amiga que me acompaña. Acto seguido se acerca a mí a pedirme perdón con sorna, «como eres autista»... Ahí es cuando me invade el enfado y pienso que con esta persona he terminado: una cosa es la desinformación, y otra muy diferente ridiculizar a alguien que se está tomando una cerveza tranquilamente.

Esta vez me voy, pero ya en casa pienso que un día me lo encontraré, y será el día en que le explique que estoy enfadada y por qué su actitud es tremendamente dañina. Si yo le he tenido que escuchar, ahora me va a escuchar él a mí. Ni una agresión sin respuesta.

Bilatu