Juan Manuel Sinde
Socio colaborador de Laboral Kutxa y presidente de la Fundación Arizmendiarrieta

Reconstruir sueños. Bererein hazia

Hace algunos meses se presentó en las capitales vascas el meritorio musical Hazia. Construyendo sueños, dedicado a recordar la figura y obra de Arizmendiarrieta, de cuyo fallecimiento se cumplirán pronto 47 años.

Se trata de una dinámica puesta en escena, dirigida por el zeanuritarra Gontzal Mendibil que, con un enfoque merecidamente apologético, expone la labor de un sacerdote implicado en los problemas de la comunidad en la que le tocó vivir.

Del sueño por él propuesto (construir empresas más humanas capaces de competir en el mercado) algunas personas visionarias señalaban entonces que la misión de la Experiencia de Mondragón era, ni más ni menos, que «cooperativizar Euskadi». (Con la comprensible excepción, indicaban, de algunas grandes empresas como Iberduero, Altos Hornos o los bancos de Bilbao y Vizcaya que, según su plan, «serían nacionalizadas»).

Ciertamente, ambición e ilusión no faltaban al tratar de aplicar el deseo de Arizmendiarrieta de «transformar la empresa para transformar la sociedad».

La realidad, sin embargo, se ha revelado más compleja de lo que preveíamos: la incorporación del Estado español al espacio económico europeo y la sustitución del Ministerio de Trabajo por el Banco de España en la supervisión de las cooperativas de crédito modificaron radicalmente el escenario a mediados de los 80.

La necesidad de internacionalización de los negocios cooperativos trajo consigo otra realidad ideológicamente paradójica: el principio de que el capital debe estar subordinado al trabajo no era adecuado cuando el capital era nuestro y el trabajo de otros.

A Caja Laboral, por su lado, se le limitaba continuar una política crediticia «solidaria» que consistía en asumir buena parte de las pérdidas de las promociones empresariales cooperativas que fracasaban. Además, los márgenes del negocio bancario se habían reducido.

Esos cambios han provocado el hecho de que en los últimos 46 años hemos pasado de 82 cooperativas en el año 1976, año del fallecimiento de Arizmendiarrieta, a 95 (contando los Grupos Mondragon, Ulma y Orona), incrementando solo en 13 el número de cooperativas cuando el número de SA o SL creadas superan ampliamente las 200 en ese período.

Por otro lado, desde la entrada del mercado español en la UE un porcentaje cercano al 80% de los nada menos que 40.000 puestos de trabajo creados desde entonces (cifra ciertamente espectacular) lo han sido en SA o SL.

Estos cambios se han producido, sin embargo, manteniendo el discurso teórico: los principios cooperativos se mantienen y también nuestras convicciones expresadas en los sucesivos Congresos. ¿Bellas intenciones que, desafortunadamente, no son posibles de aplicar más que en una pequeña parte de las nuevas realidades empresariales?

Con todo, contrariamente a lo que se podría pensar ello no se debe a una menor adhesión a los valores y prácticas de gestión cooperativos, que son unánimemente compartidos, sino a diversas razones que convergen, en último caso, en la inadecuación de la citada fórmula societaria para canalizar los proyectos de desarrollo de las cooperativas industriales y de distribución existentes.

En ese marco, quizás merece la pena recordar una frase de un pensador social italiano cercano al papa Francisco, que busca una economía «entre la utopía y la resignación», lema que hemos recogido para acompañar a la propuesta de Economía de Cooperación de nuestra Fundación Arizmendiarrieta.

En cualquier caso, no cabe duda de que la realidad de la Experiencia de Mondragón supone un intento diferencial destacado y exitoso para humanizar las empresas, incluso en aquellas que no siguen la fórmula jurídica cooperativa.

Pero quizás es necesario volver a las fuentes del pensamiento de Arizmendiarrieta para reinventar el cooperativismo para los tiempos actuales. En el trabajo de “Pensamientos de Arizmendiarrieta para el siglo XXI” se recogen aportaciones de D. José María que podríamos calificar de pre-cooperativas. Derivadas del humanismo en el que se formó podrían ser una importante fuente de inspiración también hoy en día para buscar nuevas fórmulas que concilien la competitividad empresarial y el desarrollo humano, de forma que vayamos re-construyendo los sueños de Arizmendiarrieta.

En ese sentido, una referencia práctica sería, entre otras, el modelo inclusivo participativo de empresa, basado, de hecho, en valores humanistas compartidos por la generalidad de ciudadanos vascos.

La igual dignidad de todas las personas, con independencia de su condición, la prioridad del Bien Común, los valores sociales favorables a la justicia social, a la solidaridad, a la cooperación y al compromiso con la Comunidad son un suelo común de valor incalculable entre nosotros para construir proyectos compartidos.

Ese legítimo orgullo que podría tener el Grupo Cooperativo como inspirador del citado modelo, podría ser tal vez un acicate para, con las adaptaciones pertinentes para su mejor adecuación a cada caso, su aplicación en las empresas no cooperativas del Grupo, así como en las relaciones con los trabajadores no socios de las propias cooperativas, cuyo número es, asimismo, significativo.

Ciertamente, ello exigiría, además, estudiar su aplicación adaptándola a la variada realidad de sociedades existentes en distintos países. De forma que la admirada y admirable «Experiencia de Mondragón» siente las bases para continuar siendo una realidad singular, de éxito empresarial basado en una cultura diferencial y un planteamiento jurídico renovado.

Liderando un cambio empresarial en Euskadi coherente con la ambición de Arizmendiarrieta, que concebía las cooperativas como promotoras de un nuevo orden social, y re-construyendo el sueño de cooperativizar Euskadi, con las fórmulas jurídicas más adecuadas en cada caso.

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