Reduciendo los cauces las crecidas multiplican el riesgo
El principio de Bernoulli (año 1738), simplificado, dice que para un mismo caudal de líquido por una determinada conducción, si aumentamos la superficie de la sección transversal del canal, disminuye la velocidad de dicho líquido.
Es decir, si ampliamos el cauce del río, cuando llegue una riada la velocidad del agua disminuirá y, por tanto, el daño que puede causar el agua es menor. Un criterio tan sencillo y tan antiguo no lo deben entender bien quienes siguen construyendo motas y muros paralelos al cauce y cercanos a las orillas, porque con esas obras lo que logran es disminuir la sección del cauce en momentos de crecida, aumentando la velocidad del agua y, con ello, los daños que puede producir aguas abajo.
Paralelamente, si se estrecha el cauce en un punto, el agua que excede de lo que cabe por ese punto, se desborda aguas arriba. En buena lógica hidrodinámica los trabajos en las orillas del Arga, en este caso, deberían ser lo contrario a lo que se plantea desde el Ayuntamiento: ampliar los terrenos libres en las riberas del río, para que cuando vengan las grandes avenidas, el agua los ocupe (sin dañar apenas porque están vacíos), reduzca su velocidad y su agresividad, y pase de largo causando pocos daños en bienes privados y públicos.
Hasta la Confederación Hidrográfica del Ebro (CHE), tan tolerante en ocasiones con construcciones y urbanizaciones en zonas inundables o con la construcción de dichas motas, ha comenzado a establecer en la Navarra media y sur, las llamadas «playas de inundación» sobre terrenos agrícolas de las riberas de los ríos en los que son frecuentes las crecidas. A lo largo de un río, sobre todo en sus tramos urbanos, existen elementos que «estorban» el fluir del agua, por ejemplo los puentes, y más aún los antiguos (con gruesos pilares dentro del cauce) que los modernos (con menos pilares en el cauce).
En Pamplona dos puentes que crean problemas cuando llegan las inundaciones fuertes son el de San Pedro y el de Curtidores (en el de Sª Engracia se ha dragado y ampliado el cauce recientemente, aunque otro día podemos hablar de los problemas de los dragados). Un punto de retención del agua en momentos de grandes avenidas es el Puente de San Pedro y las isletas de grava y vegetación que se han ido conformando con los años aguas arriba de él.
Hasta el año pasado el meandro de Arantzadi constituía la ampliación natural del cauce de crecida en ese punto del Arga: las aguas que «no cabían» por el puente, se acumulaban aguas arriba e iban entrando en el meandro suavemente, ocupando las tierras de cultivo más bajas sin apenas dañarlas, a la espera de que, al bajar la crecida fuerte, se fuese vaciando el meandro poco a poco. Con la reurbanización del parque recientemente terminada se ha abierto una entrada de agua junto al Molino Ziganda (rebajando la mota entre 1,5 y 2 m de altura), de modo que se producen dos efectos perversos, comprobados con la inundación de junio de 2013: El agua entra con velocidad y fuerza por encima de esa mota rebajada, arrasando los árboles y mobiliario que encuentra a su paso (el ahora llamado «bosque de crecida») hasta la presa de S. Pedro, cosa que antes no pasaba.
El agua que se remansa por no poder pasar bajo el puente de S. Pedro no puede entrar en el meandro de Arantzadi porque el agua que llega velozmente atravesando el «bosque de crecida» no le deja entrar, tiene más fuerza que la remansada. ¿Qué pasa con ese agua que no cabe bajo el puente? Que se sale por otro sitio, en concreto por la zona del «faro» de Errotazar e inunda las calles adyacentes y las bajeras. Cosa que no pasaba mientras el meandro de Arantzadi hacía su papel de ampliación del cauce de inundación en esa zona. Otro punto de retención de agua en momentos de grandes avenidas es el Puente de Curtidores: Desde siempre, el agua que no cabía bajo este puente se acumulaba e iba inundando el actual «ferial sanferminero».
En 2008 el Ayuntamiento derribó las antiguas casas existentes y reniveló el terreno rellenándolo, en vez de rebajarlo para ampliar el cauce de inundación en ese punto de riesgo (primer fallo). En 2012 el Ayuntamiento construye un muro «pegado» al cauce, reduciéndolo más aún en época de avenidas (segundo fallo). Resultado: el agua que no cabe bajo el puente de Curtidores, se sale aguas arriba, por las cercanías del puente del Vergel, e inunda las calles y bajeras cercanas, como pasó en junio de 2013.
Ante estas actuaciones erróneas (si confiamos en el principio de Bernuilli) ¿qué plantea este Ayuntamiento en 2014?: seguir con el mismo tipo de errores, estrechando más y más el cauce del Arga y ¡que salga el agua por donde salga!, que ya harán más estrechamientos allí,….hasta convertir el Arga, a su paso por Iruñea, en un canal encerrado, de modo que cuando se salga lo haga en otro municipio y deje de ser problema «nuestro». En buena lógica científica convendrá replantearse los criterios de actuación seguidos hasta la fecha e invertir dinero en ampliar los cauces de inundación, para que el agua cause los menos daños posibles en esos momentos puntuales, tanto aguas arriba como aguas abajo.
No parece ni muy difícil ni muy costoso, desde luego menos costoso que insistir en obras que no resuelven los problemas sino que los trasladan de sitio. Recuperar el funcionamiento tradicional del meandro de Arantzadi como remanso, rebajar la rasante del «ferial» de Runa para acoger el agua que no cabe bajo Curtidores, y tratamientos similares en otros puntos de las orillas del Arga, que rebajen la agresividad del agua en las grandes avenidas, amansándola, parecen obras menos costosas y con más visión de futuro que las planteadas por este Ayuntamiento, buscando que las inundaciones periódicas se conviertan más en un espectáculo curioso que en un riesgo amedrentador para la ciudadanía que vive cerca del río.