Pedro A. Moreno Ramiro

Reflexiones en torno a otra forma de entender la acción sindical en Nafarroa en este siglo XXI

Una hipotética federación o red sindical navarra, que ha de contar no solo con sindicatos, agentes sociales, vecinales o personas individualidades, sino que también, ha de nutrirse de personas que trabajen en el ámbito cooperativo para que todas ellas y en conjunto, puedan dar pie a ese paraguas jurídico que con el paso del tiempo nos lleve a construir nuevas instituciones.

Si hablo en términos generales –estatales– siempre he tenido muy claro cuál es el modelo sindical que me representa y este no es otro, que una forma de entender el sindicalismo donde las personas liberadas, las subvenciones estatales o la participación sindical mediante los comités de empresa no signifiquen una opción a la hora de hacer sindicalismo. Con estas pistas que he dado, muchas de vosotras tendréis más o menos claro a qué tipo de modelo sindical me estoy refiriendo si fijamos nuestro objetivo en el Estado español. Efectivamente, habéis acertado de pleno aquellas que hayáis pensado en la CNT. Ahora bien, si hablamos de la CNT y de la cuestión territorial, seréis muchas también, las que albergaréis dudas sobre si este sindicato, de raíz anarcosindical y de gran recorrido histórico, sirve como herramienta para todos los rincones del Estado español. Digo esto, ya que debemos de ser conscientes como libertarias de las distintas tensiones y conflictos territoriales que se dan en un seno. Muchas me podrían decir, a colación de esto y sin albergar duda alguna, que la CNT es un sindicato confederal y que, por lo tanto, ya respeta la idiosincrasia que se vive en la península ibérica, incluso muchas otras me podrían interpelar diciéndome, que el anhelo de la CNT debería de ser convertirse en un sindicato a nivel ibérico. Una vez mentado esto, me gustaría aclarar que pese a que para mí la CNT siempre será un sindicato hermano y un compañero de viaje, creo firmemente en la necesidad de articular herramientas confederales y anarcosindicalistas propias en territorios como Galiza, Catalunya o Euskal Herriak, principalmente por cuatro motivos:

El primero radica en que las tensiones sociopolíticas que se viven dentro del Estado español deben de abordarse con seriedad desde el movimiento anarcosindicalista, no tachando todo sentimiento identitario contrario al español como burgués.

El segundo, tiene que ver con que si venimos del ámbito libertario y cuestionamos el estado-nación como estructura de organización social, ¿no deberíamos de plantearnos otras formas de organización sindical y política que traspasen sus márgenes y se apliquen a unas realidades culturales y sociológicas más precisas?

En tercer término y en relación con el punto anterior, Galiza, los Països Catalans y Euskal Herriak sobrepasan los límites del propio Estado español ya que en el caso del pueblo vasco y catalán parte de su territorio se encuentra al otro lado de los Pirineos y dentro del Estado francés. Por su parte es innegable la relación que tiene Galiza a nivel cultural y lingüístico con el pueblo luso, relación interestatal que también desborda el relato uniforme del Estado-Nación español.

Por último, es fundamental ofrecer a los pueblos de Euskal Herriak, Catalunya o Galiza una alternativa anarcosindical con perspectiva culturalista –respectiva a sus identidades diferenciadas– que se base en la autogestión, el apoyo mutuo y una forma de entender el sindicalismo donde los comités de empresas, las subvenciones o los liberados sindicales no comporten formas válidas a la hora de trabajar.

Obviamente, sería adecuado, siguiendo esta lógica narrativa, que estos modelos sindicales fueran extrapolados al resto de pueblos que componen el Estado español. Sea como fuere, deberán de ser sus gentes, las que decidan en que momento llevar adelante estos proyectos, si así lo decidiesen. En relación con esto anterior, debo decir que soy plenamente consciente de que el conflicto identitario no es igual en la España sociológica (antiguos Reinos de Castilla, León y sus respectivas conquistas) que el que se da en los territorios a los que antes he hecho referencia y que han sido catalogados, por aplastante consenso, como «nacionalidades históricas» (Galiza, Països Catalans y Euskal Herriak). Muchas me podríais decir, que en este mismo saco deberíamos de meter a Aragón y Andalucía, pero como vosotras mismas podéis sospechar, si introducimos a Aragón y Andalucía como nacionalidades históricas –con el fuerte peso que allí tiene el nacionalismo español– ¿Por qué no hacerlo también con Castilla, León o Asturies?, y en ese supuesto, ¿qué quedaría de España? ¿Acaso es España una nación? Tema farragoso y complicado para el sindicalismo y la política de izquierdas en general, aun así, no por ello no debemos de abordarlo desde perspectivas anarcosindicalistas, socialistas, libertarias, ecologistas o feministas.

En definitiva, mi propuesta de crear unas redes sindicales diferenciadas desde el anarcosindicalismo en Galiza, Euskal Herriak y los Països Catalans se fundamenta mayormente en que son territorios donde el conflicto centro-periferia o la pugna España VS nacionalidades-históricas es más latente y sí, también en Galiza, donde pese a arrasar el PP durante decenios el modo de vida del pueblo gallego y su idiosincrasia son motivos suficientes para apreciar su realidad fuertemente diferenciada dentro del Estado español.

Decir todo esto no significa, ni por asomo, que debamos de renunciar a las relaciones interpueblos dentro del Estado español, significa que deberíamos de construir esas relaciones confederales desde el derecho a decidir la libre adhesión de las diferentes partes, que no, mediante mecanismos ya dados que tratan la organización político-territorial desde un marco de realidad que para nada está consensuado.

¿Cuáles son los retos del sindicalismo transformador en este siglo XXI?

Los retos del sindicalismo transformador han de dirigirse no solamente a defender a los trabajadores en su faceta laboral dentro de empleos capitalistas o estatales, la función, o mejor dicho, la ambición del sindicalismo revolucionario en este siglo XXI, ha de ser la de crear las herramientas necesarias para autoemplear a sus afiliados y conseguir la independencia de la clase obrera. Una independencia que solo podrá verse acompañada de la conquista del resto de soberanías (alimentaria, energética, habitacional, laboral).

Como es obvio, si planteamos una acción política y sindical no profesionalizada, es imprescindible, aparte crear empleo desde el sindicato como objetivo futuro, que desde el presente más inmediato, encaminemos la lucha hacia demandas colectivas como la del reparto del trabajo o la de la reducción de la jornada laboral –entre 4 y 6 horas–. Objetivos a corto-medio plazo que han de conjugarse con la creación de amplias cajas de resistencia que permitan a las personas sindicadas poder hacer política sin ver peligrar su vida cotidiana y sin tener que hacer del sindicalismo carrera política. Cuando hablo de utilizar las cajas de resistencia para poder reducir las jornadas laborales, me estoy refiriendo a utilizar una parte de la cuota de las personas sindicadas para amasar un remanente que pueda ser utilizado por las personas que deseen en un futuro trabajar menos horas y que de esta manera, ese tiempo del que se liberan del trabajo asalariado pueda ser invertido en la acción política sindical, en las tareas delegativas de la organización –que siempre deben de ser rotativas– y cómo no, en la conciliación de la vida familiar. Es crucial enfatizar que con el paso de los años y tras hacer músculo social, el nuevo sindicalismo del siglo XXI debe emplear y dar servicios al 100% de sus afiliados con el objetivo de crear una economía alternativa que derive en un contrapoder político.

Es tiempo de comenzar a recorrer este camino, un largo y duro viaje que se deberá de empezar desde los distintos herrialdes que componen el país y con aquellos agentes sociales y sindicales que así lo deseen (incluida la CNT). Una hipotética federación o red sindical navarra, que ha de contar no solo con sindicatos, agentes sociales, vecinales o personas individualidades, sino que también, ha de nutrirse de personas que trabajen en el ámbito cooperativo para que todas ellas y en conjunto, puedan dar pie a ese paraguas jurídico que con el paso del tiempo nos lleve a construir nuevas instituciones. Unas nuevas organizaciones sociales, políticas y sindicales, las que poco a poco y en un contexto de precariedad, empobrecimiento, encarecimiento de la vida y crisis ecológica, sepan construir los cajones adecuados para cubrir las necesidades básicas del pueblo trabajador navarro, en un primer momento, y de la totalidad del pueblo vasco en la coyuntura que las fuerzas y las sinergias lo permitan. En nuestras voluntades residirá el éxito de esta utopía emergente que tiene como paradigma construir una sociedad confederal y democrática en lo organizativo, radicalmente ecosocialista en lo social y convencidamente euskaltzale en lo territorial. No le quepa duda a la que está leyendo esto, que obviamente si este marco triunfará y aunque lo hiciera de la forma más pacífica y discreta, el Estado-Nación capitalista intentaría derribarlo con todo su engranaje represivo, judicial y mediático. Por ello, es necesario estar preparadas para lo que pueda venir mediante la constitución de comisiones de seguridad, táctica y estrategia, entre muchas otras.

Como broche final a este artículo de opinón, enfatizar que no podemos negar que actualmente la mayoría de nosotras trabajamos en empleos capitalistas o estatales, por lo que solo una minoría está autoempleada bajo regímenes cooperativos, los cuales a día de hoy se encuentran expuestos a las leyes del mercado ante la ausencia de unión y de una hoja de ruta común. Es en Nafarroa, aquí y ahora, donde ante la orfandad que siento en cuanto a un sindicato que me motive a sindicarme y a trabajar en pro de una hoja de ruta como la que aquí expongo, por lo que escribo este texto en forma de manifiesto y que deseo haceros llegar con el objetivo de que seamos más las que queramos emprender un recorrido que será complicado, pero que seguramente será la única vía posible frente a un escenario ecofascista que ya está gestionando el Partido Socialista con sus socios prioritarios. Si no queremos que este nuevo sindicalismo, que estas nuevas institucionalidades sean un fracaso, tendremos que dejarnos pelos en la gatera y caminar con el pragmatismo como herramienta principal y con los máximos que podemos aceptar (no liberados, no subvenciones, autonomía y apoyo mutuo) como la lija que nos permita perfilar un mundo nuevo en Euskal Herriak en interrelación con el resto de sujetos societales de la Península Ibérica y el conjunto del globo.

Bilatu